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Mujeres africanas necesitan exigir su derecho a compartir el poder

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Mujeres africanas necesitan exigir su derecho a compartir el poder
La canciller alemana, Angela Merkel (d), recibe al primer ministro etíope, Abiy Ahmed Ali (i), antes de la Cumbre sobre Inversiones del G20 en Berlín, Alemania, este 30 de octubre de 2018. (FOTO EFE/ KAMIL ZIHNIOGLU)

Por David Pilling

Los líderes masculinos están reacios a renunciar a un derecho que creen que es naturalmente suyo

Abiy Ahmed, el primer ministro de Etiopía, ha desarrollado el hábito de hacer acciones políticas que repercuten en todo el continente. En rápida sucesión, liberó a miles de presos políticos, concluyó la paz con Eritrea y prometió elecciones completamente democráticas en uno de los estados de África más estrictamente controlados. Este mes, hizo algo que podría tener el mayor impacto continental de todo lo que ha hecho hasta el momento: asignó mujeres a la mitad de los cargos de su gabinete.

Etiopía se une a Ruanda con respecto a que ambos países tienen en sus gabinetes la misma cantidad de mujeres que de hombres. Los cínicos podrían considerar esto una estrategia de relaciones públicas para ganarse a los donantes extranjeros crédulos y ocultar un historial autoritario. Puede ser cierto. Pero eso sería subestimar el poder del ejemplo para galvanizar el cambio real.

En Etiopía, Aisha Mohammed se convierte en la primera mujer en dirigir el ministerio de defensa, mientras que Muferiat Kamil está a cargo del aparato de seguridad. En Ruanda, donde se han modificado las leyes de herencia para darles a las mujeres derechos de propiedad igualitarios, Clare Akamanzi y Louise Mushikiwabo han ocupado cargos de alto rango en el gabinete.

Lamentablemente, los dos países siguen siendo excepciones. Cuando Ellen Johnson Sirleaf renunció a la presidencia de Liberia este año, no quedó ninguna otra mujer entre los 55 líderes del continente.

Sin embargo, los ejemplos de Ruanda y Etiopía están poniéndoles más presión a otros para que hagan lo mismo. Atiku Abubakar, un candidato presidencial en las próximas elecciones de Nigeria, se comprometió a “ceder el 40 por ciento de los cargos de su gabinete a mujeres y jóvenes”. La palabra “ceder” es reveladora. Implica una resistencia residual a soltar el poder que “legítimamente” les pertenece a los hombres.

En cambio, tanto el electorado como los políticos en África necesitan adoptar la idea. Muchas de las mayores injusticias del continente — ya sea violencia sexual, falta de empleos o exclusión de la educación y de la atención médica — afectan de manera desproporcionada a las mujeres. Aunque ha habido mejoras, las niñas tienen más probabilidades de no estar escolarizadas y sufrir desnutrición.

Este mes, las historias en Liberia y Sudáfrica pusieron de manifiesto la vulnerabilidad de las mujeres ante la violencia sexual, así como su fuerza para responder. En Liberia, mujeres — y hombres — salieron a las calles en protesta después por las revelaciones de que las niñas que asistían a una escuela administrada por la organización benéfica estadounidense More Than Me habían sido violadas en repetidas ocasiones por el cofundador de la organización.

En Sudáfrica, en el primer juicio por violación transmitido en vivo, la extraordinaria Cheryl Zondi renunció a su anonimato para presentar su testimonio sobre un sacerdote evangélico que la violaba desde que ella tenía 14 años de edad. Aunque su comparecencia ante la corte ha recibido mucho apoyo y ha revelado los rincones oscuros de la crisis de violación en Sudáfrica, también sirvió para demostrar por qué las mujeres son reacias a denunciar. A la Sra. Zondi la interrogaron agresivamente, la llamaron mentirosa y le pidieron que proporcionara detalles humillantes e innecesarios sobre su terrible experiencia.

En el África contemporánea no faltan mujeres inspiradoras. Podría decirse que Thuli Madonsela, el ex defensora pública de Sudáfrica, hizo más que nadie para que Jacob Zuma, el ex presidente, rindiera cuentas. Muchos de los mejores novelistas de África, incluyendo Chimamanda Ngozi Adichie de Nigeria, son mujeres. Pero lo que es más importante aún, en todo el continente, son las mujeres las que mantienen la cohesión, pues realizan más trabajos agotadores y desempeñan un papel más constructivo en la formación de las familias.

Innumerables estudios muestran que la sociedad en general — o sea, tanto hombres como mujeres — obtiene beneficios de tener mujeres educadas y empoderadas. Es una señal positiva que el candidato presidencial de Nigeria siente la necesidad de cederles más poder a las mujeres. Pero cuanto antes las mujeres africanas exijan el poder como su derecho, mejor.

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