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Economía china por fin se está reequilibrando

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Economía china por fin se está reequilibrando
Vista de China. (FOTO SHUTTERSTOCK)

Por Martin Wolf

Estamos presenciando un necesario cambio hacia una mayor dependencia en la demanda de los consumidores

El consumo por fin se está convirtiendo en el motor más importante de la demanda en la economía china. Esto representa un ajuste largamente esperado y deseable. Promete alejar a China de su excesiva dependencia de inversiones ineficientes y alimentadas por la deuda. Pero todavía tiene un largo camino por recorrer. A medida que se complete el cambio, el país deberá gestionar un sobreendeudamiento de deudas incobrables. Pero el ajuste ha comenzado.

En 2007, el primer ministro Wen Jiabao acertadamente argumentó que "el mayor problema de la economía de China es que el crecimiento es inestable, desequilibrado, descoordinado e insostenible". Durante ese año, el ahorro nacional bruto representó el 50 por ciento del producto interno bruto (PIB), un aumento en comparación con el 37 por ciento en 2000. Estos enormes ahorros financiaron una inversión nacional del 41 por ciento del PIB y un superávit por cuenta corriente del 9 por ciento.

Luego vino la crisis financiera mundial. Las autoridades chinas rápidamente se dieron cuenta de que el superávit por cuenta corriente se había vuelto insostenible. En el corto plazo, la única forma de evitar una caída era expandir aún más la inversión. En 2011, la inversión bruta alcanzó el 48 por ciento del PIB y el superávit por cuenta corriente se redujo al 2 por ciento. Pero el ahorro nacional se mantuvo en el 50 por ciento del PIB.

Esta solución produjo nuevos problemas. El primero fue un decreciente rendimiento de la inversión. La forma más simple de mostrar esto es a través de la relación incremental capital-producto (ICOR, por sus siglas en inglés), la cual mide la cantidad de inversión necesaria para generar un determinado aumento en la producción. Ésta aproximadamente se ha duplicado desde 2007. Eso no es sorprendente: la tasa de inversión ha aumentado significativamente, mientras que el crecimiento se ha reducido casi a la mitad. Además, es probable que el aumento en la ICOR subestime el verdadero declive en los rendimientos: tal y como lo sostiene Michael Pettis de la Escuela de Gerencia Guanghua de la Universidad de Pekín, la inversión inútil no contribuye al PIB.

El segundo problema es que el incremento en la inversión fue impulsado por un enorme aumento de la deuda. Según el Instituto de Finanzas Internacionales, la deuda bruta aumentó del 171 al 295 por ciento del PIB entre el cuarto trimestre de 2008 y el tercer trimestre de 2017. Estos porcentajes son muy elevados para un país emergente. Además, la mitad del aumento de la deuda se destinó a entidades corporativas no financieras, las cuales fueron responsables por gran parte del aumento de la inversión. Es probable que una parte importante del aumento de esta deuda resulte ser incobrable. Empezando por el dramático aumento de la dependencia crediticia del crecimiento, Enodo Economics, una consultora especializada en China cuya sede principal está en Londres, argumenta que las condonaciones de la deuda necesarias en última instancia pudieran representar el 20 por ciento del PIB. Esto puede parecer un porcentaje grande. Pero sería manejable para un país acreedor con un sistema financiero mayormente cerrado.

Hasta 2014, entonces, no había sucedido nada que hiciera que la economía china pareciera menos inestable, desequilibrada, descoordinada e insostenible. Por el contrario, China simplemente había remplazado un excesivo superávit por cuenta corriente con una inversión aún más excesiva, con un aumento vertiginoso de la deuda y con burbujas en las propiedades.

Durante los últimos tres años por fin se han producido cambios: la inversión ha disminuido en un 3 por ciento del PIB, mientras que el consumo público y el privado ha aumentado en aproximadamente la misma proporción. Como resultado, el consumo se ha convertido en una fuente más importante de demanda adicional que la inversión. Por lo tanto, en 2017, según lo anotado en un documento de antecedentes del Foro de Desarrollo de China de este año, el consumo final contribuyó el 59 por ciento del crecimiento del PIB. Conforme el crecimiento de la inversión por fin ha disminuido, el aumento del endeudamiento también (aparentemente) se ha detenido.

Detrás de estos resultados ha habido una voluntad de sustituir la cantidad de crecimiento por la calidad del mismo. Entre las explicaciones de esta disposición se incluyen la contracción de la fuerza laboral y una desaceleración de la tasa de migración rural-urbana. La economía de hoy en día, cada vez más impulsada por los servicios, también es más intensiva en cuestiones laborales que la economía del pasado, impulsada por la industria pesada. Con la mano de obra actualmente disminuyendo y con el crecimiento siendo más intensivo en lo relacionado con los empleos, los salarios reales se han disparado, elevando la participación de la fuerza laboral en el ingreso nacional. Enodo Economics argumenta que, en 2015, la proporción del ingreso familiar disponible y la compensación laboral ya eran más altas que en Japón y que en Corea del Sur.

Es sólo porque la tasa de ahorro de los hogares continúa siendo muy alta en China que el consumo privado representa una proporción tan baja del PIB. A medida que el envejecimiento de la población se arraigue, es probable que esto cambie, posiblemente con bastante rapidez. Si el gobierno proporcionara una red de seguridad adecuada y también mejores servicios de salud y de educación, la tasa de ahorro de los hogares pudiera descender significativamente. De ser así, la tasa de inversión también pudiera reducirse a un nivel más adecuado. Después de todo, todavía sigue siendo considerablemente más alto de lo que era en 2007, y mucho más que en 2000.

En resumen, si bien los cambios son lentos y el ajuste completo para alcanzar niveles más razonables pudiera demorar hasta mediados de la próxima década, estamos presenciando los primeros indicios de un cambio necesario en la estructura de la economía china hacia una menos desequilibrada y, sobre todo, una que depende más de la demanda del consumidor de la vasta población de China. Eso, a su vez, sería beneficioso para China y para el resto del mundo.

La implementación de buenas políticas también pudiera acelerar el cambio al aumentar la transferencia de utilidades a las personas, a través de la propiedad, de los impuestos o, mejor aún, de una combinación de ambos. Es más o menos inevitable que también se necesite una reducción de la excesiva deuda, junto con una reforma considerable del sector financiero. Pero eso también sería mucho más fácil si los enormes desequilibrios — sobre todo la excesiva dependencia de la inversión — llegaran a su fin.

Las posibilidades de lograr un reequilibrio, desesperadamente necesario, e incluso de gestionar esa transformación con bastante facilidad, están aumentando. La historia contada por el ex primer ministro Wen está lejos de haberse terminado. Pero por lo menos ahora podemos imaginarnos un final feliz.

Copyright The Financial Times Limited 2018

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