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Los golpes de la vida

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Los golpes de la vida

Todos los Año Nuevo visito a Gerardo. Gerardo es mi amigo de toda la vida, con quien comparto secretos y misterios, llamémosle un confidente. Nos conocimos en la escuela primaria; lasallistas felices, me dijo un día. Eso que nos enseñaron los hermanos no lo podemos olvidar nunca, me comentó cuando la fe le fallaba frente a la muerte de un hijo. Sé que Dios no puede ser tan malo que le arrebatara lo que más quería, y esa vez a mí también me falló mi confianza en Dios. Lo abracé sin decir palabra y lloramos juntos, ¡qué más podía hacer!

Estoy en su sala, mi amigo en pantuflas, camiseta vieja con un dibujo de la estatua de la libertad de Nueva York; se la regalaron unos compadres cuando fueron por primera vez a visitar esa ciudad.

–¿Quieres café? –me invita.

–Bueno –contesto–. Es mi tercer café de la mañana. Dentro de poco me verás haciendo muecas.

Se ríe y agrega:

–Tú haces muecas todo el tiempo con o sin café, lo llevas en la sangre.

Gerardo ha perdido todo su dinero en un mal negocio que hizo, no lo noto deprimido, y no sé por qué me llamó con tanta insistencia.

–Te preguntarás por qué te dije que vinieras temprano.

Puse cara de no entender y continuó.

–No me tengas pena, no es el fin del mundo, a mis 70 todavía tengo fuerzas y la vida es algo más que un par de zapatos.

Esto del par de zapatos, es porque él siempre compara el tener dinero con las compras de productos que nos sobran, un par de zapatos es suficiente y lo mismo con el resto de cosas que rodean su vida.

–Mi mujer, que es buena cocinera, hace su dinerito vendiendo dulces, que de paso Freddy son excelentes y tú lo sabes; mis dos hijos, con este golpe, han entendido la vida y ahora trabajan, estudian y aportan. Vendimos la casa y nos mudamos a este apartamento pequeño que nos obliga a estar todos juntos, ya nadie come en la calle y cada comida es una verdadera fiesta. Aquí todos cocinamos, no tenemos quien nos ayude y hoy friego yo y mañana tú. He recuperado a mi familia, aprendí a viajar en el metro, cuando quiero aparentar me subo a un taxi y los amigos que de verdad he tenido los mantengo, los otros han desaparecido con el viento. Me he reinventado Freddy, antes hacía las fiestas más derrochadoras y me rodeaba de gente que no tenía sentido tener cerca, ahora todos los que vienen traen algo y compartimos. Lindo esto que me pasa, si me hubiera muerto en la mentira que vivía hubiera sido una gran pena, ahora en la escasez he descubierto el verdadero sentido de la vida y, asústate amigo –y aquí se puso serio–, he comenzado a buscar a Dios, dime amigo, ¿no es esto hermoso?

Su alegría me contagió de tal manera que mi carcajada llegó al colmado de la esquina.

Ilustración: Ramón L. Sandoval.

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