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El auge de la economía del compartir

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El auge de la economía del compartir

Alquiler de persona a persona. En el internet, todo se alquila. 

Anoche, 40,000 personas alquilaron habitaciones de un servicio que ofrece 250,000 habitaciones en 30,000 ciudades en 192 países. Eligieron sus habitaciones y pagaron por todo en línea. Pero sus camas fueron provistas por personas privadas, en lugar de una cadena hotelera. Los anfitriones y los huéspedes fueron conectados por Airbnb, una empresa ubicada en San Francisco. Desde su lanzamiento en el 2008 más de 4 millones de personas lo han utilizado - 2.5 millones de ellos solo en el 2012. Es el ejemplo más notable de una nueva y enorme "economía del compartir", en la cual las personas alquilan camas, carros, botes y otros activos directamente entre sí, coordinado vía el internet.

Usted podría pensar que esto no es diferente a un bed-and-breakfast , tener una propiedad de tiempo compartido, o participar en compartir el vehículo. Pero la tecnología ha abaratado los costos de las transacciones, haciendo el compartir de activos más barato y fácil que nunca - y por lo tanto posible en mucho mayor escala. El gran cambio es la disponibilidad de más datos sobre personas y cosas, que permite que los activos físicos sean desagregados y consumidos como servicios. Antes del internet, el alquilar una tabla de surf, una herramienta eléctrica y un espacio para estacionarse era factible, pero usualmente era más el trabajo que lo que valía. Ahora sitios en la web como Airbnb, RelayRides y SnapGoods emparejan a los propietarios con los que desean alquilar; los teléfonos inteligentes con GPS les permiten a las personas ver dónde se encuentra el vehículo de alquiler más cercano; las redes sociales proveen una forma de verificar a las personas y crear confianza; y el sistema de pagos en línea se ocupa de la facturación.

Lo que es mío es tuyo, a un costo

Al igual que el negocio de persona a persona como eBay le permite a cualquiera convertirse en un detallista, el compartir sitios les permite a las personas actuar como un servicio de taxi ad hoc, empresa de alquiler de autos, o un hotel boutique siempre y cuando les convenga. Solo tiene que acceder al internet o descargar una aplicación. El modelo funciona con artículos que son costosos para comprar y que muchas personas los poseen y no los emplean todo el tiempo. Los ejemplos más obvios son las habitaciones y los vehículos, pero también se pueden alquilar espacios para ir de campamento en Suecia, campos en Australia y máquinas de lavar en Francia. Como les gusta decir a los proponentes de la economía de compartir, el acceso triunfa sobre la propiedad.

Rachel Botsman, autora de un libro sobre el tema, dice que solo el mercado de alquiler de persona a persona tiene un valor de $26 mil millones. Una definición más amplia de la economía de compartir incluye préstamos de persona a persona (aunque el efectivo no se puede considerar un activo fijo inactivo) o colocar un panel solar en su techo y venderle la energía a la red (aunque eso parecería convertirse en una empresa de servicios públicos). Y no es solo para las personas: la web les facilita a las empresas alquilar espacio y equipos de oficina ociosos. Pero la esencia de la economía de compartir es personas alquilando cosas entre sí.

Ese "consumo colaborativo" es bueno por varias razones. Los propietarios ganan dinero de activos subutilizados. Airbnb dice que los anfitriones en San Francisco que alquilan sus hogares lo hacen por un promedio de 58 noches al año, ganando $9,300. Los propietarios de vehículos que los alquilan a otros utilizando el RelayRides obtienen en promedio $250 al mes; algunos ganan más de $1,000. Entretanto, los que alquilan pagan menos de lo que pagarían si compraran los artículos, o si los alquilaran de un proveedor tradicional como un hotel o una empresa de alquiler de autos. (No es de sorprender que muchas empresas de compartir surgieran durante la crisis financiera.) Tiene también beneficios ambientales: el alquilar un vehículo cuando se necesita en lugar de poseerlo, significa que se requieren menos vehículos y dedicar menos recursos para fabricarlos.

Para las personas amistosas, el conocer nuevas personas al quedarse en sus hogares es parte del encanto. Los cascarrabias que imaginan que cada arrendador es Norman Bates todavía se pueden quedar en los hoteles convencionales. Para otros, la web promueve la confianza. Al igual que las verificaciones de antecedentes realizadas por los propietarios de las plataformas, las revisiones en línea y las calificaciones usualmente son publicadas por ambas partes de cada transacción, lo que facilita identificar a malos choferes, los ladronzuelos en batas de baño y los que destruyen las tablas de surf. Mediante el uso de Facebook y otras redes sociales, los participantes pueden verificarse entre sí e identificar amistades (o amigos de amigos) en común. El apartamento de una usuaria de Airbnb fue destrozado en el 2011. Pero lo sorprendente es lo bien que funciona usualmente el sistema.

Mirando hacia el futuro

La economía de compartir es un poco como las compras en línea, que en los Estados Unidos empezaron hace quince años. Al principio, a la gente le preocupaba la seguridad. Pero al haber hecho una compra exitosa, digamos en Amazon, se sintieron seguros de comprar en otros sitios. Igualmente, el utilizar Airbnb o un servicio de alquiler de autos por primera vez estimula a las personas a probar otras ofertas. Luego, considere a eBay. Empezó como un mercado de persona a persona, ahora está dominado por "súper vendedores" profesionales (muchos de los cuales empezaron como usuarios corrientes de eBay). Lo mismo podría ocurrir con la economía de compartir, que también ofrece oportunidades para la empresa. Por ejemplo, algunas personas han comprado automóviles con el solo propósito de alquilarlos.

Los titulares también se están involucrando. Avis, una empresa de alquiler de autos, tiene participación con un rival de compartir. Lo mismo ha hecho GM y Daimler, dos fabricantes de vehículos. En el futuro, las compañías podrían crear modelos híbridos, enumerando su exceso de capacidad (ya sean vehículos, equipos o espacio de oficina) en sitios de alquiler de persona a persona. En el pasado, las nuevas formas de hacer las cosas en línea no han desplazado por completo las viejas prácticas. Pero con frecuencia las han cambiado. Al igual que las compras en internet obligaron a Walmart y a Tesco a adaptarse, de igual manera el compartir en línea afectará a la transportación, el turismo, el alquiler de equipos y más.

La principal preocupación es la incertidumbre regulatoria (ver el artículo Technology Quarterly). Por ejemplo, los que alquilan habitaciones ¿estarán sujetos a impuestos hoteleros? En Ámsterdam los funcionarios están utilizando las listas de Airbnb para identificar los hoteles sin licencia. En algunas ciudades estadounidenses, los servicios de taxi de persona a persona fueron prohibidos después del cabildeo de las empresas tradicionales de taxis. El peligro es que a pesar de que algunas leyes tendrán que ser actualizadas para proteger a los consumidores, los titulares tratarán de destruir la competencia. Desde luego, las personas que alquilan habitaciones deben pagar impuestos, pero no deben ser regulados como un hotel Ritz-Carlton. Las leyes más ligeras que usualmente regulan los cama-y-desayuno son más que adecuadas.

La economía del compartir es el último ejemplo del valor del internet para los consumidores. Este modelo emergente es ahora lo suficientemente grande y disruptivo para que los legisladores y las empresas se preocupen. Eso es señal de su inmenso potencial. Es hora de empezar a preocuparse por compartir.

La economía del compartir es el último ejemplo del valor del internet para los consumidores. Es hora de empezar a preocuparse por compartir.

1 Alojamiento cama y desayuno por un módico precio.

© 2012 The Economist Newspaper Limited. All rights reserved.

De The Economist, traducido por Diario Libre y publicado bajo licencia. El artículo original en inglés puede ser encontrado en www.economist.com