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Temporada de confesiones

Llegar a los 76 te da licencias que antes no me permitía

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Temporada de confesiones
Soy mi mejor amigo, sé en qué soy bueno y en qué puedo fallar. (ILUSTRACIÓN: RAMÓN L. SANDOVAL)

Ya no me siento culpable si me quedo en la cama una hora más con la mente en blanco, tampoco me siento culpable cuando a veces salgo a caminar sin rumbo fijo y me detengo en cualquier colmadón y pido una fría a una hora poco convencional. ¿11:00 am?

Llegar a los 76 te da licencias que antes no me permitía. Soy capaz de pasar un día completo en silencio sólo escuchando a los demás y viviendo para adentro. Mi colección de atardeceres y amaneceres se incrementa. Duermo poco y nada me produce más emoción que esperar al rey Sol despertarse en el horizonte y, claro, mucho más verlo acostarse lentamente y perderse en el mar.

Cada vez vivo con menos, soy capaz de ponerme la misma camisa sin importarme si está planchada o arrugada, pocas veces me miro al espejo y cuando lo hago no me asusto al descubrir cómo las marcas del tiempo han dejado sus huellas. Cada arruga tiene su historia, su alegría o dolor, cada surco marcado en mi rostro responde a momentos intensamente vividos.

No pierdo el tiempo pensando lo que hubiera sido de mi vida si hubiera hecho tal o cual cosa, contento con lo recorrido para bien o para mal. Me he equivocado muchas veces, he aprendido a perdonarme y perdonar. No pierdo el tiempo con rencores, olvido rápidamente, no tiene sentido llenar mi corazón de hostilidades

Aprendí a llorar desde muy niño y por eso valoro tanto la risa y la genuina alegría. Una sonrisa abre todas las puertas, o casi todas. En esta época voy mirando la despedida con tranquilidad, desde hace tiempo me estoy despidiendo con cada ser amado que me abandona, sé que estarán a la puerta cuando me toque partir y he perdido el miedo al retorno. Puedo confesar que el temor que pude haber experimentado se ha transformado en genuina curiosidad, sé que en este regreso me espera el más grande amor y la reunión con todos aquellos que a lo largo de este tránsito he querido.

Soy mi mejor amigo, sé en qué soy bueno y en qué puedo fallar, me premio cuando creo haber hecho lo mejor que he podido y soy muy severo y me castigo cuando siento que he fallado.

Hay días en que las lágrimas se hacen dueñas de mis días, donde las tinieblas insisten en oscurecer mi vida y puedo decir que he encontrado el antídoto para alejarlas y recuperar la sonrisa perdida. También eso me ha costado trabajo.

El éxito en mi vida, si es que se puede llamar éxito, es que jamás he dejado morir al niño que llevo dentro, ni tampoco he tenido miedo a arriesgarme. Salto al vacío constantemente, me atrevo, me atrevo y he descubierto que el secreto de la eterna juventud radica en perder el miedo a vivir, y poner plenamente la confianza en Dios.

Entonces los años son solo un disfraz del alma... sé que la verdadera juventud está dentro.

TEMAS -

Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.