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El príncipe heredero de Arabia Saudita realiza movidas riesgosas

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El príncipe heredero de Arabia Saudita realiza movidas riesgosas
Príncipe Mohammed bin Salman. (FOTO ARCHIVO DL.)

Las ambiciosas reformas de MbS son tan extensas que chocan entre sí

Hace una semana, Sophia — el famoso robot humanoide —poderosos financieros occidentales asistieron a un encuentro en Arabia Saudita en el que el heredero al trono, Mohammed bin Salman (MbS), se jactó de la nueva aceptación de la modernidad en el reino. Entre otros artilugios, a Sophia se le otorgó la nacionalidad saudí.

Esta semana, el hotel Ritz que albergó la conferencia acogió un tipo diferente de invitados: los príncipes defenestrados y los empresarios atrapados en una purga anticorrupción sin precedentes que elimina los rivales del príncipe heredero y ratifica su posición como el gobernante supremo del reino.

La espectacular movida política, revelada en el medio de la noche el sábado, incluyó la eliminación de un rival potencial, Miteb bin Abdullah, hijo del fallecido rey y jefe de la Guardia Nacional; y el arresto de decenas de otros, incluyendo el príncipe Alwaleed bin Talal, el multimillonario financiero. Se arrojó una red tan grande que, como me dijo en broma un amigo saudí, si lo que se quería era enviar un mensaje, “no quedó nadie para escucharlo”.

MbS, de 32 años de edad — en medio de especulaciones de que su padre, el Rey Salman, está planeando abdicar en su favor — está demostrando ser un joven con una extraordinaria prisa para acumular poder y transformar el reino en un lugar socialmente más liberal y económicamente diverso. La descarada actitud con la que pretende alcanzar sus objetivos podría poner en peligro todo el esfuerzo.

Aunque está apostando a que los jóvenes saudíes, quienes representan la mayor parte de la población de 32 millones de personas, lo apoyarán, MbS también está alienando otros sectores de la sociedad: clérigos, élites empresariales y políticas, y otras ramas de la familia real.

Las ambiciones reformistas del príncipe son tan extensas que chocan entre sí. Quiere que Arabia Saudita regrese al sistema socialmente más liberal que prevalecía antes de la toma violenta en 1979 de la Gran Mezquita en La Meca por parte de extremistas wahabíes. Ese acontecimiento aterrorizó tanto a la familia real que cedió un poder social considerable a los clérigos.

Su programa económico pretende recortar los beneficios vitalicios que el estado ya no puede costear y ponerle fin a la adicción saudí al petróleo. MbS reconoce que esa reforma requiere medidas drásticas. Pero junto a esos loables objetivos, el príncipe está siguiendo un estricto manual autoritario que no permite la disidencia, ya sea interna, dentro de la familia real o de otros vecinos sunníes. En los medios de comunicación social, el principal foro para la expresión política saudí, los críticos han sido silenciados y sustituidos por los aduladores. Decenas de intelectuales, clérigos y comerciantes han sido detenidos. Entonces, este fin de semana, MbS se enfocó directamente en sus primos de la realeza y las élites empresariales tradicionales.

De forma similar, la política exterior saudí está agresivamente enfocada en revertir la influencia iraní en el Medio Oriente. Después de librar una guerra en Yemen contra los rebeldes apoyados por Teherán, MbS ha encabezado la batalla diplomática contra Qatar, un rebelde que se niega a aceptar los principios saudíes. Horas antes de la purga del sábado, Saad Hariri, el primer ministro del Líbano y aliado de Arabia Saudita, anunció su dimisión de un gobierno de unidad nacional que incluye a Hezbolá, la organización respaldada por Irán. Muchos en el Líbano asumen que sus mecenas saudíes le dijeron al Sr. Hariri que renunciara.

En la sociedad saudí resuenan una iniciativa anticorrupción y una postura más firme hacia Irán. Sin embargo, la ejecución de estos objetivos podría no inspirar confianza. La guerra en Yemen ha costado miles de millones de dólares que podrían haberse invertido en el país para crear los empleos que MbS ha prometido. La purga también refuerza el carácter arbitrario de la monarquía saudí y desconcierta a las empresas que deberían ser estimuladas a invertir. Lo que MbS está construyendo con una mano, podría estarlo destruyendo con la otra.

Por Roula Khalaf (c) 2017 The Financial Times Ltd. All rights reserved.