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La política de Donald Trump: “Arabia Saudita Primero”

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La política de Donald Trump: “Arabia Saudita Primero”
Trump nunca ha ocultado su admiración por autócratas (AP)

EEUU lamentará la negativa de su presidente a enfrentar a Mohammed bin Salmán

Quizás lo hizo, quizás no, dijo Donald Trump, sobre la presunta orden del príncipe de la corona saudita de asesinar a Jamal Khashoggi. En cualquier caso, lo que pasó, pasó, concluyó el presidente estadounidense. Arabia Saudita compra armas, invierte en EEUU y es un bastión contra Irán, y eso es todo lo que él necesita saber.

El desenfado con que el presidente estadounidense ha abordado un crimen político — que según sus propios servicios de inteligencia fue ordenado por Mohammed bin Salmán — ha indignado al mundo y resume su crudo enfoque mercantilista hacia la política exterior. El hecho de que menosprecie el liderazgo estadounidense y estimule el peor comportamiento de los autócratas es un detalle irrelevante.

Pero, esto no debería sorprender a nadie. El Sr. Trump nunca ha ocultado su admiración por los autócratas, incluso los que tienen sangre en las manos. Y cuanto más ricos son, más los acepta.

Durante semanas, ha insinuado que quería terminar la discusión sobre el asesinato y desmembramiento del columnista del Washington Post en el consulado saudita en Estambul. Un guion similar se ha desarrollado en la relación de Sr. Trump con Vladimir Putin. Sin importar cuánta evidencia de maldad se acumule, el Sr. Trump parece más dispuesto a creer al presidente ruso que a la evaluación de la inteligencia estadounidense. Por lo tanto, el congreso ha tenido que intervenir para sancionar a Rusia. Tendrá que hacer lo mismo con Arabia Saudita.

A decir verdad, la Casa Blanca de Trump no es la única que busca proteger la alianza con Arabia Saudita. La relación ha atravesado altibajos, pero sus principios se han mantenido estables: Arabia Saudita garantiza el flujo constante de petróleo y recicla sus petrodólares, y EEUU garantiza la supervivencia del reino. Los derechos humanos nunca entran en esta ecuación. Durante un período posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001, perpetrados por un grupo de extremistas en su mayoría saudíes, la consternación estadounidense con un aliado que estaba engendrando radicalismo hizo que Washington analizara más estrechamente la alianza, pero concluyó que debía mantenerse. Bajo Barack Obama, las relaciones se agriaron nuevamente pues Arabia Saudita temía que EEUU estuviera girando hacia Irán. Pero incluso la Casa Blanca de Obama reconoció el valor de la alianza: se opuso a los intentos del congreso de permitirles a las familias de las víctimas de los ataques del 11 de septiembre demandar a Arabia Saudita.

Y, sin embargo, la actitud del Sr. Trump, en estilo y sustancia, es más perjudicial que cualquiera de sus antecesores. Primero está su disposición casi infantil a expresar una política que ignora el valor de la vida humana y reforzarla con afirmaciones exageradas sobre las inversiones saudíes y las acusaciones que hizo Riad sobre Khashoggi, quien residía en EEUU, de que era un “enemigo del estado”.

Luego está su incapacidad para articular una estrategia matizada que castigue a Arabia Saudita sin romper las relaciones. Y finalmente, el Sr. Trump parece ignorar el equilibrio de poder en la relación entre EEUU y Arabia Saudita. Al convencerse a sí mismo de que EEUU necesita a Arabia Saudita, ha debilitado su autoridad cuando debería aprovecharla para alterar el comportamiento saudita.

La cuestión crucial no es si el Sr. Trump acepta la responsabilidad del príncipe heredero en el asesinato de Khashoggi. Es si entiende los riesgos de aceptar el poder desenfrenado del príncipe Mohammed. El caso Khashoggi es parte de un patrón de imprudencia que incluye la guerra en Yemen y la supresión de la disidencia en el reino. Podría, en última instancia, desestabilizar a Arabia Saudita. Dentro de la Casa de Saúd y más allá, la frustración con la desobediencia del príncipe no se disipará. Una carta blanca por este salvaje asesinato les viene bien a los actuales líderes del reino, pero va en contra de los intereses estadounidenses a largo plazo.

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