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Mientras vivo la pandemia

Esta pandemia me ha hecho soñar, agradecer el tiempo vivido, mirar en perspectiva la grandeza de mi familia, la dicha de tener amigos a toda prueba, el privilegio de haber vivido sin perder la esperanza y tener fe

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Mientras vivo la pandemia
El otro día sin darme cuenta caí en las redes de una telenovela turca. (ILUSTRACIÓN: LUIGGY MORALES)

En estos días de clausura obligatoria me invade la nostalgia. Me asaltan los sueños, un pasado que a distancia se me hace cada vez más alegre, más luminoso, más lleno de momentos inolvidables. Alimento mis largas noches de insomnio con buenos recuerdos para combatir la angustia que me bombardean a diario por los canales de televisión o los periódicos o las poderosas redes sociales. Hay días que opto por sumergirme en un buen libro para escapar, otros en la escritura y otros en una sobredosis de cine.

El otro día sin darme cuenta caí en las redes de una telenovela turca, nunca entendí lo que sucedía, pero no importaba, vivía un día difícil y nada mejor para espantar el dolor que algo ajeno a mí que me desbordara. La experiencia quedó en ese capítulo, alguien lloraba, otra se retorcía del odio y un galán besaba apasionadamente a la mujer prohibida. No tengo nada contra estos melodramas que apasionan a una gran parte de la población, pero debo agradecer que durante una hora, mejor dicho 40 minutos, los otros minutos fueron de anuncios, me sacaron del dolor que experimentaba.

Hay noches que recorro mi infancia, otras mi adolescencia, mi primer amor, las tardes increíbles en el malecón viendo pasar los carros con las enamoradas, el afán de ir bien vestidos con ropa de domingo para conquistar desde lejos, la emoción de ver a la amada cuando se decidía a saludarnos y quizás enviarnos una sonrisa, aquellas tardes que terminaban en el Vesuvio, cuando se podía, no siempre tenía uno dos pesos con cincuenta para la pizza, hacíamos serrucho y riéndonos de todo, enamorados, creyéndonos importantes y dueños del mundo, intentábamos tomarnos de la mano, robarnos un beso en la mejilla que nos hacía estremecer y conversar en código para continuar haciéndolo por teléfono esa noche y nos sorprendiera muchas veces el amanecer.

Esta pandemia me ha hecho soñar, agradecer el tiempo vivido, mirar en perspectiva la grandeza de mi familia, la dicha de tener amigos a toda prueba, el privilegio de haber vivido sin perder la esperanza, tener fe, orgulloso de haber nacido en este país que con todas sus virtudes y defectos es el mejor del mundo.

Pasan los días y el fin es como un espejismo que según nos acercamos se desvanece. Creo mis defensas, organizo mi día, en las mañanas trabajo, en las tardes reinvento el mañana y planifico mis sueños, todos los días, o casi todos, hago mi "hapiauar" y muchas de las veces llamó a un amigo para compartir el trago. Soy un maestro en inventar la alegría, hay noches en que me voy a mi balcón lleno de plantas y converso con ellas y con Dios, algunas noches las conversaciones transcurren tranquilas y amigables, otras no tanto... pero hablar me hace bien para recibir la mañana con optimismo.

He aprendido a vivir un día a la vez y eso me ayuda, el futuro me lo robaron.

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Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.