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A veces estoy en un lugar sin estar, mi cuerpo ocupa el espacio pero dentro mi mente está en otro lugar muy diferente

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Hay días donde la misma existencia es cuestionada y la felicidad es una quimera distante (ILUSTRACIÓN: RAMÓN L. SANDOVAL)

Me pasa, no siempre pero sucede. A veces estoy en un lugar sin estar, mi cuerpo ocupa el espacio pero dentro, mi mente está en otro lugar muy diferente. Ahora estoy sentado en una mesa, celebrando, hay gran alegría a mi alrededor, estoy ausente pero nadie lo nota. De vez en cuando dejo salir una carcajada frente a un chiste que ni entiendo ni creo pueda entender. A mi lado el amigo que perdió su melena, ahora calvo, arrugado, senil, quizás como yo, me habla de su divorcio. Le escucho con lástima y lo abrazo.

Traen un pudín de cumpleños y todos cantamos; ha subido el vino o el ron. Alguien declama un poema, el mismo amigo de siempre, solo que ahora lo hace debido al exceso de tragos acompañado de unas lágrimas, también igual que siempre. Ya sabemos que este amigo, desde que pasa sus primeros 5 rones, las lágrimas son parte de su discurso. Al otro lado aquel que ha decidido vivir siempre en el pasado... “¿Recuerdas Freddy cuando íbamos al malecón a ver las chicas pasar?, o “Nunca olvidaré aquel día en que...”, ¡Claro, fulanito era la novia de...”. Para él no existe el presente, se quedó en los años de juventud y no hay quien lo ubique en el hoy. Hay días en que lo llamo para recordar momentos vividos, o para que me dé algún nombre olvidado, es una verdadera enciclopedia del pasado

-¿Y entonces todos nos vamos a morir?

La pregunta la hace uno obsesionado con la muerte, el amigo que llora se le acerca y le demuestra su amor diciéndole que lo buscará en la eternidad. La telenovela comienza. Confesiones de amistad, de solidaridad, algunos cuentan sus anécdotas de las novias del pasado, otros descubren algunos secretos y la fiesta se convierte en pura nostalgia .

Quisiera estar presente, quisiera sentirme parte, quisiera poder beber y celebrar con todos, pero hoy estoy en modo ausente, distante, solo como un barco sin barquero, solo con mi soledad -como dice el tango-. Hoy estoy existencial, en la angustia, en la constante pregunta, hoy a pesar de tener a tanta gente alrededor estoy más solo que nunca, hoy debí haberme quedado en mi casa, sentado en mi sillón azul, mirando por la ventana el cielo azul, viendo el cuadro azul de Bidó.

Hay días que no tienen explicación, estados de ánimo que surgen de la nada y nos dejan descolocados en el mismo trayecto del sol (homenaje a Pedro Mir); hay días, y no los entiendo, donde la misma existencia es cuestionada y la felicidad es una quimera distante. En esos días no tengo más alternativa que dejar que transcurra el tiempo, que los segundos se multipliquen y dejar que las olas que se mueven dentro se calmen para evitar la tempestad y los ciclones que pueden desencadenar en caos.

Alguien se pone de pie y canta el himno del colegio. Sonrío. Debo de dar gracias, tengo la capacidad de salir de mi tormento, abrazo a alguien, prometo que volveré, digo unas palabras simpáticas, alguien me aplaude, lo sé, no tienen que explicarme, hay días que no tienen sentido y esos habría que evitarlos pero es imposible, son los días que sirven de contraste a los luminosos. Lo lindo de esos días rodeado de viejos y queridos amigos, es que sé que, a pesar de la oscuridad, siempre vuelve a amanecer... siempre, entonces una vez más brindo por la esperanza.

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Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.