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El costo del optimismo

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El costo del optimismo
El mundo está lleno de personas con proyectos, con visión de negocios e insaciables en su creatividad (FOTO: SHUTTERSTOCK.)

Pensar que todo puede salir bien es una cosa. Creer que todo siempre saldrá bien es otra.

Nuestro cerebro tiene un lugar que los científicos han llamado el centro de las recompensas. Se acciona cuando recibimos una recompensa, liberando hormonas de la felicidad por nuestro sistema. Los optimistas buscan constantemente incentivar su centro mencionado, a los que con muy poco se les activa.

Quiero mencionar aquí a los emprendedores. Personas llenas de proyectos, con visión de negocios e insaciables en su creatividad. Una nube de optimismo siempre rodea a este tipo de personas.

Todos conocemos la teoría del vaso medio lleno o medio vacío. Hay personas negativas que, por más agua que tenga el recipiente, siempre pensarán que no tiene suficiente y que pronto se terminará. Mientras que otros no se preocuparán mucho por lo que falta, para ellos es siempre suficiente... y, en el peor de los casos, de algún lugar llegará más agua.

En principio no creo que un pesimista pueda jugar a la lotería o algún otro juego de azar. Pienso que siempre estarán convencidos de que no ganarán. Mi teoría es totalmente falsa, conozco mucha gente negativa que se empeña en ganarse la lotería. Claro, la culpa de que no salga su número es la mala suerte, no la ley de las probabilidades.

Algunas acciones optimistas pueden costar dinero; unas a largo plazo, otras de inmediato. Veamos:

• No sopesar. Lo más típico de un optimista es no estudiar las posibilidades de triunfo que tiene una acción. En los juegos se nota mucho. Está demostrado que la gran mayoría de las personas pierde más de lo que gana, de lo contrario no fuera negocio para las casas de apuestas, casinos, loterías, etc. El optimista no cree en probabilidades y juega pensando siempre que esta será su mejor jornada. Un emprendedor se lleva mucho de sus emociones, algunos dicen que son instintos. En ocasiones les va muy bien, en otras les podría ir bien si calculan las posibilidades de triunfo antes de embarcarse. Así pueden elegir el proyecto que mayor posibilidad les ofrezca... no es dejar de emprender.

• No prever. Cuando estamos convencidos de que la suerte estará a nuestro favor es poco lo que nos puede apartar de nuestro objetivo. El problema viene cuando perdemos por no haber previsto situaciones previsibles. Pensar que nunca tendremos un accidente automovilístico por lo bien que conducimos no repele a otros que sí pueden involucrarnos en algún daño. No tener el seguro adecuado no es lo más sabio. El fondo de emergencias o, como siempre sugiero, una inversión relativamente líquida, es una opción importante para no tener que pagar altos intereses de necesitar dinero. Un ahorro líquido para hacer frente a compras de mayor cuantía y así no tener que pagar intereses por tomar dinero prestado, es otra sugerencia que puede reducirle costos al optimista más empedernido.

• No construir. Como todo siempre será mejor, el optimista tiende a desperdiciar lo que su arduo trabajo le trae. No pienso que hay que construir para los malos tiempos, sino para tener mejores. Lo que se desperdicia no entra al paquete como parte del capital. Cuando tenemos paciencia construimos un mejor futuro.

No estoy recomendando ser pesimista, sino, como detallo por extenso en mi libro Arco Iris Financiero, tomar en cuenta todo lo que puede ayudar a no desperdiciar recursos y construir una mejor vida.

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