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Embreado con la misma brocha

La industria energética canadiense. El derrame del golfo ha hecho que los estadounidenses se fijen en la contaminación de los productores de petróleo canadienses. Pero limpiar las arenas de brea no

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Embreado con la misma brocha
"Un buen vecino te presta una taza de azúcar", decía un artículo el mes pasado en el Washington Post. "Un vecino fabuloso te suple 1.4 millones de barriles de petróleo diarios." Ed Stelmach, el primer ministro de la provincia de Alberta, rica en petróleo, ciertamente sabe cómo defender el caso del petróleo canadiense. El comprarle a Canadá ni promueve un régimen autoritario ni expone a los Estados Unidos a la manipulación política de su abastecimiento energético. No es de sorprender entonces que Canadá es el mayor exportador de petróleo hacia los EE.UU. con un 22% del total. Los que le siguen son México, Arabia Saudita y Venezuela, con sólo de 11 a 12% cada uno. Y el potencial del país parece ilimitado: las reservas de 179 mil millones de barriles de petróleo y gas de Canadá ocupan el segundo lugar en el mundo.

Sin embargo, existe una dificultad: el crudo canadiense es sucio. Casi la mitad del petróleo del país proviene de las arenas impregnadas de brea, una mezcla de agua, arena y bitumen - una forma extremadamente densa y espesa de petróleo, que usualmente debe ser derretida antes de que se pueda extraer y refinar. Se necesitan hasta cuatro barriles de agua para generar un barril de crudo de arena de brea, y 20% del gas natural de Canadá (un combustible limpio) se utiliza para producir petróleo (uno sucio). La minería de las arenas también daña los bosques y crea grandes lagunas de derivados tóxicos. Según la Agencia de los EE.UU. de Protección Ambiental (EPA por sus siglas en inglés) la producción de petróleo de las arenas de brea canadienses genera un 82% más de gases de efecto invernadero de lo que lo hace el barril promedio refinado en los Estados Unidos.

Inmediatamente después del derrame de Deepwater Horizon y de la ruptura de un oleoducto que derramó 19,500 barriles de petróleo canadiense en el río Kalamazoo de Michigan el mes pasado, la preocupación en los Estados Unidos está en aumento sobre las consecuencias ambientales de la explotación del petróleo. En el 2007 se les prohibió a las agencias federales comprar petróleo de las arenas de brea. Henry Waxman, presidente del Comité de Energía y Comercio de la Cámara lo llama "la fuente más sucia de transporte de petróleo que existe actualmente". Este año él fue uno de los 50 legisladores que se quejó ante Hillary Clinton, la secretaria de estado, de que su departamento no había analizado el impacto ambiental de la extensión del oleoducto propuesta que más que duplicaría la importación de las arenas. Entonces el EPA recomendó que el departamento, que debe aprobar los oleoductos internacionales, considere otras alternativas al crudo canadiense. El 26 de julio el departamento extendió en 90 días su evaluación del proyecto.

Sin embargo, cambiar el status quo será difícil. La importancia económica de la industria petrolera en Canadá consistentemente ha prevalecido sobre la preocupación verde. La energía, incluyendo el gas natural, el petróleo convencional y el carbón, representa un cuarto de la economía de US$211 mil millones de Alberta. El resto del país se beneficia de los contratos de servicio y suministro con las compañías energéticas, y de la redistribución que hace el gobierno de la riqueza de Alberta hacia las provincias más pobres. En la cima del boom de productos básicos del 2008, la energía era la mayor exportación canadiense. Como consecuencia, las arenas han sido muy poco reguladas. En lugar de estar 6% por debajo de los niveles de 1990 de emisión de gases de invernadero para el 2012, su compromiso con el protocolo de Kioto, Canadá estará 30% por encima.

Stephen Harper, el primer ministro, cimentó su carrera política en Alberta y comparte su actitud amigable hacia la energía. Se ha negado a implementar una nueva política sobre las emisiones hasta que lo hagan los Estados Unidos. En vista de la reciente decisión de los demócratas de cancelar un proyecto de ley para el comercio de emisiones en el Senado, eso parece que no sucederá por ahora. Significa también que el costo ambiental del petróleo de las arenas tampoco se reflejará en su precio. De hecho, las repercusiones políticas del derrame del golfo podrían incrementar la dependencia de los Estados Unidos del suministro canadiense, si las demandas de limitar las perforaciones mar adentro son satisfechas.

Además, los esfuerzos para presionar a Canadá a limpiar su negocio encontraría fuerte resistencia de los cabilderos de energía en los EEUU, ya que muchos de los operadores de las arenas están ubicados en los Estados Unidos. Uno de los proyectos de ley energética flotando alrededor del Senado este año incluso proponía eliminar la prohibición a las compras estatales de petróleo proveniente de las arenas. Y aun si los Estados Unidos tratan de disminuir sus importaciones, China estará encantada de tomarlas. Empresas chinas ya han empezado a invertir fuertemente en las arenas.

La mejor opción para disminuir la contaminación de las arenas es probablemente tratar de encontrar fuentes alternativas de energía o disminuir el consumo. La transformación de las arenas de brea en petróleo crudo es costosa además de sucia: el proceso solo es rentable cuando los precios del petróleo oscilan entre US$60 y US$85 o más caro.

De hecho, la recesión hizo que el 70% de las inversiones propuestas fueran suspendidas, a pesar de que la mitad de ellas se han reactivado, según Jackie Forrest, de IHS CERA, una firma de predicciones sobre energía. Con una caída modesta de los precios del petróleo, la producción de las arenas empezaría a decaer.

© 2010 The Economist Newspaper Limited. All rights reserved. De The Economist, traducido por Diario Libre y publicado bajo licencia. El artículo original en inglés puede ser encontrado en www.economist.com