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El pasillo de los besos

Me gustó tanto esta bella historia de amor que decidí escribirla

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El pasillo de los besos
El amor de este abuelo por su esposa era inmenso. (ILUSTRACIÓN: LUIGGY MORALES)

Tomasito me lo cuenta casi con lágrimas en los ojos. Cada vez que me habla de sus abuelos, noto que se emociona. ¿Y de dónde eran ellos?- pregunto. Bueno, vivían entre dos pueblos, en Villarubia de los Ojos y en Fuente el Fresno, son dos pueblos de La Mancha.

-Mi abuelo era un hombre rudo -continúa-, la pasó muy mal, imagínate que su madre muere cuando él nace y fue criado por unas hermanas. Y como si todo esto fuera poco, su padre se suicida cuando apenas tiene 8 años.

Aquí hicimos silencio. Tomasito ya lo cuenta más tranquilo, pero no deja de afectarle.

-A pesar de todo lo que pasó, el abuelo logró ser un hombre feliz -añade- y mucho más cuando conoció a mi abuela -noto una leve sonrisa en quien me cuenta-, la abuela se lo metió en un bolsillo y era tanto así que hacía todo lo que ella le pidiera, estaba lo que se dice domesticado. Ambos tuvieron una larga vida y casi al final la abuela fue perdiendo un poco la memoria y se inventaba cosas. Un día llegue a la casa de ellos, vivían con mi mamá y tenia toda la cara llena de polvo blanco. Abuela, ¿y qué te pasa? ¿Porqué te has puesto la cara llena de polvo blanco?

Ella, muy misteriosa, me llevó a un lado y me dijo que mi mamá le estaba echando a la comida algo que la iba a poner negra y que ella era blanca y no quería que le cambiaran el color. No pude convencerla de que todo esto estaba en su mente, pero lo más cómico fue, al rato, ver llegar a mi abuelo pintado igual. Abuelo, le dije, pero ¿y tú también te crees eso que dice la abuela de que los están convirtiendo en negros?

El abuelo me miró muy seriamente a los ojos y me contestó: “si tu abuela dice que tu mamá nos está poniendo negros, eso es así, yo no discuto”.

El amor de mi abuelo por mi abuela era inmenso, yo nunca había visto nada igual, si ella le hubiera dicho que se subiera al techo y se tirara él lo hubiera hecho.

Mi abuela murió primero y mi abuelo entró en una tristeza infinita. Ya nada le hacía feliz, yo me fui del pueblo y un tiempo después volví a verlo. Mi abuelo era alguien importante en mi vida y aunque había sido muy duro conmigo lo quería mucho.

Esa noche me quedé a dormir en el cuarto al lado suyo, iba a pasar pocos días y quería aprovechar lo más que pudiera de su presencia. Ya me habían dicho que no estaba muy bien de su cabeza, que le costaba caminar, ya pasaba de los noventa y esa noche mientras yo dormía escuché un sonido extraño. Me desperté sin poder identificar el sonido, salí al pasillo desde donde provenían los sonidos y encontré una gran sorpresa. Allí estaba mi abuelo mirando el retrato de la abuela y tirándole sonoros besos. Luego me enteré de que lo hacía todos los días y varias veces al día... era el pasillo de los besos del abuelo. En la mañana, mientras nos desayunábamos, me confesó cuánto extrañaba al amor de su vida.

Así me lo contó su nieto en el balcón de mi apartamento la otra tarde. Me gustó tanto esta bella historia de amor que decidí escribirla.

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Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.