Turismo rapaz

El turismo ha llegado a ser el más dinámico e importante sector de la economía dominicana. Igual que ocurre en otros países donde la llegada masiva de visitantes altera los patrones tradicionales de vida, su impacto sobre la ecología, la producción, el empleo, los salarios y los servicios públicos hace necesario evaluar las condiciones en que el turismo en nuestro medio puede ser sostenible. Ésa es, por cierto, una preocupación que no parecemos tener, pues la línea a seguir luce ser la de que mientras más, mejor.

Ayuda a esa percepción la clase de turismo que recibimos, centrado en enclaves de playa relativamente apartados de las principales áreas urbanas, lo que despeja asuntos como los de disposición de desechos, conversión de viviendas en alojamientos para turistas o preservación de monumentos. Para la mayoría de los dominicanos, el turismo es una actividad que no se lleva a cabo en su entorno de vida.

Persiste, sin embargo, la influencia del turismo sobre las costumbres, y el mes pasado recibimos la visita de una experta de las Naciones Unidas en la explotación sexual de menores, cuyas declaraciones pueden interpretarse como una advertencia y una censura al país respecto de ese tema. Al decir que el Gobierno debe enviar una señal fuerte de que la meta de diez millones de turistas para el año 2022 no será alcanzada con dicha explotación, dio a entender que sin una política definida al respecto, el problema continuará agravándose, y exhortó a las autoridades a colocar la protección de los menores en el centro de su estrategia turística, implicando que actualmente no es así.

El abuso a la niñez es una consecuencia de la pobreza y de la desintegración de los núcleos familiares. El abandono de los niños tiene su origen en los hogares, convirtiéndolos en víctimas fáciles de predadores sexuales.

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Gustavo Volmar