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Regiones abandonadas necesitan polos de atracción

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Regiones abandonadas necesitan polos de atracción

Cómo llevar capital, tanto humano como financiero, a las regiones en declive

La divergencia entre las regiones exitosas y las abandonadas en la mayoría de los países avanzados finalmente está siendo reconocida por el fundamental problema político y económico que representa. El lunes, yo examiné una estrategia de política enfatizada por numerosos informes recientes: mejorar tanto los niveles de habilidad de las comunidades en dificultades como su conectividad con las más prósperas, en particular en los sectores digitales. Esto representa, en cierto sentido, una estrategia obvia; obvia porque es necesaria (es difícil imaginarse otras políticas beneficiándose sin esto), y obvia porque es trivial (es difícil imaginar que pueda lograr cualquier beneficio por sí sola). Así es que examinemos a continuación otras prometedoras propuestas.

Examinemos, también, las políticas que no son tan buenas como parecen. Dos informes, uno de Brookings y el otro del Centro de Prioridades Presupuestarias y Políticas (CBPP, por sus siglas en inglés), han descubierto que los recortes de impuestos estadounidenses para negocios en regiones marginadas han hecho poco para mejorar su desempeño o crear empleos, excepto a un precio exorbitantemente ineficiente (en comparación con el uso de la misma cantidad de recursos fiscales en políticas más efectivas como, por ejemplo, programas para el desarrollo de habilidades).

Por lo tanto, tal vez no deberíamos esperar mucho de lo que la revista The Economist denomina “el mayor recorte de impuestos del que nunca se ha escuchado hablar”: un esquema incluido en la legislación fiscal estadounidense del año pasado para reducir o eliminar el impuesto a las ganancias de capital de inversiones realizadas en “zonas de oportunidad”. El problema es que existe muy poca certeza de que esto atraerá inversiones que de todos modos no hubieran ocurrido, o que representan el tipo de capital correcto (todas las inversiones son elegibles) en los lugares que realmente las necesitan (muchas áreas que ya están en proceso de gentrificación han sido designadas como zonas de oportunidad).

Los incentivos fiscales pueden ser, de hecho, peor que no hacer nada. Como mi colega Sarah O’Connor recientemente lo señaló, cuando los gobiernos locales compiten por las inversiones de las grandes empresas (siendo un buen ejemplo el reciente afán por obtener el privilegio de hospedar la sede de Amazon), la sobreoferta puede hacer que una comunidad termine dándole más a la compañía que lo que la compañía aporta a la comunidad.

Esto no niega que se necesite más capital en los lugares que se han quedado rezagados con el fin de abordar la divergencia regional. Obviamente, se necesita capital para la infraestructura digital y de otros tipos, sin el cual se encuentran aislados de los motores del crecimiento; pero, incluso si pudieran igualarse en los niveles de habilidad y de conexión, esto no sería útil si las empresas no tuvieran el capital para aprovechar las mejores oportunidades. El informe de Brookings documenta el sorprendente hecho de que, desde la crisis financiera, “muchos de los bancos más grandes han dejado de emitir préstamos por debajo del límite de $100,000”, aun cuando los bancos comunitarios más pequeños están rápidamente desapareciendo. Eso puede perjudicar a las áreas abandonadas en particular; de hecho, los préstamos rurales han caído precipitadamente.

No sólo es probable que los bancos no estén ayudando; es probable que estén haciendo daño activo. Existe un argumento, enfáticamente expresado por Nicholas Shaxson, de que un sector bancario sobredimensionado puede ser la principal causa de la divergencia regional, ya que facilita la ingeniería financiera que atrae dinero de todo un país a las ciudades que albergan centros financieros. Pero incluso donde se puede descontar este factor (la divergencia ocurre en muchos países sin una seria financiarización), la banca puede estar empeorando las cosas.

La creación de crédito se autorrefuerza: los auges crediticios aumentan el valor de lo que los bancos prestan y alientan a la emisión de más préstamos. Pero el acceso desigual al crédito también es autorreforzante. Los bancos que maximizan las ganancias destinarán más préstamos a sectores o lugares que ya cuentan con una gran cantidad de dinero, y se mantendrán alejados de aquellos que carecen de crédito. Éste es un fallo de mercado inherente a la banca. Es posible que la solución sea una reinvención de la antigua institución del banco comunitario con una organización no comercial (o no solamente comercial), actualizada para la economía del siglo XXI. Esto puede agregarse a la misión geográfica tradicional de los bancos comunitarios, como los compromisos de otorgar préstamos para capital intangible.

El tipo fundamental de capital es, por supuesto, el capital humano. Las regiones que se han quedado rezagadas no sólo sufren de niveles bajos de habilidades promedio por defecto. El problema también es dinámico: ellas pierden a las personas con las buenas oportunidades y atraen a quienes no las tienen. Por lo tanto, un objetivo clave de la política debe ser crear polos de atracción en las áreas abandonadas que puedan atraer a personas calificadas, expertas en incorporarse a los sectores de alto valor y de rápido crecimiento de la actualidad. Es probable que esto implique apoyar a las universidades de investigación en áreas con dificultades, como se ha recomendado en EEUU. Y, como argumenta el Centro para las Ciudades, puede significar favorecer una mayor densidad en las ciudades, ya que lo que hace viables los empleos relacionados con el conocimiento es, en parte, un grupo significativo de trabajadores del conocimiento.

Los lugares que se quedan rezagados sufren porque son literalmente dejados atrás por aquellos a quienes puede irles mejor en otros lugares. A menos que eso se pueda cambiar, es muy poco probable que la divergencia mejore.

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