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Después de 20 años, la eurozona está destinada a triunfar

La moneda única subsiste, pero se necesitan significativos ajustes

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Después de 20 años, la eurozona está destinada a triunfar
Billetes de 200 euros.

Como muchas personas de 20 años, la moneda europea ha experimentado una traumática adolescencia. En algunos momentos, muchos pensaron que no llegaría en absoluto a esta edad de madurez. Pero lo ha logrado. Eso representa un éxito. Sin embargo, la experiencia ha sido tan difícil que necesariamente plantea importantes preguntas. En esta evaluación de cumpleaños, yo consideraré cuatro de ellas.

La primera es ¿fue el euro una idea sensata? En un lúcido discurso el mes pasado, Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo (BCE) — en mi opinión, una de las dos personas (la otra siendo la canciller alemana, Angela Merkel) más responsables de la supervivencia del euro — explicó las razones de su creación. Él argumentó que hubiera sido imposible mantener la integración profunda del mercado único sin la moneda única. Por lo tanto, “el apoyo al mercado único se vería afectado a largo plazo si las empresas que invirtieron en aumentar la productividad pudieran verse privadas de algunos de los beneficios por el comportamiento de ‘empobrecer al vecino’ mediante devaluaciones competitivas en otros países. Los mercados abiertos no hubieran durado”.

Sin embargo, también quedó claro que el euro era muy arriesgado. Una política monetaria común podía generar divergencias acumulativas, con tasas de interés reales más bajas en los países con alta inflación (y, por lo tanto, auges) y viceversa. Al unir a países con instituciones y comportamientos económicos tan diferentes, especialmente en ausencia de un proceso político compartido, era probable que el euro separara a los pueblos de Europa, no que los uniera. Por esta razón, en 1991, yo argumenté que: “El esfuerzo por unir Estados puede llevar, más bien, a un enorme aumento de fricciones entre ellos. Si es así, el evento cumpliría con la definición clásica de tragedia: arrogancia, locura y destrucción”.

La segunda pregunta es ¿cómo se ha desempeñado el euro? Obviamente, ha sobrevivido, a pesar de las grandes conmociones y de las dolorosas divisiones. Lo ha hecho porque los costos de una ruptura, o incluso la salida de miembros individuales, parecen aterradores. También lo ha hecho porque, en lo más profundo de la crisis, los legisladores hicieron lo suficiente para mantenerlo con vida. Piensa en la creación de las facilidades de financiamiento de emergencia de la eurozona, en la declaración “cueste lo que cueste” del Sr. Draghi en julio de 2012, y en la disposición del BCE a utilizar las herramientas de un banco central moderno. Como lo señala Daniel Gros, del Centro de Estudios de Política Europea: “En última instancia, el euro sobrevivió porque, cuando llegó el momento, los líderes de los Estados miembros de la eurozona gastaron el capital político para implementar las reformas necesarias”.

Sin embargo, sobrevivir no es lo mismo que sobrevivir bien. La eurozona tomó demasiado tiempo para enfrentarse a la crisis. Como lo ha argumentado el economista Ashoka Mody, ese trauma infligió profundas y duraderas heridas económicas, sociales y políticas en los países vulnerables. En lugar de generar convergencia en los niveles de vida, el euro ha permitido la divergencia. Los préstamos bancarios intraeurozona han disminuido considerablemente. La inflación ha sido, persistentemente, demasiado baja, lo cual verdaderamente dificulta el ajuste de los costos relativos. Las políticas contractivas impuestas a los países afectados por la crisis, junto con los superávits perseverantes en las cuentas corrientes de Alemania y de los Países Bajos, han llevado a la eurozona a tener enormes superávits, externalizando así una considerable parte de su ajuste poscrisis.

La tercera pregunta es ¿sobrevivirá la eurozona? Es probable que la respuesta sea que sí. Tres cuartas partes de las personas de la eurozona están a favor del euro, el nivel más alto desde 2004. Alrededor del 40% de los adultos del área no han conocido otra moneda. El número de miembros de la eurozona también ha seguido aumentando, lo cual indudablemente representa un voto de confianza.

Sin embargo, la mayor razón para sentir optimismo acerca de la sobrevivencia debe ser las consecuencias de la alternativa. La ruptura sería enormemente traumática, financiera y económicamente. También amenazaría la sobrevivencia de la propia Unión Europea (UE), la cual siempre ha sido construida sobre una base de integración económica. El mercado único muy probablemente colapsaría. De la misma manera, entonces, pudiera sucederle a la posibilidad de unas relaciones cooperativas. Algunos parecen pensar que Europa necesita otro ‘ataque’ de agresivo nacionalismo. Aquellos con cierto conocimiento histórico saben cuán letal es probable que ese ‘bacilo’ sea.

Y, por último, ¿sobrevivirá bien el euro? El Sr. Gros ha enfatizado que el historial no es tan malo. En particular, él ha señalado que “los mercados laborales de Europa continental han experimentado una mejora estructural escasamente reportada, con la tasa de participación de la fuerza laboral aumentando cada año, incluso durante la crisis”. Hoy en día, una mayor proporción de la población adulta es económicamente activa que la de EEUU. Las tasas de desempleo también están disminuyendo, incluso en los países más afectados por la crisis. El euro ha forzado la creación de importantes reformas. Todo esto es significativo.

Sin embargo, la eurozona no es — y es muy poco probable que alguna vez sea — una “unión monetaria óptima”. Además, cualquier tipo de unión federal parece estar fuera de toda consideración. Esto garantiza que el problema político fundamental — la disyunción entre la responsabilidad de la eurozona por la política y la responsabilidad política nacional — perdurará. Lo que se necesita, más bien, son cambios dirigidos a crear una unión lo “suficientemente buena”. La asunción de riesgos debe funcionar a través de las finanzas privadas transfronterizas. Por eso las uniones bancarias y las de mercados de capital son importantes. Es necesario que sea más fácil (y más aceptable) reestructurar una deuda. Y, en particular, el ajuste macroeconómico debe ser mucho más simétrico. A fin de cuentas, la eurozona está destinada a tener éxito. Una ruptura le causaría un enorme daño al frágil orden construido sobre los restos de la posguerra. Si fue o no una buena idea, los costos de deshacerla hacen que la idea de una disolución sea impensable. Pero no tendrá éxito, y tal vez ni siquiera sobreviva, si se arraiga la indiferencia. La eurozona apenas sobrevivió su experiencia cercana a la muerte. Para disfrutar de una vida larga y saludable, necesita cambiar considerablemente.

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