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Licitación competitiva de Amazon fue una elaborada farsa

Las grandes ciudades siempre estuvieron destinadas a ser las ganadoras del concurso para alojar su segunda sede

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Licitación competitiva de Amazon fue una elaborada farsa
Amazon es un referente del comercio electrónico.

John Gapper

Durante el último año, Amazon ha sometido a estados y a ciudades estadounidenses a un competitivo proceso de licitación para convertirse en la sede de su segunda oficina central planificada. Se le prometieron miles de millones en subsidios e incentivos fiscales para atraer a miles de empleos calificados. Una ciudad incluso ofreció cambiar su nombre a Amazon. El resultado sugiere que fue una elaborada farsa.

En lugar de recompensar a un estado olvidado, o a un suburbio de los estados centrales, Amazon redujo su lista final a la ciudad de Nueva York, al área metropolitana de Washington DC en el norte de Virginia, o a Dallas, Texas; y pronto dará a conocer el resultado. Éstas no sólo son importantes ciudades estadounidenses, sino que también se encuentran entre la superliga mundial.

El concurso comenzó como un despliegue público del poder de una de las compañías tecnológicas más grandes del mundo, pero terminó revelando los límites de ese poder. A Amazon no le queda más que favorecer a las grandes y sofisticadas ciudades que cuentan con selectas universidades, con enormes fuentes de talento, y con un buen sistema de transporte. Esas ciudades construyeron sus recursos y Amazon tiene que venir a ellas.

El ‘detalle’ es que el apetito de Amazon por contratar ingenieros y gerentes de software que ganan más de US$100,000 al año es tan voraz, que una sola nueva oficina no ha resultado ser suficiente. Habiendo proclamado que estaba buscando una “segunda sede completa para Amazon, no una oficina satélite” para complementar su base original de Seattle, la compañía parece haber optado por tener más bien tres, agregando una HQ2 (sede central 2) y una HQ3 (sede central 3).

Ni siquiera la más pulida de las ciudades estadounidenses resultaría adecuada para sus necesidades. Amazon está creciendo tan rápidamente que requiere millones de metros cuadrados de espacio en distritos industriales cerca del corazón de dos metrópolis. Eso maximizará sus posibilidades de reclutar a 50,000 empleados con escasas habilidades para la oficina central durante las próximas dos décadas. No está plantando una fábrica de automóviles en un terreno no desarrollado ni urbanizado en Alabama a cambio de algunas exenciones fiscales.

Una vez que haya construido estas adiciones a su oficina central de Seattle — la cual ya cuenta con 33 edificios y 45,000 empleados —, Amazon probablemente hará que se enfrenten entre sí. A principios de este año, Amazon insinuó que trasladaría empleos a otros lugares como parte de sus esfuerzos por resistir un impuesto de Seattle aplicado a los ingresos de las mayores compañías con el propósito de ayudar a las personas sin hogar. Jeff Bezos, el fundador de Amazon, es un asiduo estudiante de los incentivos financieros y del apalancamiento corporativo.

Pero cualquier ciudad con alcance global y con los servicios para complacer al empleado por excelencia de la oficina central de Amazon — un ingeniero de software sénior con una familia joven que desea vivir en un lugar estupendo —, debiera sentirse reconfortado. A largo plazo, la contratación de talentos es más importante para las compañías de tecnología que los ‘sobornos’; y las ciudades a las que naturalmente gravitan tales empleados tienen poder económico sobre los rivales menores.

Al igual que los empleadores como Amazon y como Apple operan a nivel mundial, estas ciudades tienden a ser internacionales, atrayendo a inversionistas extranjeros y a inmigrantes. Nueva York, Washington DC y Dallas se encuentran entre las 14 ciudades estadounidenses incluidas en el índice de 135 ciudades globales preparado por la consultora AT Kearney, con Seattle uniéndoseles este año. El índice incluye la mitad de las 20 áreas metropolitanas que Amazon había preseleccionado.

Los estados estadounidenses rutinariamente ofrecen incentivos, tales como subvenciones para la construcción y subsidios de capacitación para atraer a los empleadores; el año pasado, Wisconsin otorgó un subsidio de US$3 mil millones a la multinacional Foxconn de Taiwán para que ubicara una planta de fabricación en su estado. A menudo no generan valor: un estudio descubrió que una compañía determinada puede presionar a un estado para que le ofrezca un incentivo que es “demasiado grande o completamente innecesario”.

Para un fabricante, las exenciones tributarias y los subsidios de capacitación pueden ser suficientes para compensar gran parte de su inversión inicial. Los requisitos de empleo son relativamente simples: preparar una fuerza laboral de cientos de personas para trabajos de línea de montaje o para tareas de ingeniería de nivel inferior. Establecer la oficina central de una compañía tecnológica representa un reto mucho mayor, tanto en sofisticación como en escala.

Un ingeniero de software en el nivel que necesita Amazon tiene al menos una licenciatura y, a menudo, también una titulación de posgrado. Fuera del tipo de ciudades en su lista de preselección, sería imposible contratar con poca antelación a suficientes individuos para cumplir con las funciones que necesita, y también sería difícil persuadir a otros para que se muden. Estos profesionales pueden elegir entre una variedad de empleos y de lugares para trabajar, y pueden permitirse ser selectivos.

Los requisitos de Amazon también son enormes, varias veces la cantidad que necesitan la mayoría de las compañías. Cerca de 12,000 personas trabajan en la sede de Apple en Cupertino, California, y Amazon requeriría el doble de ese número en cada una de sus dos nuevas oficinas. Independientemente de cuán grandes sean los incentivos financieros ofrecidos por cualquier ciudad fuera de las mejor posicionadas, el déficit de talento que tendría que superar sería demasiado abrumador.

La lección es que las más sabias inversiones en ubicaciones son las de largo plazo en la infraestructura y en los servicios de las ciudades para convertirlas en lugares a donde las compañías tecnológicas y sus empleados quieran establecerse. Seattle utilizó el enfoque correcto con Amazon en 1994: fue el lugar donde el Sr. Bezos eligió fundar su empresa “startup” de tecnología.

Otros estados y ciudades han intentado usar estrategias similares mediante la inversión en su estructura económica en lugar de ofrecer incentivos a compañías individuales. Tal y como lo demuestra el caso de Amazon, ésa es la opción racional en la era de las compañías tecnológicas con colosales demandas. De lo contrario, están condenados a participar en concursos que no pueden ganar.

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