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Migrantes venezolanos enfrentan difíciles decisiones conforme se propaga el coronavirus

Los empleos escasean bajo el confinamiento, pero regresar a Venezuela pudiera ser más peligroso para los migrantes que permanecer donde están

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Migrantes venezolanos enfrentan difíciles decisiones conforme se propaga el coronavirus
Venezolanos salen de Colombia.

En una estación de autobuses en las afueras de Bogotá, Leidy Aparicio estaba desesperadamente intentando llegar a Cúcuta, una ciudad ubicada a 550 kilómetros de distancia, en la frontera de Colombia con Venezuela. Desde allí, ella planeaba viajar a su ciudad natal de Valencia, al oeste de Caracas, donde su familia la estaba esperando.

“¿Por qué quedarse aquí en Colombia?” ella preguntó. “No queda nada para nosotros. No tenemos trabajo debido al coronavirus, ni dinero, ni comida, y muchos de nosotros hemos sido expulsados de nuestras casas. Al menos en Venezuela estaremos con nuestra propia gente”.

A medida que la pandemia se extiende por Latinoamérica, miles de migrantes venezolanos como la Srta. Aparicio enfrentan una difícil decisión: quedarse en sus países adoptivos donde no tienen trabajo debido al confinamiento y donde tienen que pagar el alquiler; o dirigirse a Venezuela, donde las condiciones son peores, pero al menos tendrán un techo sobre sus cabezas.

Durante los últimos años, el flujo de migrantes desde Venezuela ha sido el más grande del planeta, eclipsando incluso el flujo de sirios a través del Mediterráneo, el cual se ha reducido después de una década de guerra. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y las agencias nacionales de migración han indicado que 5 millones de personas han abandonado Venezuela desde 2015, empequeñeciendo el éxodo de musulmanes rohinyás de Myanmar o la migración de Sudán del Sur, un país devastado por la guerra.

Más de un tercio de los migrantes — 1.8 millones — han ido a Colombia, y 1 millón de ellos no tienen permiso para quedarse. Muchos a duras penas se ganan la vida en el mercado laboral informal, vendiendo bocadillos en las calles o aceptando trabajos ocasionales.

El confinamiento significa que el trabajo se ha evaporado. La Srta. Aparicio dijo que, después de 10 meses de empleo esporádico en Bogotá, ella había sido desalojada de su alojamiento compartido porque ya no podía pagar su renta mensual de US$75.

“COVID-19 ha destruido las extremadamente frágiles vidas que los venezolanos estaban intentando establecer para sí en Colombia”, señaló Marianne Menjivar, la directora para Colombia y Venezuela del Comité Internacional de Rescate, una organización no gubernamental (ONG).

Regresar a Venezuela no es fácil. Los vuelos y los autobuses están detenidos. Algunos venezolanos están caminando, creando un potencial peligro sanitario en las ciudades y pueblos por los que pasan. Algunos intentan encontrar a alguien que los lleve, pero hay poco tráfico en las carreteras de Colombia, y los conductores son reacios a detenerse debido al temor al contagio.

Sin transporte público, algunos venezolanos están organizando sus propios autobuses, y los alcaldes colombianos — ansiosos de verlos partir — los están ayudando. En Caracas, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, acusó a las autoridades colombianas de xenofobia y prometió tratar a los retornados “con amor y afecto”.

En un reciente fin de semana, 20 autobuses se aparecieron en Cúcuta provenientes de todo el territorio colombiano. Los migrantes desembarcaron, arrastrando maletas y llevando sus pertenencias en bolsas de plástico. Algunos estaban acompañados por niños pequeños. Otros llevaban mascarillas para protegerse de la infección.

Ciertas ONG han reportado venezolanos caminando desde Ecuador, a una distancia de 1700 km, a través de las montañas de los Andes. Más al sur, los migrantes en Perú, en Chile y en Argentina están atrapados. Sin transporte, y con las fronteras cerradas, no les queda más remedio que permanecer donde están.

Para aquellos que logran llegar a Venezuela, las condiciones parecen sombrías. La gran mayoría está llegando al estado Táchira, donde el gobierno les ordena que permanezcan en cuarentena durante quince días. A pocas personas se les permite ingresar a los centros de recepción, y es difícil saber cómo son.

Las autoridades han tuiteado fotografías de sonrientes inmigrantes comiendo en ordenados comedores al aire libre, pero la gobernadora del estado Táchira, Laidy Gómez — una gobernadora entre los pocos de la oposición en Venezuela — dijo que las condiciones “no eran las mejores”.

La Sra. Menjivar dijo: “Los retornados parecen estar albergados en terminales de autobuses, en edificios escolares vacíos sin control de multitudes, sin distanciamiento social y con inexistentes instalaciones sanitarias. Es la receta perfecta para una explosión de esta enfermedad”.

Fuera de los centros, las condiciones en Venezuela son generalmente terribles. Un reciente estudio concluyó que era la nación peor preparada de las Américas para enfrentar una pandemia, detrás de Haití y de Honduras. La mayoría de las clínicas carecen de equipos básicos como guantes, jabón, mascarillas quirúrgicas, batas o incluso agua limpia.

La oposición venezolana señaló que sólo el 3.3 por ciento de la población del país cuenta con un suministro ininterrumpido de electricidad, y sólo el 17.6 por ciento con un suministro ininterrumpido de agua. Más del 90 por ciento no tiene acceso a gasolina, y el 89 por ciento no tiene ingresos ni ahorros para ayudarlos a sobrevivir la crisis.

Ante esa realidad, muchos venezolanos en Colombia han optado por quedarse en el país.

Con los migrantes enfrentando dificultades para encontrar trabajo, es probable que el flujo de remesas a Venezuela se reduzca, privando de ingresos a quienes están dentro del país. Ecoanalítica, una firma consultora en Caracas, dijo que las remesas alcanzaron US$3.5 mil millones el año pasado, alrededor del 5 por ciento del producto interno bruto (PIB).

El cierre de las fronteras de Venezuela también conlleva implicaciones para los esfuerzos del gobierno del Sr. Maduro por controlar una situación potencialmente explosiva. Como lo señaló el Grupo Eurasia, la migración hacia el exterior “ha sido una importante válvula de escape de la tensión social durante los últimos años”.

Colombia cerró la frontera el 14 de marzo, aunque está permitiendo que los venezolanos salgan. El presidente Iván Duque reconoció que era “una decisión difícil”, pero explicó que tenía que detener las olas de personas potencialmente portadoras de enfermedades que inundaban su país. “No existe un sistema epidemiológico confiable en Venezuela”, dijo el Sr. Duque.

Las autoridades han indicado que las llegadas de Venezuela a Colombia han caído un 90 por ciento. Por ahora, el enorme éxodo venezolano de los últimos cinco años está suspendido, aunque, como lo señala la ONU, no se puede ignorar.

“Las implicaciones humanitarias de esta crisis no han cesado”, dijo Eduardo Stein, el representante especial de la ONU sobre el tema de la migración venezolana.

©The Financial Times Ltd, 2020. Todos los derechos reservados. Este contenido no debe ser copiado, redistribuido o modificado de manera alguna. Diario Libre es el único responsable por la traducción del contenido y The Financial Times Ltd no acepta responsabilidades por la precisión o calidad de la traducción.?

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