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Murdoch, Trump y la política del resentimiento

Los dos amigos no comparten una ideología, a menos que el ansia de poder sea una de ellas

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Murdoch, Trump y la política del resentimiento
Donald Trump, Presidente de los EE.UU. (ARCHIVO DE DIARIO LIBRE)

La gran habilidad electoral de hoy día es la capacidad de cosechar resentimiento. La psicología es simple. Identifícate con un gran grupo demográfico que se sienta menospreciado. Fusiona tus ansiedades con las suyas. Siempre se divertido.

Y, sobre todo, trata a los votantes como un mecanismo de entrega que beneficie tus fines: poder, estatus y más dinero. Las políticas son para los estudiosos. La celebridad es para los ganadores. Quienes descubran una manera de aprovechar la inseguridad masiva han encontrado el ‘oro político’.

También ha hecho maravillas por el negocio de los medios de comunicación. Donald Trump aprendió muchas de estas habilidades de Roy Cohn, el famoso abogado de Nueva York que le enseñó que la vergüenza era una aflicción de los débiles.

Si carecías de escrúpulos, el mundo era tu ostra. La fortuna favorecía a los descarados. Fue Cohn quien le presentó al presidente estadounidense a Rupert Murdoch en 1976 después de que compró el New York Post.

Las excentricidades de Trump ayudaron a vender periódicos, lo cual, a su vez, le proporcionó la celebridad que él anhelaba. Su mutua relación cambió el curso democrático del Occidente. Pero fue Murdoch quien lo hizo posible.

Imagínatelo como traer un éxito de los teatros del West End de Londres a Broadway en Nueva York. Murdoch produjo una versión neoyorquina de lo que ya había perfeccionado en Australia y en Gran Bretaña: esa mezcla de salacidad y política dura, de entretenimiento popular y control oligárquico. Fox News es su apoteosis.

Mucho antes de que Trump se estableciera plenamente en su ‘papel’, Murdoch ya estaba cultivando el terreno para su tipo de política.

Ambos nacieron en la riqueza: Murdoch heredó un periódico australiano; Trump, una cartera de propiedades en Nueva York. Ambos sentían resentimiento en contra de quienes eran todavía más privilegiados. Tal desasosiego es inextinguible. Se ha convertido en la identidad reinante de nuestros tiempos.

Su afinidad no debe confundirse con una ideología, a menos que el ansia de poder sea una de ellas. En Gran Bretaña, Murdoch ha apoyado a los partidos Conservador y Laborista. En un momento dado, él consideró apoyar a Hillary Clinton. Luego cambió hacia Jeb Bush. Finalmente decidió apoyar al Trump, quien tiene un historial de darle dinero a cualquier persona con influencia.

Eso es a pesar de referirse a Trump como un “maldito idiota”, según Michael Wolff, el autor del libro Fuego y Furia. Muchos de los que trabajan para él, Trump se refieren a él usando términos similares.

Según los informes, John Kelly, el jefe de gabinete de la Casa Blanca, a menudo lo llama “idiota” (aunque él ha negado las aseveraciones). Se cree que los días de Kelly están contados. Murdoch, por otro lado, desempeña un papel tranquilizador desde el exterior.

Los primeros ministros han bailado al ritmo de la música de Murdoch. Pero Trump es el primer presidente estadounidense sobre quien él tiene influencia personal.

Ellos hablan semanalmente, y a veces todos los días. Trump recibe su información de Fox & Friends, el programa televisivo matutino que desempeña el mismo papel en la rutina de Trump que el que desempeñaba el informe de inteligencia presidencial en el caso de sus predecesores.

A veces Trump llama al programa en vivo. A los 30 minutos de su más reciente llamada, uno de los anfitriones tuvo que interrumpirlo. Él estaba empezando a incriminarse. “Pudiéramos hablar con usted todo el día, pero parece que tiene un millón de cosas que hacer”, le dijo el periodista al presidente, lo cual demuestra que hay una primera vez para todo.

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