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En mis felices tiempos de colegio...

Decidí que el viernes era el día que más me gustaba de la semana y motivo de absoluta alegría

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En mis felices tiempos de colegio...
Los viernes, al igual que hoy, en mi otoño, son motivo de absoluta alegría. (ILUSTRACIÓN: LUIGGY MORALES)

Siendo apenas un niño comencé a identificar a la gente con los días y los estados de ánimo. Ese hábito comenzó en la escuela. El viernes era mi día favorito, a las 4:00 p.m. escuchaba el timbre liberador y me sentía desatado de responsabilidades. Recogía mis libros y cuadernos, los metía en mi bulto y salía corriendo a mi guagua para llegar lo más pronto a mi casa, fuera el uniforme kaki y azul.

Viernes era el encuentro con los amigos sin tener que hacer tareas, cierta irresponsabilidad, hacíamos planes para sábados y domingos, siempre incluida una tanda de vermouth en el cine Elite, misa en la Catedral obligatoria, hamburgers en los Imperiales, y malecón en la tarde para ver pasar a las muchachas y, cuando se podía hacer, serrucho de pizza en El Vesuvio. Eran otros tiempos y otra ciudad.

Eran los días donde soñar era como respirar y creíamos que todo era posible. Decidí que el viernes era el día que más me gustaba de la semana. A pesar de que disfrutaba mucho mi vida de estudiante, los viernes, al igual que hoy, en mi otoño, son motivo de absoluta alegría. No sé exactamente cuándo sucedió, pero comencé a clasificar a mis compañeros de acuerdo a los días de la semana, hábito que se mantiene hoy. Los lunes, ufff, nunca me gustaron; los martes desabridos; los miércoles prometían que faltaba poco; los jueves la antesala de las alegrías; y los viernes celebración. Sábados y domingos también tenían su clasificación, el sábado seguía en la misma línea del viernes, y el domingo ya era más sombrío, había que hacer tareas, recobrar el juicio y pensar en una semana que posiblemente estaría cargada de deberes por terminar.

Siempre he tenido muchos amigos, se me multiplican con los años, parece que los cosecho, los abono, los cuido, aunque con la multiplicación de los mismos la intensidad ha ido disminuyendo, ya no los veo tanto como quisiera, pero estoy seguro de que ellos saben que en los momentos que me necesiten pueden contar conmigo.

Tengo amigos lunes, esos son los más complicados pero no menos queridos, los acepto como he aceptado en la vida todo lo difícil que he tenido que encarar. Eladio es martes y él lo sabe, su esposa Lourdes es viernes, hacen el equilibrio perfecto. María Josefina es puro domingo, recogimiento y silencio, la viudez le vino muy bien y vive de acuerdo a su soledad. Guillermo es una combinación de sábado y domingo y está casado con Regina que es lunes permanente.

Tengo amigos que se rigen por el horóscopo y hablan con tal propiedad que impresionan. Yo he llegado a lo mismo pero con los días, personas lunes con incidencia de miércoles y coletazos de jueves. Fernanda es lunes hasta las 4 de la tarde, pero desde que comienza a caer el sol le entra un viernes en la sangre que se aloca. Y si hay una cervecita de por medio es la revolución. Nunca debí de escribir este articulo, hoy lo hago con la ebullición de un viernes con mucha influencia de viernes y con atisbos de un sábado intenso.

Pensar en la apertura de las escuelas en este tiempo difícil me hizo recordar aquellos momentos de intensa felicidad, donde mi única y gran preocupación era estudiar y pasar de curso. Con los años voy perdiendo la vergüenza y atreviéndome más y más. Mi felicidad es completa y casi lo estoy logrando, será vivir en una semana que solo tenga viernes sus siete días. El cielo es viernes.

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Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.