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El trabajo en la era de las máquinas inteligentes

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El trabajo en la era de las máquinas inteligentes
Tecnología. (FOTO DE SHUTTERSTOCK.)

¿Cómo se organiza una sociedad en la que pocas personas hacen algo económicamente productivo?

Ya en 1984, en su libro “Los caminos del Paraíso”, André Gorz, un autoproclamado “reformista revolucionario”, declaró, sin rodeos, que la “revolución microeconómica anuncia la abolición del trabajo”. Él incluso argumentó que “el trabajo asalariado... puede dejar de ser una preocupación central para finales del siglo”. No eligió el mejor momento para argumentarlo. Pero los analistas serios piensan que, en cuestión de dirección, él tenía razón. Entonces, ¿qué pudiera significar para la humanidad un mundo de máquinas inteligentes? ¿Se volverán los seres humanos tan económicamente irrelevantes como los caballos? Si es así, ¿qué pasará con nuestra autoestima individual y con la organización de nuestras sociedades?

En una excepcional presentación reciente, Adair Turner, el expresidente de la entidad reguladora financiera del Reino Unido y presidente del Instituto para el Nuevo Pensamiento Económico, aborda estas preguntas. Él partió de la suposición de que las máquinas inteligentes, a la larga, podrán realizar la mayoría de las formas de trabajo actuales mejor que las personas y a un menor costo. Esto, argumenta, es una cuestión de cuándo sucederá, no de si sucederá. Y ocurrirá debido al progresivo avance de la potencia de procesamiento, a la capacidad de replicar el software sin costo, y al aumento del aprendizaje automático. Los ‘dioses robot’ nos volverán a todos redundantes.

Basándose en el informe “Un futuro que funciona”, publicado por el McKinsey Global Institute el año pasado, Lord Turner agregó que este futuro no llegará de manera uniforme: algunos se verán más afectados mucho antes que otros. Además, incluso si las máquinas inteligentes no pueden llevar a cabo todos los aspectos de un trabajo determinado, pueden desplazar a una enorme cantidad de trabajadores.

Con la tecnología actual, las tareas físicas predecibles y la recopilación y el procesamiento de datos serán particularmente vulnerables. Por sectores, “servicios de alojamiento y alimentación”, la fabricación y el transporte serán particularmente vulnerables. Según un artículo de Jason Furman, el expresidente del Consejo de Asesores Económicos de EEUU, y Robert Seamans, de la Escuela de Negocios Stern, quienes ganan menos y quienes cuentan con menos educación son más vulnerables.

Lord Turner ha argumentado que lo que está sucediendo también explica la “paradoja de la productividad” — una rápida innovación, pero un bajo crecimiento de la productividad — que discutí hace dos semanas. Una gran parte de la explicación puede deberse a un cambio de empleos relativamente bien remunerados en sectores con un crecimiento relativamente rápido de la productividad, como la manufactura, hacia trabajos relativamente mal pagados en sectores con bajo crecimiento de la productividad, como el de cuidado personal, de asistentes de salud a domicilio y de ventas al por menor. De los 10 sectores estadounidenses con el mayor crecimiento pronosticado del empleo entre 2014 y 2024 — los cuales se espera que generen el 29 por ciento de todos los nuevos empleos —, ocho tienen salarios medios por debajo de la mediana nacional. Esto, por supuesto, empeoraría la desigualdad y tendría implicaciones extremadamente negativas para la productividad general.

Pero eso no es todo. Lord Turner también ha sugerido otras razones responsables del aumento de la desigualdad y del bajo crecimiento de la productividad promedio. La primera es el crecimiento de actividades de “suma cero (o casi cero)”, algunas de las cuales no se miden en el rendimiento económico y pocas de las cuales contribuyen al bienestar social: pensemos en grupos de presión, en los operadores que utilizan métodos computarizados, o en los abogados especializados en asuntos tributarios. Incluso la educación tiene un fuerte carácter de suma cero: es un bien posicional. Además, tales actividades de suma cero están bien pagadas y, por lo tanto, extraen una gran cantidad de renta. Los exitosos creadores de cuasi monopolios digitales también disfrutan de una enorme cantidad de renta. Por lo tanto, no menos importante, lo mismo sucede con los dueños de propiedades en prósperas conurbaciones. La nueva economía es, por lo tanto, el paraíso del rentista.

La segunda razón es la subanotación del valor de los servicios gratuitos. Esto es posible. Pero los servicios gratuitos — los medios sociales, por ejemplo — pueden, según él, contribuir poco al bienestar. En este momento, es probable que las contribuciones sean una enorme cantidad de desdicha personal y la destrucción de nuestras democracias.

Ésta es, entonces, la imagen del futuro a mediano plazo: un lento crecimiento de la productividad general y un empeoramiento de la desigualdad. Esto es inconsistente con una democracia estable. Es más probable que ocurra un agravamiento de la actual política de codicia y de agravio. El resultado pudiera ser la plutocracia, la autocracia populista o una mezcla de ambas. Si, al final, la automatización volviera económicamente irrelevante a la humanidad, los retos serían aún más radicales.

En el mediano plazo — siempre que exista una perspectiva razonable de empleo para las personas que desean trabajar —, la política crucial será subsidiar los empleos. También es vital financiar servicios públicos de alta calidad para todos, especialmente en el campo de la salud, de la educación y del transporte. Además, tal y como lo ha sostenido Dean Baker, la concentración de los ingresos provenientes de las rentas de escasez clama por una mayor tributación de la riqueza y de los ingresos más altos, en particular incluyendo la tierra y la propiedad intelectual. De hecho, es casi seguro que la propiedad intelectual esté excesivamente protegida en la actualidad. Existen razones válidas para tener cierta protección, pero no demasiada. Creo que Adam Smith estaría de acuerdo.

A largo plazo, es probable que nuestros descendientes se enfrenten a todavía más decisiones existenciales (siempre que las máquinas les permitan tomarlas). ¿Cómo podrían organizar la sociedad en un mundo en el que pocas personas pueden hacer algo que obviamente sea económicamente productivo? El mundo pudiera volverse ‘tecnofeudal’, con una élite propietaria contratando enormes cantidades de baratos sirvientes humanos, no por su valor, sino por el placer de dominarlos. Las personas pudieran más bien compartir la abundancia de manera más equitativa, y todos disfrutarían del ocio civilizado que una vez fuera el privilegio de pocos. La nuestra es la primera civilización en considerar el trabajo como la causa más noble. Tal vez será necesario deshacerse de ese extraño prejuicio.

Eso es para el futuro lejano, sin embargo, aunque es uno en el que debemos pensar en este momento. Pero las tendencias en progreso exigen acción. Si la tendencia natural de nuestras economías es hacia la siempre creciente extracción de rentas y hacia la desigualdad, con todos sus terribles resultados sociales y políticos, debemos responder de manera reflexiva y decidida. Ése es el gran reto.

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