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¡El TLCAN ha muerto, que viva el TLCAN!

El nuevo acuerdo representa un pequeño cambio para el comercio, pero un enorme éxito para la política del comercio

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¡El TLCAN ha muerto, que viva el TLCAN!
En el lado ‘bueno’ se encuentra algo que no se parece a la habitual liberalización comercial. (FUENTE EXTERNA)

Contenido sindicado

Martin Sandbu

¿Qué importa un nombre? Un trato comercial con cualquier otro nombre sería igualmente una victoria, pero no para Donald Trump. Una victoria definitiva para el presidente estadounidense es que él ahora puede hacer alarde de haber cumplido con una promesa: la actualización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) para convertirlo en un nuevo Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA, por sus siglas en inglés) hace que él esté técnicamente correcto al declarar que se deshizo del TLCAN.

Aparte del nombre, el acuerdo anteriormente conocido como el TLCAN es inquietantemente similar al original. Mis colegas han revisado las principales actualizaciones sustantivas de la relación comercial, y a continuación se encuentra lo bueno, lo malo y lo feo.

En el lado ‘bueno’ se encuentra algo que no se parece a la habitual liberalización comercial. El USMCA le agrega al TLCAN nuevos requisitos para que México sea más acomodaticio con los sindicatos. También requiere que el 40 por ciento del valor de un automóvil se produzca en fábricas que les paguen a los trabajadores más de US$16 por hora para permitir que el automóvil cruce las fronteras sin pagar aranceles. La intención es, sin duda, favorecer la producción en EEUU o en Canadá, aunque el efecto también pudiera ser forzar a las plantas mexicanas a aumentar su productividad laboral mediante una mayor automatización o mediante mejores prácticas laborales. El resultado, en ese caso, sería tener menos, pero mejores, trabajos allí.

En cualquier caso, esto debiera considerarse como una victoria para Canadá, el cual ha estado persiguiendo ajustes similares del TLCAN en pro de la mano de obra durante algún tiempo. (Los canadienses también tienen algunas obsesiones similares a las del Sr. Trump con los nombres, habiéndole agregado “Comprensivo y Progresivo” al Acuerdo de Asociación Transpacífico [TPP, por sus siglas en inglés] cuando se rescató ese acuerdo después de la retirada de EEUU). Mientras tanto, EEUU les garantiza a Canadá y a México amplio acceso libre de aranceles en caso de que impusiera nuevos aranceles a los automóviles provenientes de otros países.

Una mejora más convencional desde una perspectiva de libre comercio es que Canadá ha otorgado un mejor acceso a su mercado para los productos lácteos y los vinos estadounidenses. También es ‘bueno’ que el panel de disputas del TLCAN se esté manteniendo intacto. Eso no es cierto en el caso de los tribunales especiales en los que las compañías pueden demandar a un gobierno que imponga regulaciones en contra de sus intereses, un mecanismo conocido como solución de controversias entre inversionista y Estado (ISDS, por sus siglas en inglés). Pero ya era tiempo de decirles adiós. Los sistemas judiciales normales de los países desarrollados están perfectamente capacitados para adjudicar quejas corporativas.

En el lado ‘malo’ se encuentra la introducción de una cláusula de caducidad: el USMCA finalizará en 16 años, a menos que las partes acuerden extenderlo. Eso no hace más que añadir incertidumbre. Canadá también accedió a ciertas extensiones de patentes, algo que EEUU había vigorosamente negociado en el TPP para proteger de la competencia a sus compañías ricas en propiedad intelectual. Esto es un comercio menos libre, en vez de más libre.

Por último, lo ‘feo’: no tanto en un sentido moral, sino en el sentido de que es complicado descifrar las consecuencias. El requisito de contenido regional para el comercio libre de aranceles se elevará del 62.5 al 75 por ciento. Esta medida está supuesta a reducir las importaciones de repuestos de automóviles provenientes de países que no pertenecen al TLCAN y fomentar la fabricación de automóviles dentro de la región. Pero el efecto pudiera bien ser el contrario. Si calificar para el comercio libre de aranceles requiere una costosa reconfiguración de la cadena de suministro de una compañía — más costosa que pagar el arancel — es probable que simplemente renunciara al beneficio por completo. Y si tiene que pagar el arancel de todos modos, puede resultarle conveniente importar todavía más repuestos de orígenes que no estén dentro del TLCAN que antes. No es obvio cuál incentivo es el más fuerte en general. La industria en sí no parece pensar que conduciría a una mayor inversión en la producción de automóviles en EEUU.

En general, los cambios sustanciales equivalen solamente a remiendos de ciertos aspectos del TLCAN tal como era. Quizás eso debiera ser acogido con positivismo. Richard Haass escribió en Twitter: “USMCA es NAFTA más TPP más algunos ajustes. Lo que sea... si Donald Trump y el Congreso ahora estn preparados para adoptar una agenda procomercio, todo está bien”.

Lo que es realmente ‘feo’, sin embargo, es el efecto de reescribir el TLCAN basándose en la política del comercio. El nuevo acuerdo significa que el Sr. Trump se ha salido con la suya en relación con su combinación de acoso e insistencia en los acuerdos bilaterales: México cedió bajo presión, dejando a Canadá por su cuenta — y siendo el blanco de los aranceles unilaterales — hasta que Ottawa también decidió llegar a un acuerdo. Eso le sigue a la intimidatoria presión ejercida por EEUU sobre Corea del Sur con el fin de cambiar los términos del acuerdo comercial entre los dos países. Todo esto es un precalentamiento para el enfrentamiento con China, por supuesto, pero, como lo señala Paul Blustein, “las tácticas de acoso de Trump representan una amenaza mucho más letal para el sistema basado en reglas que China”.

Habría sido mucho mejor para el mundo, y para todos los países afectados, si no hubieran cedido ante las amenazas del Sr. Trump y hubieran continuado negándose a negociar ‘a punta de pistola’. Eso lo habría privado de recompensas políticas por su unilateralismo, en lugar de alentarlo, como es casi seguro que haya ocurrido.

Tal como está, ¿pudiéramos al menos disminuir su simbólica victoria en el nuevo nombre del TLCAN? Si podemos permitirnos una pequeña licencia anagramática, U-SCAM (que equivaldría en inglés a “tú estafas”) tiene un cierto atractivo.

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