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Griselda y la ortografía

Griselda era una mujer bella, atractiva, pero muy gramática, es decir el uso del lenguaje, y específicamente de la ortografía, eran esenciales para su existencia

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Griselda y la ortografía
Griselda tuvo que negociar con el diccionario para que una “j” o una “m”, en lugar de “n”, interrumpieran su felicidad. (ILUSTRACIÓN; LUIGGY MORALES)

Desde muy niño siempre quise tener muchos amigos. En las noches cuando rezaba se lo pedía a mi Dios. Con el tiempo y tomando en cuenta que mi Dios tenía muchos otras peticiones, las cosas se fueron haciendo más lentas y complicadas. Amigos los tengo de todos los colores y sabores. He aprendido a quererlos como son, sin pretender cambiarles absolutamente nada. Creo que es la cualidad que más aprecian de mí. Los quiero y punto.

Griselda es una de mis amigas. No recuerdo bien cuándo nos hicimos amigos, si la conocí en un baile o en una procesión, no estoy seguro. Ella tiene su versión, yo tengo la mía y como ambos ya pasamos la edad de la vergüenza (70), cuando se borran y se confunden historias, cuando nos juntamos es divertido tratar de acotejar nuestras memorias. Increíble cómo se pueden deformar eventos y con qué claridad nos confundimos. Pero esa no es la historia de hoy.

Griselda era una mujer bella, atractiva, pero muy gramática, es decir el uso del lenguaje, y específicamente de la ortografía, eran esenciales para su existencia. Cuando tomaba un periódico y veía un error ortográfico llamaba a la redacción del diario para hacer el comentario. Un letrero con falta era un insulto a la inteligencia.

Su primer novio fue despedido porque en una nota que le dejó en el bachillerato escribió: "Te quiero sin límitez". Nunca perdonó esa zeta escabullida y le perdió la pasión que apenas comenzaba.

Su obsesión era tan grande por acentos y reglas gramaticales que me enervaba.

-¿Cómo es posible que botaras al pretendiente por una zeta? -le comenté, pero no hubo manera de convencerla.

Antes de comenzar una relación hacía unos interrogatorios al posible candidato sobre su cultura. ¿Qué libro estás leyendo? Cuál es tu autor favorito? ¿Qué tipo de películas te gustan?

Y claro, Griselda, desde que en una nota de amor descubría, como en el caso de Ricardo, luego de tres meses intensos de amor, unas flores donde el Romeo, de puño y letra y en mayúscula toda, la palabra hardiente, con una "hache" de cortesía, condenó el amor al más terrible infierno.

Me atreví a decirle una vez que fuera al psicólogo, que eso no era normal y ella me confesó que no podía evitarlo. Estar con un hombre que no pudiera expresarse correctamente le afectaba su vena amatoria. Le adormecía su libido.

Pasaron los años, dejé de verla, tomamos caminos diferentes y una tarde me la encontré en un supermercado. Ella andaba por fin con un marido. Nos abrazamos, me lo presentó, hablamos del pasado, de nuestros tiempos jóvenes, de un posible encuentro en el futuro para ponernos al día.

En un momento en que ambos tomábamos de la góndola el mismo aceite de oliva aproveché para preguntarle si todavía los acentos y la ortografía le afectaban en su relación.

-Por poco me quedo jamona -me dijo dejando escapar una risotada.

-Y este, ¿es corrector de estilo? -señalando con la boca al marido que distraído leía la fecha de vencimiento de una lata.

-¡Qué va Freddy! Me lo levanté enseñándole a escribir, no pega una, ni siquiera pone acentos, pero me di cuenta de que la vida es demasiado corta y que sola no quería pasarla. Me hizo un guiño con el ojo izquierdo y agregó:

-No quiero que una "j" o una "m", en lugar de “n”, interrumpa mi felicidad. Tuve que negociar con el diccionario y hacerme la vista gorda, ese marido ni lee, ¡pero qué bueno me ha salido! -y riéndose desapareció.

Muerto de risa me fui a buscar un pan para la cena.

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Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.