Filtro de austeridad

Proponer una reducción de los gastos públicos no es algo en sí mismo tan difícil. Las complicaciones surgen cuando se tiene que precisar cuáles serán los renglones que estarán sujetos a la austeridad. Dicho de otro modo, dado que es improbable que se aplique un porcentaje igual para todas las partidas del presupuesto, los dilemas se presentan cuando hay que decidir cómo se repartirán los recortes.

Por lo regular la austeridad se adopta como respuesta a una estrechez de recursos. No es común que sea el resultado de una acción preventiva, por lo que pueda ocurrir en el futuro. Los gobiernos suelen posponer la austeridad hasta donde les sea posible, y recurren a los mecanismos que tengan disponibles para evitar tener que aplicarla. Eso significa que la capacidad gubernamental para escapar de la austeridad depende del margen de maniobra que dichos mecanismos le provean, como puede ser la posibilidad de aumentar sus deudas, elevar los impuestos o conseguir apoyos en la política monetaria. A menor margen, mayor será la presión para aplicar la austeridad.

Un ejemplo de margen limitado lo tenemos en Ecuador, que en el año 2000 prescindió de su propia moneda y utiliza el dólar estadounidense en su lugar. Ya que la Fed, el banco central de los EE.UU. no coordina sus decisiones con las autoridades ecuatorianas, el empleo del dólar implica que Ecuador no puede recurrir a manejos monetarios para evitar la austeridad. Y, más grave aún, que para que la dolarización sea viable, el déficit fiscal tiene que ser controlado.

El nuevo presidente de Ecuador reiteró su promesa electoral de que la dolarización continuará y que no surgirá una moneda paralela. Con ese propósito decretó la austeridad en el gobierno, y señaló que todo gasto o inversión “pasará por un filtro objetivo de necesidades ciudadanas”.

Hasta ahí bien. Ahora viene lo duro, cuando haya que calibrar el filtro a fin de que sea realmente objetivo.

Gustavo Volmar