Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Publicidad
Publicidad

Legado italiano en la música y en la cultura dominicanas

Extracto del escrito de Blanca Delgdo Malagón, investigadora, contenido en el libro “El Legado Italiano en República Dominicana. Historia, Arquitectura, Economía y Sociedad”

Expandir imagen
Legado italiano en la música y en la cultura dominicanas
Carlos Piantini, Director de la OrquestaSinfónica Nacional (1984-1994). (BLANCA DELGADO)

El término legado, empleado en sentido figurativo, se refiere a la herencia, algo espiritual recibido de los que vivieron antes («el legado de Roma», por ejemplo). Por extensión, su significado puede abarcar manifestaciones ejemplares, individuales o colectivas, que han marcado hitos en la historia de los pueblos.

A finales del siglo XIX, la región de Santiago, favorecida por los beneficios derivados de la producción a gran escala del tabaco dominicano destinado mayormente al mercado europeo, recibió en calidad de inmigrantes a un número significativo de nacionales italianos que encontrarían en suelo dominicano mejores condiciones de vida.

Anselmo Copello (1879), oriundo de Santa Margherita Ligure (Génova), asentado desde muy joven en Santiago de los Caballeros, bien pronto adoptaría la pujante población cibaeña como su patria chica. En esa ciudad trabajó junto a su hermano José en la fábrica de cigarros y cigarrillos La Habanera, convertida luego en Compañía Anónima Tabacalera, en la que llegó a alcanzar el puesto de presidente, y allí se destacaría por su espíritu de servicio y sus acciones de empresario innovador.

Su mecenazgo

Entre sus múltiples iniciativas benéficas, en el año 1930 Anselmo Copello creó la Orquesta Filarmónica de Santiago, bajo la dirección del maestro Julio Alberto Hernández, institución de 30 miembros que agruparía a las más destacadas figuras del ambiente musical de entonces, entre las que se encontraban Juan Francisco García, Pepe Echavarría, Luis Alberti, Max Guzmán, Morito Sánchez, Juan Sánchez, Pablo Bornia, César Pacheco, Antonio Pereyra, Oscar García, Arcadio Aybar, Bruno García, Apolinar Bueno y Piro Valerio, entre otros.

Gracias al generoso mecenazgo de Anselmo Copello, ese importante núcleo de músicos dominicanos pudo disfrutar de la estabilidad económica que les proporcionaría el clima propicio para el nacimiento de varias de las obras fundamentales del repertorio de la música dominicana. Los aportes de Copello a la sociedad de Santiago fueron numerosos y en honor a su memoria, una de las calles de la ciudad lleva su nombre.

Durante el largo período de recurrente inestabilidad política que cubrió nuestro país en los años finales del siglo XIX e inicios del XX, la atención oficial hacia la música como instrumento de educación colectiva se manifestó, básicamente, en la consolidación de las bandas militares, convertidas en verdaderas «bandas sinfónicas», por estar integradas en su mayoría por los músicos más destacados de entonces.

En aquel momento deplorable para la cultura musical del país, la presencia providencial de un descendiente de italianos de la región de Ravello, José de Jesús Ravelo (1876), reivindicando la herencia artística de sus ancestros, vino a llenar con creces ese largo periodo de abandono oficial en la formación musical de los dominicanos. Su dedicación absoluta a esta noble labor, de manera altruista, habría de convertirlo, con el correr de los años, en figura patriarcal de la música de la República Dominicana.

El interés de Ravelo por la música parece haberse despertado originalmente a través de conversaciones sostenidas con los hijos del escritor dominicano Manuel de Jesús Galván y sus únicos estudios formales (de teoría, solfeo y clarinete) los había realizado con Juan Francisco Pereyra. Toda su formación posterior la adquirió por sí mismo, convirtiéndose en uno de los autodidactas de más vasta cultura musical de nuestro país. La pasión de su vida fue la música de Giuseppe Verdi y él mismo se llegó a considerar discípulo del gran compositor italiano.

En 1894, con apenas 18 años, Ravelo fue nombrado director de la Banda Pacificador, que dirigió hasta el 1900. Cuando Eugenio María de Hostos introdujo en la educación musical el canto coral, él fue el primer maestro de esta materia en el país, además de profesor de música en el Instituto Salomé Ureña y en el Colegio Santo Tomás.

En 1904, por iniciativa de Juan Bautista Alfonseca se funda el Octeto del Casino de la Juventud, que bajo la dirección de José de Jesús Ravelo daría a conocer la música de los grandes compositores de la música italiana. En 1908 funda el Liceo Musical y en 1920 es designado director de la Banda Municipal. En 1928 fungió como presidente del Primer Congreso Dominicano de Música y en 1931 fue director artístico de la emisora HIX.

El 7 de abril 1939 se presenta por primera vez su Oratorio La muerte de Cristo en la Basílica Metropolitana, cantado a cuatro voces por un coro mixto de 60 voces y una orquesta de 40 instrumentistas y esta obra, convertida ya en la tradición de Semana Santa, se mantiene vigente todavía, hasta el 2019. El 23 de marzo de 1940 José de Jesús Ravelo es investido por el Gobierno dominicano con la Orden de Duarte, Sánchez y Mella en el grado de Oficial.

_____________

Puede seguir leyendo el artículo completo consultando la página Ciaosantodomingo.com

TEMAS -

Periódico líder de República Dominicana centrado en las noticias generales y el periodismo innovador.