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Edward Snowden y la conciencia de los millennials

Los millennials temen la vigilancia de instituciones como Google

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Edward Snowden y la conciencia de los millennials
Edward Snowden. (FOTO SHUTTERSTOCK.)

Los millennials temen la vigilancia de instituciones como Google y Facebook, pero también los consideran como atractivos empleadores

Cuando Edward Snowden accedió a hablar en la Universidad Paris 1 Panthéon-Sorbonne a través un enlace de vídeo desde Moscú el mes pasado, los estudiantes reservaron los 500 lugares en el anfiteatro en tres minutos. Había 7,000 personas en la lista de espera. “Nunca habíamos visto eso antes”, dice Patrick Weil, un politólogo francés que forma parte del equipo legal de Snowden.

Yo asistí como periodista. En el instante en que apareció la cara de Snowden en la pantalla el salón estalló en aplausos y silbidos. Había multitudes reunidas afuera de la puerta. La conversación fue emotiva: a Snowden le encantaría vivir entre nosotros en París, pero Francia no le dará asilo.

En 2013, como un contratista de 29 años en la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (NSA), Snowden reveló el alcance de la vigilancia masiva de su gobierno. Huyó al extranjero y terminó en Moscú cuando EEUU canceló su pasaporte. Desde entonces, a pesar de no figurar en las noticias, se ha convertido en un héroe, especialmente para los jóvenes.

Tiene 3.9 millones de seguidores en Twitter. Un 80 por ciento de los adultos franceses, alemanes e italianos lo ven positivamente, al igual que la mayoría de los estadounidenses menores de 35 años, según la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles. Es la cuarta persona más popular entre los millennials británicos, después de Michelle Obama, el Papa Francisco y Malala Yousafzai, según los encuestadores YouGov. El culto de Snowden revela mucho sobre las visiones del mundo de los millennials.

Incluso aparte de sus extrañas circunstancias, Snowden tiene el estilo de una estrella: un elegante peinado rubio, una barba fina, una fluidez total en oraciones completas y experticia en tecnología de alto nivel. También importa la historia de su martirio: su exilio después de sacrificar su bienestar por la causa de la verdad. Si no hubiera huido, le recuerda a la audiencia: “Me hubieran impuesto una de las sentencias más largas en la historia de la justicia penal”.

De manera reveladora, los ocho héroes favoritos entre los millennials británicos, medidos por YouGov, incluyen a otras dos personas que divulgaron secretos oficiales: Julian Assange, de WikiLeaks, y el ex soldado de EEUU que se convirtió en denunciante, Chelsea Manning. Al igual que Snowden, atraen a una generación que ha pasado su vida bajo la vigilancia tecnológica de gobiernos, empresas de tecnología e incluso sus padres. Anne Longfield, la comisionada para niños de Inglaterra, ha calculado que para cuando el niño promedio tenga 18 años, habrán aparecido en línea 70,000 publicaciones sobre ellos, comenzando con imágenes de ultrasonido desde el útero.

Actualmente es común que los estudiantes universitarios sean rastreados electrónicamente por sus padres, quienes a menudo pueden acceder a los mensajes y actividades en línea de sus hijos, señala el autor estadounidense Dave Eggers. Snowden les dice a los estudiantes parisinos: “La idea de un pensamiento no considerado, una indiscreción juvenil, un error olvidado son cosas que ya no existen”.

Hace una generación, dice, se necesitaban equipos de personas para establecer la ubicación de una persona; ahora, un solo oficial puede rastrear a “un gran número de personas”. Snowden concluye: “Las instituciones nunca han sido más poderosas en la historia de la humanidad”. Los millennials temen a estas instituciones de vigilancia, pero también las consideran como empleadores atractivos. Después de todo, la vigilancia parece ser lo que los gobiernos y las empresas hacen mejor. Snowden encarna esta ambivalencia de los millennials. Antes de revelar información y huir, repetidamente tomó puestos de trabajo con instituciones poderosas: el ejército estadounidense durante la guerra de Irak, la CIA, la NSA.

Los estudiantes de la Universidad Paris 1 Panthéon-Sorbonne enfrentan opciones profesionales similares. Durante el turno de preguntas, una mujer cursando una maestría en “regulación de nuevas tecnologías” le dice a Snowden que tanto ella como sus compañeros siguen “recibiendo atractivas ofertas de compañías como Google, Facebook, etc.”. La paga y el desafío intelectual son seductores. ¿Que deberían hacer?

En la pantalla, Snowden asiente con simpatía. Él dice que luchó con la misma pregunta en la CIA y en la NSA: “¿Es mejor estar fuera de la organización, sin ningún poder para cambiarla, o tratar de reformarla desde dentro? Pero esto es lo que quiero que todo el mundo recuerde: a veces las instituciones tienen mayor habilidad para reformar a las personas que contratan, que la habilidad de las personas que contratan para reformar las instituciones. Éste fue el caso en la CIA, este fue el caso en la NSA, en Google, en Facebook.

Snowden continúa: “Si tienes valores antes de entrar, debes escribirlos. Y si encuentras algo que te parece mal, huele mal, se ve mal y estás esperando que alguien haga algo al respecto, quiero que recuerdes: eres la persona que estás esperando. Nunca estamos más que a una sola decisión de hacer algo. Si yo tuviera la oportunidad de hacerlo de nuevo, lo volvería a hacer, y lo haría antes. No salvé el mundo, pero lo mejoré”.

Para Malcolm Harris, autor de Kids These Days (Niños estos días), la decisión de Snowden de “hacer algo” lo convierte en el ejemplar empleado millennial: eligió sus valores personales sobre su empleador. Y, como símbolo de una generación escasa de poder en el lugar de trabajo, usó la herramienta típica del empleado sin poder: la filtración.

Snowden deja a su público con un último pensamiento: “Cuando mi familia viene a visitarme, siempre me dicen: “mantente seguro”. Lo aprecio, lo amo. Pero al despedirnos esta noche, yo les digo “manténganse libres”. Los estudiantes estallaron en euforia. Sin embargo, mientras bajan las escaleras hacia la noche parisina, donde Snowden desea estar, casi todos han sacado un teléfono inteligente.

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