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Las grandes empresas tecnológicas obtienen enormes beneficios a costa nuestra

Las empresas controladas por datos tienen una licencia para imprimir dinero, con pocas restricciones

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Las grandes empresas tecnológicas obtienen enormes beneficios a costa nuestra
Maureen Ohlhausen

Contenido sindicado

La presión ha ido creciendo en las últimas semanas sobre políticos y reguladores para reprimir el poder monopolístico de las “Big Tech”, o grandes empresas tecnológicas. En un discurso pronunciado en Washington DC el 12 de septiembre, Maureen Ohlhausen, presidenta interina de la Comisión Federal de Comercio de EEUU, rechazó la idea. Ella se hizo eco de la política antimonopolio de EEUU de los últimos 40 años: si las compañías bajan los precios para los consumidores, pueden ser tan grandes y tan poderosas, económica y políticamente, como quieran. Esto favorece enormemente a compañías como Google, Facebook y Amazon, que ofrecen servicios y productos que no sólo son baratos, sino a veces gratis.

Sin embargo, la Sra. Ohlhausen está ignorando un punto clave: gratis no es gratis si se tiene en cuenta que no estamos pagando por estos servicios en dólares, sino en datos, que incluyen todo, desde nuestros números de tarjetas de crédito y nuestros historiales de compras, hasta nuestras elecciones políticas e historiales médicos. ¿Cuán valiosos son esos datos personales?

Es casi imposible poner un precio exacto a los datos personales, en parte porque las personas tienen comportamientos e ideas muy variados acerca de proveer esos datos, dependiendo de cómo se plantean las ofertas. En un estudio reciente, cuando se les preguntó a los consumidores si estarían de acuerdo con ser rastreados por una empresa multimedia digital de marca a cambio de publicidad “más útil”, el 80 por ciento dijo que no. Sin embargo, otras investigaciones del Instituto de Tecnología de Massachusetts y la Universidad de Stanford demostraron que los estudiantes que participaron eran mucho más propensos a entregar todas sus listas de contactos de correo electrónico si se les ofrecía una pizza gratis, un incentivo patéticamente pequeño.

Se podría argumentar que esto es simplemente un mercado que funciona como debería. A los consumidores se les dio a elegir, y lo hicieron. Y si se trató de una mala elección no nos toca a nosotros juzgarlo.

Pero como demostró también el último estudio, las compañías pueden impulsar a los usuarios a deshacerse de los datos más libremente, diciéndoles que serán protegidos por la tecnología diseñada para evitar que “todos, desde los gobiernos hasta los proveedores de servicio de Internet, vean el contenido”. De hecho, la tecnología de cifrado en cuestión no podría garantizar esto.

Los grandes datos inclinan el campo de juego decididamente a favor de los propios grandes actores digitales. Pueden extraer información y plantar sugerencias que nos conduzcan a decisiones enteramente diferentes, lo cual se traduce en más beneficios para ellos. No sólo es demasiado poder para cualquier compañía, es anticompetitivo y distorsiona el mercado; las reglas básicas del capitalismo están siendo revocadas. No hay igualdad de acceso a la información de mercado en este escenario y ciertamente no hay transparencia de precios.

Los datos personales que regalamos tan libremente están espléndidamente monetizados por las compañías más ricas del planeta. (El margen operativo de Facebook en el segundo trimestre, por ejemplo, fue de 47.2 por ciento). Estas compañías obtienen su materia prima (nuestros datos) más o menos gratis, a continuación, les cobran a los minoristas y a los anunciantes. Esos costos son, en última instancia, transferidos a nosotros. Tienen una licencia para imprimir dinero, sin muchas de las restricciones — en términos de todo tipo de responsabilidad corporativa — que otras industrias tienen que enfrentar.

Estoy empezando a preguntarme si todos no deberíamos tener un derecho más explícito no sólo a controlar cómo se utilizan nuestros datos, sino a beneficiarnos de cualquier valor económico creado a partir de ellos. Cuando la riqueza reside principalmente en la propiedad intelectual, nuestro sistema debe reflejar esto. Estamos viviendo en un mundo nuevo, con una moneda totalmente nueva. Se requerirá pensamiento creativo — económico, jurídico y político — para garantizar que no se convierta en una sociedad en la que el ganador se lo lleva todo.

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