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Trump dará forma al futuro de la economía global

Una gran parte del legado económico del presidente estadounidense está a punto de decidirse

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Trump dará forma al futuro de la economía global
Planes de Donald Trump para renegociar el TLCAN enfrenta fecha límite. (AP/ EVAN VUCCI)

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¿Alguna vez ha dependido tanto el futuro de la economía global de los caprichos de un hombre? ¿Y alguna vez han sido menos predecibles esos caprichos? Ésas son las preguntas obvias que surgen a medida que Donald Trump continúa alterando el orden mundial con sus políticas comerciales.

La última impredecible noticia se reveló el domingo cuando el presidente de EEUU tuiteó lo que se parecía un indulto presidencial para ZTE. La compañía de telecomunicaciones china ha estado bajo observación por las autoridades estadounidenses durante años como una potencial amenaza a la seguridad y está sumida en una crisis existencial después de que se descubrió que estaba violando los términos de un acuerdo de declaración de culpabilidad de US$1.2 mil millones por vender tecnologías restringidas de EEUU a Irán y Corea del Norte. Se han bloqueado las relaciones de la empresa con sus proveedores estadounidenses y la semana pasada anunció que iba a suspender sus operaciones.

La respuesta del Sr. Trump fue que él y el presidente Xi Jinping estaban “trabajando juntos” para encontrar una forma de “ayudar (a ZTE) a reiniciar sus operaciones, rápidamente”. “¡Se perdieron demasiados empleos en China!”, tuiteó el presidente, justo cuando los estadounidenses estaban a punto de sentarse a disfrutar sus almuerzos del Día de la Madre. “¡El Departamento de Comercio ha recibido instrucciones para hacerlo!”

“¡Se perdieron demasiados empleos en China!” es, por supuesto, una frase Trumpiana tan inesperada como “¡Hacer a China grande de nuevo!”. Pero explica y pone de relieve el creciente temor en el mundo empresarial de EEUU de que el Sr. Trump está a punto de cerrar un trato con China que no les gustará.

Bajo tal acuerdo, Beijing compraría más exportaciones estadounidenses para reducir el déficit comercial estadounidense de US$337 mil millones con China y haría otros gestos simbólicos, mientras que la administración Trump renunciaría a las demandas de larga data de EEUU de cambios más profundos.

Eso evitaría una guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo y representaría un compromiso potencialmente sensato como resultado. Pero haría poco para abordar los problemas estructurales que muchos inversores extranjeros tienen con China o para reducir la “agresión económica” de China que han identificado los propios funcionarios del Sr. Trump.

Además, cambiaría la imagen que tiene el presidente Trump de ser un guerrero comercial temido por la economía mundial a la de un negociador dispuesto, un cambio que parecía ansioso de aceptar en otro tuit que envió el domingo poco después de regresar a la Casa Blanca desde su club de golf de Virginia.

“China y EEUU están trabajando bien juntos en el comercio, pero las negociaciones pasadas han sido tan unilaterales a favor de China, durante tantos años, que es difícil para ellos llegar a un acuerdo que beneficie a ambos países”, dijo. “¡Pero calma, todo saldrá bien!”

Esta última afirmación no es una frase que los asesores de línea dura con respecto a China en la Casa Blanca de Trump probablemente hubieran utilizado. Peter Navarro, un combativo asesor comercial de alto nivel que ha impulsado los aranceles, cuyo enfoque habitual es menospreciar a cualquiera que lo desafíe, está en la Casa Blanca porque escribió un libro con el título Muerte por China. La última línea de libro no es: “¡Pero calma, todo saldrá bien!”

La disputa comercial con China no es, por supuesto, la única que ha tenido el Sr. Trump. Tampoco es la única que se está acercando a un punto crítico.

Los planes del Sr. Trump para renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) enfrentan una fecha límite en el Congreso. Paul Ryan, el portavoz republicano de la Cámara de Representantes, dijo la semana pasada que, si el Congreso no recibe una notificación presidencial de que se firmaría un nuevo TLCAN antes del 17 de mayo, sería logísticamente imposible pasar ningún acuerdo a través del Congreso actual controlado por los republicanos.

El mayor, pero no el único, punto de fricción en las conversaciones del TLCAN es sobre las reglas de origen automotrices, ya que la administración Trump está presionando fuertemente para políticas tales como requisitos salariales diseñados para repatriar fábricas y empleos del sector automotriz a EEUU. Uno de los problemas en estas negociaciones ha sido el fracaso repetido de la administración para lograr que la industria automotriz estadounidense acepte sus propuestas. El viernes, el Sr. Trump dañó las posibilidades de alcanzar esa meta cuando les dijo a los ejecutivos de la industria automotriz, que se reunieron con él en la Casa Blanca, que planeaba imponer aranceles del 20 por ciento a los automóviles importados y someterlos a estándares de emisión más altos.

También existe, por supuesto, una disputa comercial transatlántica que se está gestando sobre las amenazadas tarifas de acero y aluminio del presidente Trump. El 1 de junio vence el plazo para que esas tarifas entren en vigor. Pero los miembros de la UE todavía tienen que llegar a una posición común y la reciente retórica del Sr. Trump ha sido más combativa hacia los aliados transatlánticos tradicionales de EEUU que hacia China, aparentemente el rival estadounidense del siglo XXI.

Las decisiones de un sólo hombre van a tener un gran impacto en el futuro de la economía mundial en los próximos días y semanas. Y eso está provocando que muchas personas se sienten muy incómodas.

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