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Jenny Polanco

Ahora los ángeles están mejor vestidos, Jenny llegó al paraíso, instaló su taller y comenzó a dominicanizar el insondable cielo dándole su toque

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Jenny Polanco
El mar está espléndido, el sol intenso refleja sus rayos dándole al paisaje tropical un toque mágico que deslumbra. (ILUSTRACIÓN: LUIGGY MORALES)

Caminamos lentamente como si no quisiéramos llegar. -Sin prisa -me dijo ella entre risas-, recuerda que esta caminata, más que caminata, es confesión. Necesito orientación, estoy en un momento en mi vida donde quiero hacer un cambio, me replanteo muchas cosas y quisiera robarme, ahora que puedo, un año sabático, en fin un tiempo donde pueda explorar la soledad.

El paseo esta vez no es a la vera del mar Atlántico, hace mucho sol y preferimos la carretera que está poblada de árboles, el olor a mar nos acompaña.

Ella con su sombrerito de paja, vestida con una casualidad ensayada, yo la camiseta desgastada, pantalón corto y chancletas equilibrando el paisaje... Un abuelo a quien la nieta saca a pasear.

-Despacio Freddy, nadie nos espera -me dice mientras perseguimos las sombras de los árboles-.

-La soledad hace mucho bien -comento entrando en tema-, ayuda a poner las cosas en su justo lugar. Ella me mira atenta y comienza a hablar, me da la impresión de que ya ha pensado mucho lo que quiere expresar.

-Ha llegado un momento donde quiero detenerme, el trabajo y la prisa no me dejan reflexionar. No paro Freddy, es una cosa detrás de la otra.

-Pero, ¿te gusta lo que haces? -la interrumpo.

-Claro, sino no lo haría, pero me siento cansada, abrumada y definitivamente quiero dar un cambio.

Escuchamos un insistente pájaro carpintero taladrar una mata de coco.

-Quisiera meterme más de lleno en la cultura, en la gestión cultural para ser más precisa, en hacer un poco lo que tú haces.

-Tienes la Casa de Teatro a tu disposición -la interrumpo.

-Si, lo he pensado, pero me quiero preparar bien, quiero ayudar a los jóvenes diseñadores que están surgiendo, hay mucho talento en mi país, es cuestión de abrirles las puertas, facilitarles las cosas, este mundo es difícil.

-Todos los mundos lo son si quieres hacer las cosas bien -vuelvo a interrumpir.

-Me quiero ir fuera un tiempo.

-¿Ya sabes dónde?

-Estoy entre México y España, en ambos tengo amigos, ando viendo cursos, talleres, para aprovechar bien el tiempo. México es excelente por la artesanía, allí quisiera explorar un poco.

Y así, caminando, saltamos de un tema a otro, los hijos, los desfiles, la incorporación de elementos criollos a sus diseños, la apertura de talleres, el alto costo de la confección, los detalles y la pasión que hay que poner en todo, sus sueños, el compañero ideal, el futuro incierto. El camino se nos hizo corto, el calor sofocante no nos importó, apenas nos dimos cuenta del entorno, eran las palabras, las ideas las protagonistas, una mujer llena de sueños que quería dar lo mejor de sí al mundo en que vivía.

Llegamos donde venden los pescados y me ofreció una cerveza bien fría.

-Déjame invitarte, tú siempre invitas.

-Pues déjame seguir la tradición, soy de la generación donde los caballeros invitan a las damas y más a ti, a quien quiero tanto -y vestida de novia le puse la cerveza en la mano.

El mar está espléndido, el sol intenso refleja sus rayos dándole al paisaje tropical un toque mágico que deslumbra.

Fue la última vez que hablamos. Quedamos en encontrarnos en Madrid, pero le fallé a la cita; cuando regresó fui a buscarla, pero no llegó a tiempo y no pude explicarle mi ausencia.

A mí no me gustan las despedidas, sé que a ella tampoco.

Y ya no la vi más. Ahora la veo cada día con los ojos del alma, la escucho, la disfruto, le sonrío, le doy abrazos.

Anoche, mientras contemplaba las estrellas, lo supe todo. Los ángeles están mejor vestidos, Jenny llegó al paraíso, instaló su taller y comenzó a dominicanizar el insondable cielo dándole su toque. Hay ámbar por doquier, el larimar abunda en los diseños. El señor Dios sonríe contento, el blanco nunca había estado tan brillante, el lino, el algodón impecable.

La diseñadora cambio de escenario. Las nubes las ha hecho suyas y cada atardecer las diseña acorde a su estado de ánimo. En la larga caminata ni ella ni yo sospechamos que ya la estaban esperando en el lugar perfecto.

El cielo luce acogedor, entrañable, hasta las nubes lo saben.

Nunca había visto un arcoíris de noche. La creatividad de Jenny no tiene límites. Ahora es dueña de todos los colores...

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Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.