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La presencia italiana en la República Dominicana: región del Cibao

Extracto del escrito de Edwin Espinal Hernández, abogado, notario y autor de obras históricas genealógicas, contenido en el libro “El Legado Italiano en República Dominicana. Historia, Arquitectura, Economía y Sociedad”

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La presencia italiana en la República Dominicana: región del Cibao
Vista de Samaná. Al fondo, los puentes que comunican a tierra firme los cayos Linares y Vigía, diseñados por el arquitecto italiano Guillimo Bertalleri, a finales de la década de los 60. (THIAGO DA CUNHA)

La vida dominicana ha sido penetrada por la acción de distintos grupos extranjeros, entre ellos, el italiano, que presenta especiales características de adaptación y fusión con la tierra y el pueblo dominicanos que merecen ser resaltadas. Y es que, dentro de este mosaico de influencias, la italiana es significativa, porque ha sido fundamental para la vida, la historia y la conformación nacional.

A partir de la proclamación del reino de Italia en 1861, la homogeneización de un territorio tan diverso política y económicamente generó un distanciamiento entre el centro-norte, más desarrollado en el orden económico, y el mediodía, estructuralmente más débil. La crisis que afectó al nuevo cuadro político-territorial alimentó el flujo migratorio de campesinos y de las clases más pobres procedentes de las regiones con mayor carga demográfica a partir del decenio de los 70 del siglo XIX.

En el interior del país, la presencia italiana fue determinante en diversas épocas. En el proceso de afirmación y evolución de varias comunidades y ciudades encontramos el aporte sustancial de varios italianos, arribados fundamentalmente a partir de la segunda mitad del siglo XIX. En lo que toca al Cibao, pese a que la mayor parte del trasvase poblacional italiano a América empezó a manifestarse a partir de 1886, allí hubo italianos desde la primera mitad del siglo XIX.

Genealogía italiana en el Cibao

Santiago, Moca, La Vega, Montecristi, Salcedo, San Francisco de Macorís, Pimentel, Puerto Plata y Samaná fueron notables centros de acogida de migrantes italianos.

En La Vega, un importante núcleo legó a su genealogía los apellidos Scaroina, Paonessa, Grimaldi, Montesano, Rossi, Cámara, Sorrentino, Russo, Vitetta, Longo, Pezzotti, Parissi, Leonetti y Biondi. A Moca llegó también el apellido Russo y en Montecristi radicaron los apellidos D’Aste, Pannocchia y Richetti. En Salcedo se establecieron, entre otras, las familias Bloise, Caputo, Forestieri, Pezzotti, Palamara, Trifilio, Schiffino y Vigniero. En la provincia Duarte la colonia italiana estuvo representada, en el municipio de San Francisco de Macorís, por los apellidos Negrette, Simeoli, Richetti, Finizola y Sturla y en Tenares por los Minervino. En Pimentel figuraron los apellidos Pellice, Bruno y Capobianco.

La simiente italiana en el lapso republicano en Puerto Plata cuenta los apellidos Arzeno, Languasco, Rainieri, Grisolía, Sarnelli, Sangiovanni, Pappaterra, Russo, Divanna, Oliva, Conte, Villari, Ciriaco, Nardi, Nicodemo, Vineli, Micheli, Saco, Dipino y Capobianco. En el municipio puertoplateño de Altamira radicó el apellido Perrone y en Samaná, la presencia italiana tuvo como representantes a las familias Messina, Bancalari, Sangiovanni, Caccavelli y Demorizi.

En el caso particular de Santiago, la comunidad rural de Santa Domenica Talao, en la provincia de Cosenza, en la Calabria, encabezó la lista de lugares de origen con mayor número de representantes (Anzelotti, Bloise, Campagna, Capobianco, Caputo, Cino, Cozza, Cucurullo, Divanna, Ferzola, Finizola, Grisolía, Leogaldo, Leone, Longo, Marino, Perrone, Pezzotti, Riggio, Russo, Sabatino, Sassone, Schiffino, Sollazzo y Senise); le seguían Nápoles (Petito), Vibonati (Pugliese), Maratea (Cantisano), Campanello (Generazzo) y Serra Pedace (Leonetti). La presencia de norteños fue menor, quedando representados lugares como Fucecchio (Menicucci), Livorno (Pardi), Génova (Merlano), Barga (Stefani) y Santa Margarita Ligure (Pellerano y Piola).

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Puede seguir leyendo el artículo completo consultando la página Ciaosantodomingo.com

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Infografía
Tienda de calzados La Marchantón, en la esquina de las calles Duarte y Beller de Santiago. (EDWIN ESPINAL)

Fusión de valores

El grueso de esta inmigración tuvo una masiva presencia masculina, joven en forma predominante y procedente tanto de localidades del interior como de ciudades cercanas al litoral. A pesar de su origen mayoritariamente campesino, muy pocos se dedicaron a la agricultura. La mayoría estableció casas dedicadas al comercio importador y algunos talleres de relativa significación, figurando además en ocupaciones de servicio y actividades artesanales. La venta de artículos de orfebrería y joyería en las calles fue una de sus ocupaciones laborales definitorias.

Las positivas corrientes de empatía social que dieron y recibieron los hicieron integrarse fácilmente sin tener la necesidad de reconocerse en otro espacio que preservara sus rasgos identitarios. Tener raíces comunes, como el hablar una lengua de derivación latina, fue un catalizador para la fusión de valores.

El Cibao sigue acogiendo a nacionales italianos en el presente. En todos, en los de ayer y los de hoy, prima algo en común: un entrañable recuerdo por su queridísima Italia, su patria lontana, pero también una gran satisfacción y felicidad por hallarse en este país, que hace tantos años le abrió generosamente las puertas.

Habría mucho más que referir sobre la incidencia de Italia en el Cibao y Santiago, pero valgan estos apuntes para resaltar algunos de esos tantos lazos. Gracias a Italia por tanto y tan entrañable cercanía con la gente y el pueblo de la República Dominicana.

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