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Los tesoros escondidos

Mis padres: dos tesoros tan grandes que me ayudan a caminar cada día con la única ilusión de ser mejor ser humano y dar a mis hijos y a todos los que me rodean lo mejor de mí

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Los tesoros escondidos
El mayor de los tesoros que encontré de mi padre fue el hallazgo de una libreta entre sus papeles. (ILUSTRACIÓN: RAMÓN L. SANDOVAL)

La muerte de cualquiera de los padres produce una gran desolación, un dolor inconmensurable. Sabemos que todos nos vamos a morir, pero esa terrible soledad no hay manera de evitarla. Es sentir el desamparo a la edad que sea, él ya no tener a quién llamar, abrazar, pedir.... Cuando uno de los padres se va es como si desapareciera el suelo por el cual caminas y se apagaran todas las luces, incluyendo las estrellas.

Fui primero huérfano de padre. Tenía 30 años cuando perdí a mi papá. El dolor fue tan grande que aún hoy lo siento dentro; los años me han ayudado a sobrevivir, pero la herida quedó para siempre y sangra. Para paliar ese dolor, decidí recordar los momentos de alegría vividos a su lado que rescato de mi memoria y eso me ayuda. Increíble cómo algunos pequeños detalles me emocionan constantemente, detalles sencillos como el día en que una corbata blanca y azul que, sin estrenar, me entregó un día para ir a una fiesta. Me la dio diciendo que nadie mejor que yo la luciría. Pero el mayor de los tesoros fue el hallazgo de una libreta que encontré entre sus papeles, su libreta marrón de direcciones y apuntes, donde con su puño y letra había escrito en la primera página: "En caso de emergencia llamar a mi hijo Freddy". El día que la encontré descubrí, en esas sencillas palabras, todo el amor que me tenía y todas las manifestaciones de amor que nunca recibí mientras estaba en vida. "En caso de emergencia llamen a Freddy"... Me he pasado días pensando, escuchándolo, imaginándolo, entendiendo su distancia, su incapacidad de manifestar amor, sin embargo esa sola frase descubierta después de su desaparición me devolvió todo el amor y cariño que sentía perdido. Me lo he imaginado escribiéndola y entendiendo todo lo que con esa pequeña indicación implicaba.

A mi mamá, que tanto amor prodigaba, tanto a mí como a mi hermano José, y a todos los que la rodeaban, también descubrí después de haberse ido, entre uno de sus libros y algunos años después de su muerte, un papelito doblado donde había escrito una oración en la cual pedía por mi hermano y por mí. Más que una oración era una súplica: "Señor -escrito con su puño y letra-, libera a mis hijos de toda angustia, de todo dolor, dame sus cruces que con gusto las llevaré siempre".

Era su letra, su elegante pulso, escrita como para no olvidarla nunca. Cuando la leí no pude dejar de llorar. No le bastaba con el amor que nos daba a raudales, también quería asumir los dolores que pudiéramos encontrar en la vida.

Dos tesoros tan grandes que me ayudan a caminar cada día con la única ilusión de ser mejor ser humano y dar a mis hijos y a todos los que me rodean lo mejor de mí.

Cuando pienso en ellos sonrío y cuando pienso en mi regreso solo quisiera encontrarlos en la puerta del tránsito para recibir el primer beso y abrazo junto a tantos que he querido tanto. Para mí el cielo es el reencuentro en la eternidad.

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Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.