Rajoy lucha por mantener intacta a una España dividida

El primer ministro ha tomado medidas decisivas para recuperar el control en Cataluña.

Hace poco más de un año, Mariano Rajoy acabó con 10 meses de estancamiento en la política española y logró constituir un gobierno. Pero era un gobierno minoritario, con el menor número de escaños desde la transición del país a la democracia a mediados de la década de 1970.

La primera pregunta en el momento de su elección fue si el Sr. Rajoy y su Partido Popular (PP) de centroderecha podrían aprobar alguna legislación significativa. La segunda fue si serían capaces de sobrevivir hasta el fin del mandato.

La respuesta a la primera pregunta hasta ahora ha sido un rotundo “no”. El gobierno ha fracasado en aprobar nuevas leyes significativas, y sólo logró la aprobación de su presupuesto de 2017 con la ayuda de los nacionalistas vascos y de los legisladores de las Islas Canarias.

Pero el gobierno todavía continúa andando. A pesar de una letanía de acusaciones de corrupción contra el PP, y de una fallida moción de censura contra el Sr. Rajoy a principios de este año, no ha habido suficiente impulso entre los divididos partidos de la oposición para desencadenar nuevas elecciones.

Algunos analistas sugieren que la supervivencia es suficiente, al menos en lo que respecta a la economía. Una alta figura del gobierno le comentó al Financial Times (FT) el mes pasado que las reformas del lado de la oferta — promulgadas en 2012 para hacer que la economía fuera más competitiva — mantendrían a la economía produciendo un sólido crecimiento durante “al menos 10 años”.

Los líderes empresariales y los funcionarios gubernamentales argumentan que la estabilidad política es prioridad. Pero algunos analistas y políticos en Madrid opinan que es improbable que el gobierno dure el mandato completo de cuatro años hasta 2020.

Mucho depende de Cataluña, la rica región nororiental que este año intensificó los esfuerzos para liberarse de España. Eso condujo a la crisis política más significativa del país desde un intento de golpe militar en 1981.

Tras el referéndum ilegal sobre la independencia llevado a cabo el 1 de octubre surgieron temores de que el asunto pudiera convertirse en el Vietnam del Sr. Rajoy, con su gobierno perdiendo apoyo frente a la creciente desobediencia civil.

Tal situación pudiera haber disminuido su poder, permitiéndoles a los socialistas de la oposición una oportunidad de capitalizar la debilidad del Sr. Rajoy y de presionar por la organización de nuevas elecciones.

Al menos por ahora, lo contrario parece haber sucedido. Tras una declaración formal de independencia por parte de los separatistas el mes pasado, el Sr. Rajoy ha actuado rápidamente para restablecer el control de la región.

Al asumir Madrid las funciones claves del Estado, el gobierno del Sr. Rajoy no se vio obligado a recurrir a la violencia. Eso hizo que las afirmaciones de los separatistas de que el dictador Francisco Franco había regresado a España sonaran falsas. La resistencia en las calles prometida por los separatistas se desmoronó rápidamente.

Mientras tanto, algunos de los aliados políticos del Sr. Rajoy se han visto debilitados por la crisis. Los problemas produjeron una división a nivel nacional entre el partido de extrema izquierda Podemos y su filial regional catalana, Podem, después de que esta última adoptara una postura más a favor de la independencia.

Pedro Sánchez, el jefe del Partido Socialista, al mismo tiempo se vio forzado a apoyar al Sr. Rajoy, ya que había pocos votos por ganar en el resto de España por apoyar la ruptura del país.

Pero todavía existen retos en Cataluña. El golpe maestro del Sr. Rajoy fue convocar elecciones regionales anticipadas para el 21 de diciembre. Esto desprestigió la oposición separatista ante el gobierno directo, ya que todos estuvieron de acuerdo en enfrentarse en la votación aprobada por Madrid.

El problema para el Sr. Rajoy es, simplemente, que los separatistas podrían ganar. Una victoria representaría un gran contratiempo para el Sr. Rajoy, y podría hacer que la crisis de Cataluña comenzara de nuevo, creando todavía más inestabilidad en España.

El otro problema político para el primer ministro — más bien un asunto estructural — es que su partido todavía ocupa un bajo lugar en las encuestas luego de la agitación de los últimos años que ha presenciado el aumento en apoyo de dos partidos más pequeños, Podemos y Ciudadanos, el partido de centroderecha.

Los líderes del PP durante un largo tiempo habían tenido la esperanza de que, una vez que la economía de España comenzara a recuperarse, su apoyo en las encuestas mejoraría. Ellos pensaron que el surgimiento de partidos más pequeños era un síntoma de la dolorosa recesión.

Ya han transcurrido tres años de impresionante crecimiento económico. Este año, la economía volvió a su nivel precrisis. Pero no hay señales de que el respaldo esté volviendo desbordantemente hacia el PP.

Las más recientes encuestas de Sigma Dos en España muestran al PP ganando sólo el 31.4 por ciento del voto popular en las próximas elecciones, no lo suficiente como para obtener una mayoría. Esto se compara con el 26 por ciento para los socialistas, con el 15.3 por ciento para Podemos y con el 16.7 por ciento para Ciudadanos.

“El Partido Popular todavía tiene un problema”, opinó Lluis Orriols, un profesor de ciencias políticas en la Universidad Carlos III de Madrid. “No parece que esté recibiendo crédito por la recuperación económica y su popularidad no se ha estado recuperando”.

El potencial de unas elecciones anticipadas continúa, opina el Sr. Orriols. A lo cual agregó: “La incertidumbre no va a desaparecer en un futuro cercano”.

Por Michael Stothard (c) 2017 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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