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Cambio climático
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El mito del crecimiento verde

Podemos ser verdes o podemos crecer, pero no podemos lograr ambos hechos a la vez

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El mito del crecimiento verde
Bosque de bambú.

Por Simon Kuper / Financial Times

A continuación está la historia sobre el clima que a nosotros los liberales nos gusta contarnos: una vez que nos deshagamos de los dinosaurios de la política como el Sr. Trump, nos enfrentaremos a los grupos de presión de los combustibles fósiles y de las corporaciones codiciosas, y votaremos a favor de un “nuevo acuerdo verde”.

Este acuerdo financiará industrias limpias y de rápido crecimiento: la solar, la eólica, los vehículos eléctricos, la ropa sostenible. Será beneficioso para todos: podremos ecologizar nuestras sociedades y seguir consumiendo. Ésta historia se llama “crecimiento verde”.

Desafortunadamente, el crecimiento verde probablemente no existe, al menos no existirá en las próximas dos décadas, tiempo durante el cual tendremos que reducir la mayoría de nuestras emisiones de carbono para mantener habitable el planeta. Nuestra generación tiene que elegir: podemos ser verdes o podemos crecer, pero no podemos lograr ambos a la vez.

Empecemos con lo básico. Es necesario que reduzcamos casi a la mitad las emisiones mundiales de carbono actuales para 2030 si queremos tener la oportunidad de limitar el aumento de las temperaturas del planeta a 1.5 grados centígrados, ha explicado el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).

Numerosos científicos del clima piensan que las estimaciones retrospectivas del IPCC, basadas en el consenso, son demasiado optimistas, pero aceptemos esa cifra por un momento. Requeriría un significativo cambio. Las emisiones globales están aumentando, y alcanzaron un récord el año pasado. Mientras tanto, la población mundial está creciendo.

Por lo tanto, debemos reducir las emisiones mientras que alimentamos y proporcionamos combustible a más personas. Pero esas personas también se están volviendo más ricas: el ingreso global per cápita generalmente crece alrededor del 2 por ciento al año.

Y, cuando las personas tienen dinero, lo convierten en emisiones. Eso es la riqueza.

Para lograr el crecimiento verde, tendríamos que emitir radicalmente menos carbono por unidad de producto interno bruto (PIB). La cantidad de carbono requerida para producir un dólar de PIB recientemente ha estado disminuyendo, en aproximadamente un 0.4 por ciento al año.

Pero, para mantener los aumentos de temperatura a niveles seguros, la intensidad de carbono de la economía global debe reducirse al menos 10 veces más rápidamente, ha estimado la Red de Política de Energías Renovables para el siglo 21 (REN21, por sus siglas en inglés), un grupo de expertos.

Los proponentes del crecimiento verde dirán: “No te preocupes, la energía renovable se está popularizando”. Y es cierto que las energías renovables modernas actualmente representan más del 10 por ciento del consumo total de energía, según la REN21. Para 2050, esa cifra pudiera alcanzar aproximadamente el 30%.

Pero el IPCC estima que, para entonces, tendremos que duplicar eso. Y, según Bloomberg New Energy Finance, la inversión global en proyectos de energía limpia cayó a sus niveles más bajos en seis años durante el primer semestre de 2019.

Los proponentes del crecimiento verde han aclamado la transformación de las economías europeas en las recientes décadas: un mayor PIB, una disminución de las emisiones. Pero eso se debe, principalmente, a que estos países han ‘exportado’ sus emisiones: muchos de sus productos actualmente se fabrican en Asia.

Además, la aviación y el transporte marítimo no se cuentan como parte de los presupuestos nacionales de carbono. El Proyecto del Carbono Global (GCP, por sus siglas en inglés), una red de científicos, ha calculado que, una vez que se consideran las emisiones integradas en los bienes importados, las emisiones de carbono de la Unión Europea (UE) son aproximadamente un 19 por ciento más altas que las cifras oficiales del bloque; en el caso de numerosas ciudades grandes, la brecha es de alrededor del 60 por ciento.

La triste verdad es que pasar del crecimiento sucio al verde llevará mucho más tiempo del que tenemos. La infraestructura que utilizaremos durante las próximas cruciales décadas en gran parte ya ha sido construida; y no es ecológica. La mayoría de los aviones y de los barcos cargueros de la actualidad todavía estarán en uso para 2040. Todavía no existen alternativas verdes, ni tampoco suficientes hamburguesas veganas o ropa sostenible.

También en 2040, la mayoría de las personas estarán viviendo en las mismas calles que en la actualidad, y todavía estarán manejando automóviles. Los vehículos eléctricos no nos salvarán: las emisiones de su vida útil son inaceptablemente altas. (La extracción de litio, la fabricación de baterías de automóviles, el envío de automóviles y la generación de la mayor parte de la electricidad no son procesos limpios).

O imaginémonos lo que involucrará el nuevo proyecto de infraestructura más grande del mundo: la Iniciativa Un Cinturón, Una Ruta de China, la cual es una red de carreteras, de puertos, de plantas de cemento, de plantas de energía (muchas de combustión de carbón) y, sí, de muchos ferrocarriles ‘verdosos’ construidos para distribuir con rapidez bienes de consumo a nivel mundial. Eso es crecimiento, pero no es verde.

Es una realidad que nos estamos volviendo más eficientes en cuanto al consumo de combustible. Tanto barcos como automóviles y aviones han reducido su consumo de energía por kilómetro.

Pero, como William Jevons señaló en 1865, cuando los combustibles se vuelven más baratos y más eficientes usamos más de ellos. Tomemos en cuenta el aumento global en las ventas de automóviles, el aumento de la velocidad de los barcos y el creciente número de vuelos cada año. Aproximadamente cuatro de cada cinco personas en la Tierra nunca han tomado un vuelo; muchas de ellas no pueden esperar para hacerlo.

Si el crecimiento verde no existe, la única forma de prevenir una catástrofe climática es “decrecer” ahora, no en 2050: dejar mayormente de volar, de comer carne y de comprar ropa hasta que tengamos alternativas ecológicas; prohibir los automóviles privados y abandonar los suburbios en expansión. Una larga depresión económica pudiera ser suficiente para mantener habitable al planeta. También necesitaríamos desviar dinero del consumo para construir infraestructura verde. Éste es, básicamente, el argumento de Greta Thunberg.

Pero eso nos colocaría en un mundo nuevo. El crecimiento económico, la democracia y el dióxido de carbono siempre han estado entrelazados. El crecimiento y la democracia apenas existían hasta que el carbón impulsó la revolución industrial. ¿Puede la democracia sobrevivir sin carbono?

No lo vamos a saber. Ningún electorado votará para destruir su propio estilo de vida. No podemos culpar a los malos políticos o a las corporaciones. Somos nosotros quienes tenemos la culpa: siempre elegiremos el crecimiento sobre el clima.

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