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Debemos ver más allá de la oscuridad financiera actual

La oscuridad que la pandemia nos pinta no nos deja ver, dirían algunos. Pienso que la claridad que vivíamos nos ha dejado ciegos para disfrutar lo tanto que tenemos

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Debemos ver más allá de la oscuridad financiera actual
Dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver. (ILUSTRACIÓN: LUIGGY MORALES)

La semana pasada vi a una pequeña niña rehusarse a entrar con sus padres al bosque. Caminaban y ellos querían hacer parte del trayecto por el ya oscuro trecho. Decía que le daba miedo porque no podía ver.

El humano vivió 7 millones de años sin luz artificial. En el mejor de los casos lo acompañó el fuego. Los pocos años con luz nocturna no han sido suficientes para que podamos separarnos del comportamiento programado en nuestro cerebro.

El sentido de la vista nos da un 80% de la percepción de nuestro ambiente; cuando nos vemos privados de él, sentimos peligro y es obvio que una de las opciones es protegernos de lo desconocido.

En tiempos de pandemia se habla mucho de los problemas financieros. El haber vivido en la libertad anterior nos ha dejado sin percepción suficiente para dimensionar lo que se viene y crear lo que queremos vivir.

En los últimos años se ha intensificado el estudio del comportamiento involuntario del humano; nuestra reacción a la oscuridad no ha escapado a estas investigaciones, los resultados son más que interesantes. Como los descubrimientos realizados por un experimento en la universidad de Harvard.

A los voluntarios se les privó de la luz por 120 horas consecutivas para ver las reacciones de sus cerebros. A tan solo 24 horas de oscuridad los voluntarios escuchaban, sentían y olían mejor. A tal punto que aprendían mucho más rápido la escritura Braille (la que usan los ciegos). Los voluntarios también reportaron ver objetos en la oscuridad con solo describírselos.

Recuerdo una anécdota de una profesora universitaria que el primer día de clases les pidió a sus alumnos anotar todo lo que vieran en las siguientes 24 horas que les hiciera felices. Al segundo día se percató que había un alumno invidente. Le pidió disculpas por la tarea y le dijo que no se preocupara, que no tomaría la tarea en cuenta para su nota. Él se extrañó y le dijo que la había hecho con mucho gusto.

–¿Nos cuentas?

–Vi una pareja enamorándose, él le decía muchas cosas lindas. Vi el agua refrescarme la piel. Vi pajaritos alegrando la mañana. Vi el viento jugar con las copas de los árboles...

Dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver y me doy cuenta cómo tener sentido de la vista desarrollado muchas veces no nos permite disfrutar de los otros sentidos a plenitud, como explico en mi libro Migomismo. ¿Se atreve a ver por un rato con todos sus sentidos la felicidad que le rodea?

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Conferencista, consultor, coach y escritor con 20 libros publicados. Dirigió por 10 años una de las empresas del Grupo Siemens en Argentina, Brasil y Alemania.