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Con un notable sigilo el Senado decidió eliminar la exención de impuestos a las importaciones de menos de 200 dólares. Es difícil creer que fuera un impulso de último minuto. Más bien parece ser un ejemplo más de la costumbre de sorprender con hechos cumplidos.

El gobierno busca recaudar fondos. Se dice que el valor de esas importaciones ha sido de 2,300 millones de pesos en los últimos cinco años y que durante el 2012 van por 580 millones. No sabemos si esos datos son precisos ni tampoco qué parte de esos bienes estarían de todos modos libres de gravámenes, pero si se gravan es probable que su monto disminuya significativamente. Aún así, algo de ellas quedará y algo se recaudará.

Pero si lo que se quiere es recaudar por cualquier medio posible, ¿por qué no volver a poner los aranceles que hubo que bajar por la entrada en vigor del tratado de libre comercio con Centroamérica y los Estados Unidos (EE.UU.), y de paso detener las desgravaciones que aún faltan? Muchos intereses locales lo aplaudirían y el gobierno no tendría ya que decir que tiene que aumentar el ITBIS y los tributos selectivos para compensar la merma en las recaudaciones aduaneras.

Sería una vuelta al pasado, por supuesto. Pero en realidad eso sería lo que en la práctica se estaría haciendo con la eliminación de la exención.

Lo que no se dice es que la exención beneficia también a las exportaciones dominicanas. De hecho, si no fuera por las deplorables condiciones en que se encuentra el aparato productivo nacional, la RD debió ser más beneficiada de esa cláusula que los EE.UU.

El tratado se basa en el concepto de que hay impuestos que empobrecen a las naciones que los aplican, que el libre comercio favorece el desarrollo, que conviene agilizar los intercambios, y que cuesta más cobrar algunos gravámenes que lo que ellos producen. Si no creemos en ninguno de esos conceptos, quitemos la exención y salgamos del tratado.