Tino es azul

Tino es un jipi, lo sé. Hace muchos años aprendió que la vida era otra cosa y vive con lo imprescindible, siempre se viste igual, el mismo pantalón, la misma camisa y no dudo que los mismos calzoncillos. Si los seres humanos tuvieran un color, Tino sería azul y blanco, algo etéreo para los tiempos que vivimos.
Lo descubrí como amigo hace ya más de veinte años, cuando visité Venezuela con Juan Luis Guerra para filmar el comercial de un refresco y él era el director. No me hizo ningún caso y fue imposible establecer la amistad, pero regresé unos años después, él ya era famoso en el mundo de la publicidad y en una cena le pidió a su esposa que el puesto que tenía a mi lado se lo cediera. Entre bocado y bocado, y luego de un recorrido por un Caracas deslumbrante lleno de música, amanecimos.
Sé que Tino es jipi porque hay diferentes grados de jipismo y en alguno de ellos yo me incluyo y nos reconocemos desde que nos encontramos. Mi amigo querido habla el lenguaje de las flores y las piedras, es capaz de perder el habla frente a un árbol endémico y sospecho que últimamente conversa con los peces. Además de su esposa y su hija, existe otro gran amor en su vida y se llama Lucrecia, una pastora alemana que lo entiende perfectamente, a veces ladran en coro y entonan extrañas canciones perrunas y luego se bañan en el mar. Tino tiene pocos amigos, me siento privilegiado de ser uno de ellos y algunas veces caminamos en el Botánico desde las seis de la mañana y creo que soy el único caminante que se ríe a carcajadas en las cuestas más empinadas, no puedo transcribir sus comentarios pero les aseguro que nada mejor que sus ocurrencias para celebrar el amanecer.
Cuando lo presento detesta que mencione sus cualidades, jamás puedo decir que es un talentoso director de cine, extraordinario diseñador gráfico, que su ojo es privilegiado, que tiene un sentido del equilibrio y un buen gusto que raya en la perfección, agradece más cuando comento que es mi chofer o mi guardaespaldas, cosa que también es, compitiendo con otros queridos amigos.
A mi amigo le apasionan las causas humanitarias y se dedica con pasión a filmar los proyectos más desamparados y necesitados, tiene alergia al dinero y sus noches son tan largas que no las cuenta, sospecho que también colecciona amaneceres.
Algunas veces cuando caminamos se detiene frente a un árbol y le habla, lo toca, lo mima; ya me he acostumbrado a sus conversaciones, cada vez que viajo a algún lugar exótico le traigo, o una pequeña roca de un volcán o arena del desierto egipcio y se pone tan feliz que me emociona.
En su casa tiene arenas de casi todas las playas dominicanas y en su carro no es extraño descubrir algún guijarro, tres piedras con historia, o una raíz pronto a sembrarse. Tino definitivamente es azul. Ojalá el mundo se llenara de Tinos, seguro que no habría guerras, ni envidias, ni diferencias sociales, ni ríos secos, ni bosques maltratados... a Tino le duele el planeta y a veces qué solo se encuentra.
Freddy Ginebra
Freddy Ginebra