Maniobra estratégica

Tal como habían anticipado varios analistas económicos, la sorpresiva entrada de Japón en recesión provocó que el gobierno anunciara ayer la convocatoria a elecciones parlamentarias anticipadas y la posposición del segundo aumento en el impuesto a las ventas.

Ese impuesto era de sólo un 5%, razón por la que su incremento fue visto como una solución a los déficits fiscales que han llevado la deuda pública a duplicar el nivel del PIB, impulsados por los costos de la seguridad social para atender a una población envejeciente. El impuesto fue aumentado al 8% en abril, y subiría al 10% en octubre del próximo año, lo que fue pospuesto para abril del 2017.

Es habitual en Japón y otras naciones asiáticas asumir la responsabilidad por hechos que perjudican a otras personas. En el caso de los funcionarios públicos, además de pedir disculpas y mostrar arrepentimiento, suelen renunciar a sus cargos, aún cuando los errores hayan sido cometidos por subalternos y no por ellos.

Podría parecer, por lo tanto, que el Primer Ministro Shinzo Abe actuó motivado por esa costumbre ancestral al convocar elecciones que no tenían que celebrarse hasta el 2016.

Pero las apariencias engañan, y la convocatoria, más que una expresión de sacrificio, fue una decisión estratégica vinculada a la energía nuclear. El gobierno se propone reactivar a partir del 2015 las plantas nucleares, paralizadas desde el accidente del 2011. Está consciente de que la opinión pública se opone a la reactivación, pero la considera imprescindible para que la economía japonesa pueda competir con las de China, Corea y otros países de la región. Decidió, en consecuencia, que era mejor ir ahora a elecciones, pautadas para el 14 de diciembre, antes de que su popularidad baje más, y cuando todavía la oposición está débil y dividida.

Como sabe que es muy improbable, Abe ofreció renunciar si su partido no logra mantener su mayoría parlamentaria.

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Gustavo Volmar