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La ira, el “hombre cohete” y el precio de la vanidad de Donald Trump

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La ira, el “hombre cohete” y el precio de la vanidad de Donald Trump
Donald Trump, presidente de Estados Unidos. (FOTO EFE)

La política de los aliados estadounidenses de esforzarse por minimizar el impacto del presidente se está quedando sin posibilidades.

La ira en la Casa Blanca no tiene límites. El líder norcoreano Kim Jong Un — el “pequeño hombre cohete”, como lo llama el presidente estadounidense — debe ser destruido. El acuerdo nuclear internacional con Irán es el peor acuerdo de la historia. El libre comercio es una conspiración contra EEUU. Los aliados de EEUU son unos parásitos. Es casi imposible no concluir que el peligro real e inminente para la paz y para la seguridad internacionales actualmente es la previsible colisión entre el narcisismo de Donald Trump y los límites del poder estadounidense.

Como candidato, el Sr. Trump prometió enterrar el internacionalismo liberal. Él se desharía de los ‘enredos’ globales a favor de darle prioridad al nacionalismo de “EEUU primero”. Como presidente, él ahora quiere que el mundo haga lo que él dice, o lo que él tuitea. El Sr. Trump no está acostumbrado a que lo desafíen, particularmente cuando los desafíos provienen de aquellos con nombres que suenan extranjeros de lugares desconocidos en el mapa. Al amenazar con aniquilar a Pyongyang o con desautorizar el acuerdo nuclear con Teherán, el presidente no es más que un enfurecido ególatra confundido por la imposibilidad de salirse con la suya.

Los arrebatos acarrean consecuencias, algo que se me hizo de nuevo evidente durante unos días transcurridos esta semana en Seúl. Los tambores de guerra suenan más amenazantes cuando estás al alcance de las baterías de artillería de Corea del Norte. No tanto porque los surcoreanos viven con miedo permanente. Ellos son estoicos y están acostumbrados a la amenaza del norte. Más bien porque, en el Sr. Kim, Pyongyang cuenta con un líder tan volátil como el presidente estadounidense. Las reglas de contención, de disuasión y todas las demás dependen de una cierta previsibilidad de ambas partes.

Las viejas heridas nunca se han cerrado adecuadamente en Asia Oriental, inyectando una cualidad visceral en los nacionalismos rivales. Para Europa, el sistema liderado por EEUU después de 1945 proporcionó una arquitectura de seguridad colectiva para promover la reconciliación y la integración. Sin embargo, Asia Oriental ha tenido que arreglárselas con un acuerdo de “tipo centro-periferia” que deja a cada aliado individualmente comprometido con EEUU, según Hahm Chaibong, el director del Instituto Asan, un centro de estudios de Seúl.

Cuando el presidente Trump habla de ir a la guerra para detener el programa nuclear de Pyongyang, los intereses de la región se dejan de lado. Lo que importa es que el Sr. Kim pronto pudiera contar con un misil capaz de llegar a la costa oeste de EEUU. Seúl rara vez recibe mención alguna, aunque enfrentaría devastadoras represalias. Cuando el presidente dice que puede asestar un “golpe de nocaut” a Corea del Norte, él descarta la posible pérdida de incontables miles de vidas surcoreanas.

En la medida en que el Sr. Trump tiene una política exterior, él la presentó el mes pasado durante su discurso ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La primera parte reconoció que EEUU había descartado el aburrido enfoque basado en los valores de los internacionalistas liberales a favor de uno ciego a las elecciones nacionales de los demás. Los Estados debieran tener la libertad de tomar sus propias decisiones, como decidir entre la libertad y la tiranía. La segunda parte estableció que la inviolabilidad de los Estados era un principio universal que no se aplicaría, bueno, universalmente. Sólo aquellos que están en el mismo ‘bando’ que EEUU pueden esperar que sus asuntos estén libres de la interferencia estadounidense. Casi todo lo que se escucha del Sr. Trump está plagado de esta contradicción. Yo lo llamo aislamiento belicoso.

La tentación es ignorar los delirios del presidente. Nueve meses de lidiar con una caprichosa Casa Blanca han visto a los aliados recurrir a una política de “solución alternativa”: ignorar las tormentas de Twitter, tratar con los adultos, particularmente con el secretario de Defensa estadounidense Jim Mattis, y esperar que se pueda preservar algo del antiguo sistema multilateral más allá del día de la partida del Sr. Trump.

La estrategia se está quedando sin posibilidades. La desautorización del acuerdo nuclear de Irán por parte del Sr. Trump amenaza con acabar con el ejercicio más exitoso en asuntos de seguridad colectiva durante una generación. En el mejor de los casos, destruye la credibilidad de EEUU en los esfuerzos internacionales de forma pacífica para evitar una mayor proliferación nuclear. El Sr. Trump bien pudiera haber colgado un letrero en la Casa Blanca que declarara que ya ni los amigos ni los adversarios pueden confiar en Washington.

En el peor de los casos, volverá a colocar a Irán en el camino hacia un programa de armas nucleares, con todos los inmensos riesgos que implicaría para la paz regional y mundial. El Congreso pudiera evitar una ruptura con los aliados de EEUU negándose a reintroducir sanciones contra Teherán. El daño a la posición de EEUU, sin embargo, ya está hecho.

El mensaje es claro. ¿Por qué debería Corea del Norte prestar atención a la comunidad internacional cuando EEUU, el participante clave, pudiera incumplir cualquier acuerdo? Da la casualidad de que Pyongyang no cree que necesite tal excusa. El Sr. Kim parece estar decidido a hacer lo que sea para construir un misil nuclear capaz de llegar a EEUU. Pero todavía importa que EEUU haya dilapidado su autoridad moral.

Restringir al Sr. Kim, si es que todavía fuera posible, requiere una coalición internacional sólida y unida que abarque a Rusia y China, así como a los aliados en el Asia Oriental y más allá de sus fronteras. Eso a su vez exige la presencia de un presidente estadounidense cuya comprensión de la diplomacia vaya más allá de la vanidad belicosa de un ‘peleonero callejero’. El precio del frágil ego del Sr. Trump puede resultar ser la guerra.

Por Philip Stephens (c) 2017 The Financial Times Ltd. All rights reserved.