Bifurcación del bitcoin

Crear algo de la nada siempre ha fascinado a los seres humanos. Obras literarias, hazañas de la arquitectura y nuevas tecnologías figuran entre los máximos y más apreciados logros de la cultura y la civilización.

En el ámbito económico desde hace siglos se lleva a cabo una actividad similar. La creación de dinero, en base y más allá del valor intrínseco de los bienes que le sirvan de respaldo, ha enriquecido a monarcas y empresas a lo largo de la historia. Su efecto inmediato involucra una redistribución del poder adquisitivo a favor de los beneficiarios de la creación, y en detrimento de los demás. Y parte de la creatividad ha consistido en lograr que dicha redistribución no sea muy evidente para los perjudicados.

El bitcoin, la moneda virtual más exitosa hasta el momento, surgió al calor de la crisis económica que se ha bautizado como la “gran recesión”. Dado que la crisis comenzó por el sector bancario y financiero, el bitcoin fue diseñado con el fin de que su creación, posesión y transferencia no dependiera de la intervención, decisiones y servicios de bancos o autoridades monetarias. Una comunidad conectada por el internet evalúa, reconoce y valida el surgimiento y utilización de las unidades del bitcoin, por medio de una red que se adhiere a los protocolos que pautan esos mecanismos.

Central en el sistema es una especie de registro de bloques conocido y autenticado por todos los integrantes de la red. Pero un grupo de ellos, mayormente basados en China, abrió la semana pasada una nueva cadena de bloques, como una bifurcación de la actual, dando origen en la práctica a una nueva moneda derivada a la que llamaron “bitcoin cash”. La creación de algo de la nada ocurre pues como ese nuevo bitcoin proviene de la cadena actual, los actuales propietarios de bitcoins tienen derecho a conservarlos, más recibir gratuitamente una cantidad igual de los nuevos.

Muchos usuarios se oponen a la bifurcación.

Gustavo Volmar