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Carácter apacible

Nuestro temperamento comercial es apacible. Quizás en demasía.

La República Dominicana no luce tener un temperamento comercial conflictivo. Sus actuaciones revelan una conducta apacible, sin exabruptos, y en su trato se percibe una preferencia por llegar a acuerdos amistosos.

En los registros de disputas comerciales elevadas a la Organización Mundial de Comercio (OMC), nuestro país figura sólo en unos cuantos casos. Como demandante en uno solo, por causa de restricciones impuestas en Australia a productos de tabaco y sus empaques. Y como demandado directo en apenas tres, uno de parte de Honduras relativo a la importación de cigarrillos, otro por tasa cambiaria iniciado por Costa Rica, y el tercero referente a sacos de polipropileno a solicitud de cuatro países centroamericanos. Y todos esos casos son viejos.

Tampoco despertamos inquietudes en el contexto comercial internacional, ni ameritamos se nos conceda una atención especial. El reporte más reciente de la OMC sobre la política comercial aplicada por el país es de hace dos años, y no aparecemos con ninguna noticia reciente dentro del conjunto de informaciones presentadas por ese organismo. Para fines de sus observaciones sobre el país, la OMC se acoge a la documentación que el gobierno dominicano le envía, y no ha considerado necesario iniciar investigaciones especiales sobre nuestras prácticas y regulaciones. Decididamente, somos lo que podría calificarse como un buen, amable y cooperador socio comercial.

Quizás en demasía. En un contexto internacional en el que el proteccionismo va en ascenso, y en el cual el interés propio orienta las políticas gubernamentales, puede que nos convenga mostrar una mayor agresividad en la conquista de los mercados externos. Ocurre a ese respecto que en el mundo real la capacidad de competir no surge espontáneamente de lo que los economistas conocen como ventajas comparativas. Éstas abren posibilidades, pero deben ser acompañadas por una deliberada conciencia nacional exportadora.

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