- Portada
- Actualidad
- Reportajes
Guardianes
La silenciosa lucha de los que velan por nuestra seguridad

En primera li´nea de defensa, pero sin la gloria ni reconocimiento de polici´as o militares, los vigilantes de seguridad privada esta´n jugando un papel fundamental en la proteccio´n de negocios y residencias durante la duracio´n de la cuarentena por el nuevo coronavirus, permitiendo a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado centrarse en labores ma´s relevantes para el cumplimiento de la ley y el toque de queda.


“Cuando ma´s ellos necesitan al guardia´n es en este momento”, asegura un vigilante de un laboratorio mientras agarra su escopeta.
“Desde que comenzo´ la cuarentena es trabajando pisado, di´a y noche, pero la empresa a mi´ no me esta´ dando transporte y los carros se esta´n aprovechando. Cobrando 50 y 60 pesos. Y uno, por cumplir con el trabajo, lo hace”, cuenta.




Con el cierre de la actividad comercial y la consecuente disminucio´n en el tra´fico de personas, la pandemia del COVID-19 ha transformado los lugares ma´s transitados de Repu´blica Dominicana en escenarios completamente desolados, convirtie´ndolos, como ya temen algunos, en terreno ideal para los asaltantes ma´s oportunistas.
“Esta´ todo ma´s tranquilo. Muchos militares para arriba y para abajo, pero ahora tenemos que tener los ojos ma´s abiertos. Los ladrones se han duplicado”, afirma un seguridad.
A pesar de ello lo que continu´a lamentando la mayori´a es la falta de apoyo en el transporte por parte de sus empresas, el escaso o inexistente reparto de equipos de proteccio´n (indispensable para los que trabajan de cara al pu´blico) o las abusivas extensiones de sus jornadas laborales, hechos que no hacen si no aumentar esa sensacio´n de soledad que tuvieron todos desde que se enfundaron el uniforme por primera vez.




“Hay empresas que dan transporte y otras que no. Entonces el seguridad tiene que ingeniárselas, aunque viva en el quinto infierno. Hay muchos seguridad que viven, por ejemplo, por Haina. Otros en Nigua, San Cristóbal; El Cafe´ de Herrera, Sabana Perdida... Y si tiene un motorcito, resuelve. Pero a esa persona que viene de Haina, a prestar su servicio, a cuidar sus intereses y los bienes de usted, la compan~i´a deberi´a protegerlo, cuidarlo, darle valor... Pero a nosotros no nos dan mucho valor”, se queja un vigilante de una bomba de gas.

https://resources.diariolibre.com/images/binrepository/jmp1564_13822676_20200505150124.jpg

https://resources.diariolibre.com/images/binrepository/jmp1821_13822593_20200505140538.jpg

https://resources.diariolibre.com/images/binrepository/jmp1793_13822673_20200505140530.jpg

“Nosotros aquí hacemos nuestra diligencia nosotros mismos. Aquí nadie nos suple de nada”, se lamenta un seguridad de unas oficinas del centro de Santo Domingo “El horario mi´o de yo entrar aqui´ es a las seis de la tarde, pero tengo que llegar a las cuatro, para que mi compan~ero pueda encontrar transporte para su casa [...] Hay compan~eros que quisieran quejarse, pero uno solo no vale hablar. Si yo hablo, me acusan de sindicalista y me sacan. Me cancelan. Y tu´ sabes que la mayori´a de compan~i´as son de generales, coroneles...”.

https://resources.diariolibre.com/images/binrepository/jmp1828_13822661_20200505140531.jpg

https://resources.diariolibre.com/images/binrepository/jmp1741_13822667_20200505140530.jpg

https://resources.diariolibre.com/images/binrepository/jmp2024_13822641_20200505140533.jpg

https://resources.diariolibre.com/images/binrepository/jmp1630_13822658_20200505140532.jpg


Juan Miguel Peña
Juan Miguel Peña