Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
columnistas

Galicia, Narón, el teatro y la alegría de celebrar

Tengo una lista secreta de cosas por hacer antes de despedirme del escenario de la vida y hace unos días acabo de cumplir una

Expandir imagen
Galicia, Narón, el teatro y la alegría de celebrar

Hace casi 50 años visité la ciudad de Los Ángeles y allí tuve la oportunidad de ver a un famoso actor italiano, Vittorio Gassman, representar un unipersonal sobre su vida en el teatro. Quedé impresionado de la capacidad de este hombre y de cómo por, alrededor de hora y media, nos mantuvo interesados en todo lo que contaba.

-Algún día -pensé- me gustaría atreverme a subir a un escenario e intentar hacer lo mismo.

Tengo una lista secreta de cosas por hacer antes de despedirme del escenario de la vida, atrevimientos los llamo, riesgos, saltos al vacío o locuras y esta era una.

Hace unos días acabo de cumplirla. Tuve a Vittorio muy presente mientras me presentaba en el café teatro de Narón, una pequeña ciudad de Galicia donde mi amigo y director, Luciano Fernández, me invitó a participar de su festival de monólogos, que lleva por nombre Singular.

Aterricé en Santiago de Compostela y otro amigo, Julio Perugorría, me recogió en su carro y me trasladó a la ciudad donde debía de actuar. El calendario marcaba 8 de marzo y la ciudad, como toda España, celebraba lo que ellos llaman una concentración a favor de la igualdad y derechos de la mujer. Mercè, la esposa de Luciano, capitaneaba la marcha y me invitaron a participar.

Una multitud impresionante compuesta por familias enteras se dio cita en este evento tan especial. Pude tratar de leer en gallego lo que muchas mujeres portaban en sus letreros. "Vou ser a muller que me dé a gana de ser, Igualdad de sueldos, revolución feminista, etc, etc".

Galicia, como toda España, es famosa por su cocina, así que esa noche me sumergí en un festín inacabable de mariscos, percebes, longueirones, almejas, rape con guisantes, y hasta lacón con grelos cocinados con una exquisitez increíble. Luciano, mi amigo, es un anfitrión impresionante y mientras conduce su coche me va dando explicaciones de lo que vemos o vamos a comer.

-Ahí comenzó Julio Iglesias -me señala una sala de fiestas que se llama La Concha-, hizo un verano cuando todavía no era quien es -y así sucesivamente va hablando haciendo de mi visita un aprendizaje constante-. Mañana irás al chiringuito con mi hijo Martín por unas copas, no debes de dejar de probar nuestro vino blanco, Albariño, que te va a gustar.

Incluido en mi paseo de tres días está ver teatro, compartir con amigos y, claro, cumplir con mi misión de subir al escenario y desafiar mi miedo.

Ya tengo por norma hacer de cada una de las presentaciones en las cuales trabajo una fiesta. Creo que tenemos la obligación de tratar de hacer de esta vida una fiesta mientras podamos y espantar las lágrimas, es tan corto el tiempo, tan corto que las lamentaciones y heridas no pueden ni deben primar sobre las alegrías.

Subí al escenario temblando, mis asistentes amables y queridos hicieron todo para que el miedo desapareciera y hasta apostaron a mi éxito adelantando algunos aplausos.

Se apagaron las luces y me sentí en familia, hice lo que tantos años atrás había visto hacer al actor italiano, les hable con el corazón, les conté mi historia, la historia de una casa de teatro que muchos años atrás había decidido convertir en templo de cultura, les hablé de los esfuerzos, de la solidaridad de tantos amigos y empresas, les confesé que cada aplauso que los artistas dominicanos nacidos en la casa reciben es la más dulce melodía que he escuchado. En un momento, ya en intimidad completa y sintiendo la oscuridad de la platea como cómplice, les hablé de mi soledad, de mis miedos, de las tantas veces que quise abandonar la misión de duende y hasta de mi decisión de ser feliz con lo que me deparara la vida.

Al escuchar los aplausos supe que tenía un logro más en mi lista existencial y se me humedecieron los ojos de agradecimiento. Terminé pidiéndoles a todos que se atrevieran a vivir y a desafiar los retos... nunca es tarde y cada día es una nueva oportunidad de ser feliz... creo que me entendieron.

Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.