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El extraño caso de Donald Trump y la infraestructura desaparecida

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El extraño caso de Donald Trump y la infraestructura desaparecida
Donald Trump, presidente de los Estados Unidos. (FOTO EFE.)

El presidente solía blandir la palabra ‘infraestructura’, pero ni un solo proyecto ha comenzado.

Cuando Donald Trump llegó a la Casa Blanca a principios de este año, le encantaba blandir la palabra ‘infraestructura’. No es de extrañarse. El Sr. Trump ganó las elecciones presidenciales estadounidenses el año pasado prometiendo crear millones de empleos y generar un crecimiento más rápido. Una manera obvia de hacerlo sería implementando un enorme plan de infraestructura. Después de todo, la infraestructura de EEUU se ha deteriorado a tal grado durante los últimos años que actualmente ocupa el puesto 12 a nivel mundial, según la Casa Blanca.

Pero a nueve meses del comienzo de su presidencia, la palabra ‘infraestructura’ ha silenciosamente desaparecido de su vocabulario. Sí, el presidente todavía hace vagas promesas sobre “un plan de un billón de dólares” para mejorar la infraestructura. Gary Cohn, el asesor económico de la Casa Blanca, y Elaine Chao, la secretaria de Transporte, presentaron a comienzos de este año unas propuestas para usar US$200 mil millones de fondos federales en infraestructura y para reformar el proceso de permisos con el fin de reducir el tiempo promedio de aprobación de proyectos de siete a dos años.

Pero no se han presentado planes tangibles ante el Congreso, a pesar de que Chuck Schumer, el astuto demócrata líder del Senado quien es un ferviente partidario de la infraestructura, parece dispuesto a negociar algunos acuerdos bipartidistas. Tampoco ha comenzado ni un solo proyecto, ni se ha creado ningún empleo. La única pista de alguna acción gira en torno a la privatización del control del tráfico aéreo.

¿Por qué? La explicación oficial es que es una cuestión de elegir el momento. Este otoño, el Sr. Cohn ha redoblado sus esfuerzos en cuanto a sus planes para pasar un paquete de reforma tributaria a través del Congreso. Por el momento éste es el enfoque clave, o por lo menos ése es el argumento que la Casa Blanca está presentando.

Pero si quieres otra explicación, considera la historia de Dan Slane, un exasesor del Sr. Trump que ha estado verdaderamente sumergido en los detalles de los planes de infraestructura. Fuera de Ohio, no mucha gente ha escuchado hablar del Sr. Slane, quien dirige compañías en Columbus con un enorme enfoque en los bienes raíces. Pero él se unió al equipo de campaña electoral del Sr. Trump el año pasado y, después de las elecciones, se le dio la tarea de crear un plan de infraestructura viable de un billón de dólares.

Él pasó varios meses consultando con sindicatos, con líderes empresariales y con políticos estatales. Luego, junto con Boston Consulting Group y con CG/LA Infrastructure, identificó 51 proyectos “listos para la construcción”. Algunos involucraban reparaciones desesperadamente necesarias a la existente infraestructura, como las esclusas y las represas en el río Ohio en Kentucky e Illinois; otros eran nuevos proyectos, como el ferrocarril de alta velocidad en Texas y en Florida, nuevas líneas de metro en Nueva York, y túneles para la conducción de agua de 50 kilómetros de largo en California.

Los consultores estimaron que estos 51 proyectos podían generar 260,000 empleos y un significativo impulso económico. Y, aunque el costo era considerable, cerca de US$230 mil millones, el Sr. Slane propuso comenzar con 27 proyectos que ya estaban planeados en detalle y que podían producir ingresos inmediatos y, por ende, atraer financiamiento privado. “Cada uno de los fondos de infraestructura del mundo me contactó para involucrarse, incluyendo a los saudíes, a los chinos y a otros países”, me comentó el Sr. Slane. “Encontrar el dinero es el menor de los problemas”.

En términos económicos, el plan parece increíblemente razonable (excepto para los intransigentes halcones fiscales). En términos políticos, también parece atractivo. Pero cuando el Sr. Slane presentó sus ideas, ocurrió algo peculiar: desaparecieron. Ni el Sr. Slane ni la Casa Blanca ha explicado por qué. Pero algunos amigos del Sr. Slane culpan a una ‘guerra territorial’: el Sr. Cohn quería imponer su propia agenda en materia de infraestructura, basada en alianzas público-privadas, de las cuales el Sr. Slane desconfía.

Los otros culpables fueron la simple incompetencia y el caos. Parece que el presidente nunca convocó reuniones para hablar de las ideas del Sr. Slane. Nadie creó tampoco un plan de estrategia. De hecho, incluso no está claro si el Sr. Trump siquiera leyó esos documentos. “He construido cientos de millones de dólares de infraestructura; yo sé lo que hay que hacer”, se lamentó el Sr. Slane. “Lo que me desespera es que tenemos un presidente que es un promotor inmobiliario. ¡Él sabe cómo funciona esto!”.

Sin embargo, es probable que éste no sea el final de la historia. El Sr. Slane ahora está tratando de persuadir al Congreso para que acepte sus 51 proyectos. Por su parte, el Sr. Cohn, la Sra. Chao y el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, todavía afirman que seguirán adelante con su propio plan cuando — o si — el asunto de la reforma fiscal se resuelva. Algunos de los antiguos amigos del Sr. Trump en el mundo de bienes raíces también están ofreciendo consejos en materia de infraestructura. Casi todo el mundo, al parecer, está de acuerdo con el Sr. Slane en que se trata de una idea sumamente sensata.

Pero, por el momento, su plan sigue estando inédito. Representa una oportunidad perdida. Es también un poderoso símbolo de tantas cosas que han fracasado en la Casa Blanca. El Sr. Slane, por su parte, sigue apoyando al presidente, culpando a su personal por aplastar su sueño. Pero la pregunta es si los votantes a favor del Sr. Trump serán tan indulgentes cuando se lleve a cabo la próxima elección. Piensa en eso la próxima vez que oigas al Sr. Trump blandiendo la palabra ‘infraestructura’.

Gillian Tett (c) 2017 The Financial Times Ltd. All rights reserved