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Penas y amores de los valientes líderes de la separación dominicana

Persecuciones, condenas, exilios y decepciones marcaron a los héroes

SANTO DOMINGO. Las notables vidas de los principales héroes que lucharon por la liberación dominicana del dominio haitiano estuvieron marcadas por el infortunio, las precariedades, las decepciones, los amores y “desencuentros”.

No obstante, fueron hombres tenaces que se empeñaron en hacer realidad sus ideales libertarios en condiciones adversas.

Aunque muchos otros se afanaron porque la parte Este del Santo Domingo español se separara de Haití la historia ha reservado posiciones relevantes a Juan Pablo Duarte, Matías Ramón Mella y Francisco del Rosario Sánchez, considerados padres de la patria dominicana, hombres de carne y hueso que cosecharon triunfos y fracasos.

Pedro Santana, del bando conservador, quien luego de la Independencia Nacional gestionó un protectorado de Francia y años después propició la Anexión a España, también forma parte de las figuras destacadas de las refriegas libertadoras, abatidas por la adversidad.

Pero ¿cómo eran y cuáles fueron las difíciles situaciones que enfrentaron estos titanes del siglo XIX en determinados momentos de sus singulares existencias?

Duarte y sus martirios

Se ha descrito abundantemente el rosario de padecimientos sufridos por Juan Pablo Duarte, uno de los hombres más importantes de la liberación.

El inspirador de la soberanía dominicana era el cuarto hijo del matrimonio formado por Manuela Díez y Jiménez y Juan José Duarte, y a los 25 años fundó la sociedad secreta La Trinitaria, después de alimentar por mucho tiempo el sueño de constituir una nación independiente.

El historiador Orlando Inoa asegura en su “Biografía de Juan Pablo Duarte que: “En su juventud, en distintos momentos de su vida”, el héroe tuvo dos novias: “María Antonia Bobadilla y Prudencia Lluberes. Con ambas llegó a comprometerse, pero con ninguna contrajo matrimonio”.

La sortija que el joven Duarte regaló a su prometida María Antonia es exhibida en el Museo de Cera Juan Pablo Duarte, donde se muestran otras facetas de su vida, como su interés por la educación, la escritura, los libros, las artes y el catolicismo.

Inoa expresa que existe muy poca información sobre las relaciones amorosas de Duarte, y que apenas se conserva una documentación que se refiere al patriota y a la señorita Bobadilla “participando como padrinos del bautizo de Wenceslao Camilo, hijo de Vicente Celestino, el 20 de octubre de 1837, en el templo de San Carlos”.

Obviamente ni esas relaciones amorosas ni las que tuvo con Prudencia Lluberes prosperaron, pues Duarte no se casó ni se le ha conocido descendencia.

En relación a esa faceta de la vida personal del prócer, el escritor Miguel Soto Jiménez ha expresado: “¿Era bailador el Patricio como Bolívar o Mon Cáceres? ¿Le gustaban los tragos, como se dice de Mella o Florentino? ¿Las cosas finas, como a Washington? ¿Era muy enamorado, como Sánchez, Perdomo, Jefferson o el mismo Libertador?”

“A nosotros no nos cabe duda de que Duarte sentía gran atracción por el bello sexo, no sólo por lo que se habla de las novias de Duarte en los apuntes de su hermana Rosa, quien cuida la memoria de su hermano defendiéndolo contra los prejuicios de su época, en la cual las mujeres eran tan recatadas que, teniendo la vocación de criptógamas, solían serlo más si eran como las jamonas de otros tiempos”, ha argumentado en el libro “Duarte Revisitado”.

El exsecretario de las Fuerzas Armadas expresó que por eso Rosa Duarte habla con cuidado de los amores de su hermano. Y agrega: “Cabe pensar en cómo fueron los amores clandestinos de Duarte en San José de los Llanos o el fogaraté que se siente en las líneas de su ensayo del diario en Alemania, cuando habla de esas mujeres rubias cuya alusión sin duda alguna descompone su pretendida indiferencia por esas cosas banales de la carne”, agregó.

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Infografía
Anillo entregado por Duarte a su novia María Antonia Bobadilla. Se conserva en el Museo de Cera Juan Pablo Duarte. (MARVIN DEL CID)

Soto Jiménez manifestó, asimismo: “Duarte fue un hombre en el sentido normal de la palabra: enamorado, amante y suponemos que apasionado. No procreó descendencia conocida, porque como otros grandes auténticos revolucionarios, consagró su vida a la causa nacional, la que absorbió sus otros aspectos familiares”.

Con 30 años, en 1843, Duarte laboraba como comerciante en un negocio de venta de artículos para buques y quincallería de su padre, situado en La Atarazana, próximo a la Puerta de San Diego, en el puerto de Santo Domingo. El héroe era culto, un gran lector y escribió varios poemas, entre ellos “La cartera del proscrito”.

En su obra “Vicisitudes de Juan Pablo Duarte”, el historiador Juan Daniel Balcácer escribe que el patricio, “... al igual que sus compañeros de partido, fue victimizado desde los inicios de la República, mediante la Resolución núm. 17 de la Junta Central Gubernativa, que lo condenaba al ostracismo de por vida, con órdenes de ser fusilado en caso de ingresar al territorio nacional”.

Además, recuerda que el 10 de septiembre de 1844, “humillado, engrillado y confinado en La Torre del Homenaje”, Duarte fue embarcado hacia un nuevo exilio de 20 años que vivió en Venezuela. En esa nación murió el 17 de julio de 1876, a causa de una tisis severa, con 63 años de edad.

Balcácer rememora que el revolucionario fue objeto de inmerecidos infundios y calumnias desde antes de cristalizarse el movimiento político por el cual sacrificó su juventud y el bienestar de su familia y que esa campaña de descrédito se inició en Santo Domingo, a mediados del 1843, y fue promovida por “un reducido círculo de compatriotas cuya cosmovisión de los acontecimientos divergía sustancialmente de la concepción política preconizada por Duarte y sus correligionarios”.

El héroe era un ser carismático, que consiguió darle dirección y propósito a un grupo de jóvenes valerosos. Compartió los conocimientos adquiridos en sus estudios particulares y durante sus viajes a los Estados Unidos y a Europa, e impartió gratuitamente clases de matemáticas, latín, esgrima y tiro. El patricio, quien poseía formación militar, era un luchador. Sus afanes patrióticos le produjeron innumerables sufrimientos y llevaron a la pobreza a su familia, pues invirtió sus bienes en la lucha independentista.

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Desventuras de Mella

A Matías Ramón Mella se le considera una de las figuras más importantes de las luchas independentistas. Tenía 28 años cuando desempeñó un papel protagónico la noche de la proclamación de la Independencia, ya que disparó el emblemático trabucazo que selló el nacimiento de la República Dominicana.

Antes, a los 20 años, contrajo matrimonio con Josefa Brea, compañera en las luchas patrióticas, y con ella procreó cuatro hijos: Ramón María, Antonio Nicanor, María América e Idelfonso. Para sustentar a su familia se dedicaba al corte de caoba, primero en San Cristóbal y luego en Puerto Plata.

En los aprestos separatistas, Duarte le encargó a Mella viajar a Les Cayes, en Haití, para hacer una alianza entre los trinitarios y reformistas haitianos, que buscaban derrocar al presidente Jean Pierre Boyer, finalmente depuesto en marzo de 1843.

Mientras laboraba a favor de la independencia, Mella fue hecho prisionero en Cotuí por el general Herard. Fue puesto en libertad a finales del año 1843

Luego de la proclamación de la independencia, Mella (1816-1864) organizó la región cibaeña para oponerse a los posibles ataques haitianos y partió hacia el Sur para incorporarse a las filas de los combatientes.

Previamente, firmó el manifiesto del 16 de enero de 1844, llamado también Acta de Separación.

Después de que los haitianos se retiraron, el hijo de Antonio Mella y Francisca Castillo volvió al Cibao y el 4 de julio proclamó a Duarte presidente de la República, para evitar que ocupara el poder alguno de los llamados afrancesados, partidarios del colonialismo, por lo cual fue expatriado por Pedro Santana hacia Europa. Después se estableció en Puerto Rico y no volvió al país hasta 1848.

A su regreso al suelo dominicano, este hombre de acción se sumó a las luchas entre las facciones conservadoras y respaldó a Santana, con el que rompió relaciones después, entre otras razones debido al interés del caudillo de que se produjera la Anexión a España. El nacionalismo del prócer se reafirmó cuando apoyó a los restauradores en 1861, con los que combatió para expulsar a los españoles como antes lo había hecho contra los haitianos.

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Infografía
Mella en una escena de la proclamación de la independencia. Recreación del Museo de Cera Juan Pablo Duarte. (MARVIN DEL CID)

Penurias de Sánchez

Como un “adalid” de las luchas nacionales en el siglo XIX describe el historiador Roberto Cassá en su obra “Padres de la Patria” a Francisco del Rosario Sánchez, arrojado mulato que batalló intensamente por la libertad.

Por sus esfuerzos, la historia ha ubicado en un lugar elevado a este compañero confiable y solidario de Duarte.

Cassá señala que Sánchez se contó entre los pocos fundadores de la sociedad La Trinitaria que no era de color blanco. De origen humilde, pudo ascender socialmente por la ubicación urbana de sus padres, Narciso Sánchez y Olaya del Rosario, y su dedicación y entereza.

Su educación, esmerada para la época, fue orientada por su madre y su tía María Trinidad Sánchez, heroína de febrero. Autodidacta, aprendió inglés e hizo estudios de la Biblia, latín y filosofía. Luego se convirtió en abogado.

En el 1859, por discrepancias políticas con el presidente Buenaventura Báez se exilió en Saint Thomas y en esa isla vivió privaciones y estuvo en un estado de casi indigencia.

A Sánchez (1817-1861) se le atribuye la planificación y ejecución de la declaratoria de la independencia el 27 de febrero de 1844. Debido a que Duarte tuvo que salir del país para preservar la vida, el patriota lideró el movimiento triunfador.

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Sánchez izando la bandera dominicana el 27 de febrero de 1844. Recreación del Museo de Cera Juan Pablo Duarte. (MARVIN DEL CID)

Luego de ser exiliado en agosto de 1844, cuando fue declarado “traidor a la patria”, Sánchez se radicó en Curazao y allí se casó con Leoncia Rodríguez, con la que tuvo una hija, Leoncia, antes de que falleciera. Al volver al país en 1848, restableció relaciones con su antigua novia, Balbina Peña, con quien se mantuvo unido hasta su muerte. Con esta señora procreó a Juan Francisco y a Manuel de Jesús.

Sánchez fue un padre prolífico. Engendró varios hijos con varias mujeres. La primera fue Felícita Martínez, con quien tuvo a Mónica. Luego, con María Evarista Hinojosa procreó a María Gregoria (Goyita). Posteriormente, con Mercedes Pembrén Chevalier concibió a Petronila.

Con la amnistía dispuesta por el presidente Manuel Jimenes, Sánchez en 1848 pudo regresar al país, luego de su destierro, y en la siguiente década desempeñó diversos cargos públicos.

En 1861, a los 44 años, el prócer fue fusilado el 4 de julio en El Cercado, San Juan de la Maguana, como consecuencia de su lucha contra la Anexión de la República Dominicana a España.

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