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Vivencias
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1953

Mi abuela se cansa de los vecindarios y desde que se entera de que hay un apartamento mejor, se organiza y nos mudamos

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1953
Tengo la impresión de que esto que he vivido no lo voy a olvidar nunca. (ILUSTRACIÓN: LUIGGY MORALES)

1953. Ciudad Trujillo. Es sábado. Estamos estrenando apartamento. Mi abuela se cansa de los vecindarios y desde que se entera de que hay un apartamento mejor, se organiza y nos mudamos. Mi abuela es divertida y cuando quiere algo, lo consigue. En este nuevo apartamento, en la calle Benefactor, el parque Ramfis queda al frente y tiene una enorme piscina. El parque tiene columpios y una altísima montaña rusa. Mi abuela me ha prohibido bañarme en la piscina, dice que va mucha gente y cualquiera se ahoga y nadie se da cuenta.

Ya he hecho nuevos amigos. El edificio en el que vivo tiene tres pisos, en el primero vive José, que es mayor que yo, y en el tercero Momón, que tiene mi edad y con quien puedo jugar. En el barrio hay muchos futuros amigos, además tengo la bicicleta que me permite ir fácilmente adonde quiera. Cada mañana con mi bici pedaleo el malecón y llego hasta Güibia, la playa de la ciudad.

Mi primo Chepe y yo muchas veces nos bañamos en la playa, aunque nos lo tienen prohibido. Ayer hicimos una apuesta de quién llegaba primero al trampolín y el ganó. Nos pusieron de castigo por haber ido sin permiso.

El domingo ponen en la tanda vermouth del cine Elite ‘Los caballeros del Rey Arturo’. Mi tío Joaquín es el dueño del cine, pero no es fácil que me deje entrar gratis, aunque debo reconocer que una que otra vez lo ha hecho. Quiero ir a la tanda vermouth de las 10:30 am que cuesta 25 centavos. Todos mis amigos del colegio irán a verla.

Ojalá fuera grande y trabajara y así tendría dinero para hacer lo que quisiera. Hay noches que me desvelo pensando en el futuro, quisiera ser artista, escritor, tener una oficina, viajar mucho, en fin. Me gustaría ir a Hollywood y hacer el papel de Tarzán o de un vaquero que admiro mucho que se llama Hopalong Cassidy, veo todas sus películas, siempre vestido de negro en su caballo blanco. Es mi héroe. Mi papá me ha prometido un caballo blanco. Se ha comprado una pequeña finquita en las afueras de la ciudad, un lugar llamado Arroyo Hondo. Es muy lejos, pero algunos sábados voy con mis amigos en la guagua de dos pisos que tanto nos gusta y hacemos excursiones a un río pequeño que se llama Arroyo Salado. En la finca hay vacas, un gallinero, algunos conejos y mucha siembra de yuca, plátanos y hasta guandules.

Mi papá ha construido una casita de madera y techo de zinc, cuando llueve disfruto mucho el sonido de la lluvia cuando cae. En este lugar se siente el silencio... A veces vengo con la abuela y nos quedamos a dormir, en las noches a ella le gusta sentarse en la galería y ver las estrellas y habla mucho de cuando ella era joven. Me gusta escucharla y a veces me duermo con su voz. Por la mañana ordeñan una vaca y bebemos leche fresca y calientita.

Tengo la impresión de que esto que he vivido no lo voy a olvidar nunca. Ojalá.

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Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.