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Sexo, mentiras y la brecha generacional

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Sexo, mentiras y la brecha generacional
El sexo y las generaciones. (ARCHIVO)

Mi generación llegó a la adultez sin entender el concepto de acoso sexual

Los estudiantes de la Universidad de Oxford tradicionalmente participan en tutoriales en las “salas” de sus tutores. A veces eso sólo significa una oficina, pero a menudo él (el tutor suele ser él) pasa mucho tiempo en ese espacio. En resumen, el espacio de enseñanza también es un espacio privado. Si a esta situación le añades el desequilibrio de poder entre el tutor y el alumno, Oxford en mi época de estudiante (1988-1992) podría haber sido diseñada para el acoso sexual.

Los estudiantes siempre intercambiaban historias de acoso. Hubo un tutor que salió de la ducha con sólo una toalla para recibir a una alumna. Otro tutor, que a menudo mencionaba su interés en los hombres jóvenes, una vez (probablemente cuando se emborracho tomando jerez) acarició la rodilla de una estudiante. Cuando el comportamiento de un profesor rebasaba los límites aceptables en la Universidad de Oxford, por lo general era trasladado silenciosamente a otra institución académica. Escribir reglas sobre el compartimiento sexual se habría considerado como una falta de sentido de humor.

Era un mundo diferente. Pero la mayoría de los que vivimos en ella, y crecimos pensando que sus códigos eran normales, todavía estamos por aquí. La revolución sexual de 2013-17 — el matrimonio entre homosexuales, los derechos de las personas transgénero, y ahora el movimiento contra el acoso — ha sido algo maravilloso. Pero me temo que muchos hombres e incluso algunas mujeres de mi edad y mayores pasarán el resto de sus vidas luchando en contra de los nuevos códigos.

Mi generación llegó a la adultez sin entender el concepto de acoso sexual. Durante mi último año en la universidad, Anita Hill hizo sus acusaciones en contra de su ex jefe Clarence Thomas, quien había sido nominado para la Corte Suprema de EEUU. Vi las audiencias en la televisión, y recuerdo cómo mis compañeros se burlaban de ella, pero a mí me costó trabajo entender exactamente lo que ella estaba alegando. Ella no estaba acusando a Thomas de un ataque físico, entonces, ¿qué significaba “acoso”? Yo no era el único ignorante. Una contemporánea me dice que en ese momento ella estaba tratando de ayudar a escribir el primer código legal sobre el acoso en su universidad.

Durante las siguientes dos décadas, los países occidentales progresaron un poco. Se escribieron códigos al respecto. Surgió una nueva pauta moral: las relaciones deberían estar basadas en igualdad. Esto significaba que la homosexualidad era perfectamente aceptable, mientras que las relaciones desiguales, como la pedofilia y el acoso sexual, eran tabú. El comportamiento de las personas fue cambiando lentamente. El acoso probablemente disminuyó, desde una base muy mala. En 2002, 6.5 por ciento de los encuestados estadounidenses de la Encuesta Social General de la Universidad de Chicago dijeron que habían sido acosados sexualmente en el trabajo en los últimos 12 meses. La cifra cayó a 3.6 por ciento en 2014.

Mientras tanto, surgió un grupo de nuevos movimientos en EEUU, sobre todo en los campus universitarios, incluyendo la campaña Black Lives Matter, o Las vidas negras importan, los activistas transgénero y It’s On Us (“para detener la agresión sexual”). Estos movimientos tienen orígenes diferentes, pero comparten una idea básica: nuestro grupo siempre ha sido violado por otros. En particular, el patriarcado blanco nos ha lastimado y ha pisoteado nuestra identidad. Nuestro deber es hablar claro. En esta batalla, a veces está bien negarle al otro lado la libertad de expresión.

Cuando estos grupos hablaron en contra de la violación, a menudo se burlaban de ellos. Sin embargo, han sido sorprendentemente influyentes. El momento en que su visión del mundo se generalizó fue en septiembre, cuando el productor de Hollywood Harvey Weinstein fue expuesto como un depredador sexual. Las mujeres de todo el mundo comenzaron a hablar en contra del acoso. Eso ha cambiado las relaciones de género.

Esto enfurecerá a muchas personas. En las sociedades dominadas por hombres, las reglas contra el acoso sexual no triunfarán fácilmente. Rebecca Traister, quien está escribiendo un libro sobre la ira de las mujeres en torno a la política, dice en un podcast: “Creo firmemente que una reacción negativa a este momento de exposición, y a esta conversación, es inminente”.

La mayoría de las personas de mediana edad y mayores aprendieron a vivir su vida íntima según los viejos estándares: los homosexuales eran malos, los transexuales eran absurdos, las mujeres deberían ser vistas y no escuchadas y el acoso nunca se debería discutir. Los hombres patrullaban el espacio público, a través de prácticas como silbidos en la calle, la difamación o el asalto. Los códigos sexuales existían principalmente para controlar y regir a las mujeres.

Ahora les están diciendo a esas generaciones que vivieron incorrectamente. Los dos tutores acosadores que mencioné están muertos. Pero recuerdo a otro hombre cuyo comportamiento con sus alumnas era tan inaceptable que la universidad finalmente reaccionó: se le prohibió dar clases particulares a las mujeres. Ese hombre es ahora un profesor emérito. Él seguramente no querrá ser regido por nuevos códigos sexuales. Cuando se demuestre que sólo una acusación de acoso en cualquier parte es falsa o un intento de chantaje, él inmediatamente lo señalará como un ejemplo de cómo no funcionan los nuevos estándares.

Incluso algunas mujeres mayores han mostrado poco entusiasmo por los nuevos códigos sexuales. Es notable que semanas después de que Donald Trump fuera acusado de agresión sexual, derrotó a Hillary Clinton por dos dígitos entre las mujeres de raza blanca de 45 años de edad o más. Actualmente en EEUU, hay una brecha generacional sin precedentes que no se había visto desde la revolución sexual de la década de 1960.

Ambas partes concuerdan en que la violación es un acto criminal pero más allá de eso, no hay consenso. ¿Qué tal una invitación seductora a un colega después del trabajo? ¿O elogiar el aspecto físico de alguien? ¿O echar un vistazo subrepticio? Cada organización ahora escribirá códigos estrictos, pero ¿qué sucede si éstos se enfrentan a las obstinadas prácticas cotidianas? Los géneros y las generaciones estarán luchando al respecto durante muchos años.

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