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“Me fui a casa caminando para ahorrarme el pasaje, y antes de llegar...”

El ahorro es algo complejo si no estamos atentos a varios puntos importantes. Una excelente intención puede terminar siendo una mala decisión

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“Me fui a casa caminando para ahorrarme el pasaje, y antes de llegar...”
“Con un objetivo en la mente hago un buen plan y me revisto de paciencia para mejorar mi calidad de vida”. (SHUTTERSTOCK)

En una conferencia de cómo planificar el futuro financiero al hablar del ahorro y explicar el problema de no tener un buen sistema, una mano se levantó en el público. Félix Encarnación era el dueño de la misma y nos contó una experiencia (y me cedió el derecho a publicar su vivencia):

“Hace unos días decidí ahorrarme el pasaje; al salir de trabajar me fui caminando hasta mi casa; antes de llegar me paré y compré una bebida hidratante. ¿Sabes que me costó más que lo que me ahorré?”.

Toda acción tiene una reacción, aprendí en física. Ir caminando causó pérdida de electrolitos y fluidos. La tentación de recuperarlos era tan importante para el cerebro de mi amigo que se vio casi obligado a reponer lo perdido antes de llegar a su destino final.

Saber que tendremos necesidades y tentaciones es más que importante para lograr que nuestro pequeño ahorro pase a ser capital.

Félix tenía una buena intención y su primer intento no debe ser en vano. Podemos verlo de dos maneras: pudo haber soportado la sed hasta llegar a la casa (lo que ya no se puede corregir); pudo aprender para la próxima vez estar preparado para el camino.

Tres cosas a tener en cuenta cuando queremos crear capital:

1. Planificación. Pensar en lo que puede suceder con nuestra acción es primordial para anticiparnos a las reacciones. Nos dará sed si caminamos a la casa; tomar antes de salir y apertrecharnos para combatirla es la solución. Cuando guardamos dinero nos hará falta de una forma u otra, debemos anticiparnos a dichas necesidades. Al guardar el 10% de nuestro ingreso (mínimo recomendado) no podemos dejar los gastos fijos sin cobertura. Apartar lo del pago de la tarjeta o pagarla desde que nos llega el corte; reservar lo de la transportación; los pagos que sabemos que llegarán tienen que ser aprovisionados; etc. Luego podemos gastar lo que queda en la cuenta sin ningún miedo.

2. Paciencia. Llegar a la casa y tomar agua gratis es la receta. Alcanzar la meta no es fácil cuando lo hacemos por primera vez, pero la satisfacción es mayor mientras más nos cuesta. No era llegar a la casa lo que debía pensar, sino lograr el capital para mejorar mi calidad de vida. Sí, ese pequeño ahorro se debe convertir poco a poco en el capital que será el inicial de mi casa, un vehículo, un electrodoméstico, el que me sacará de un posible problema. La paciencia paga con altos réditos.

3. Metas claras que me lleven a una mejor vida. Dejar de gastar no es ahorrar si no convertimos lo no gastado en patrimonio. Ya sé, suena grande la palabra para un par de centavos, ahí viene el problema de la visión global. Un patrimonio interesante no se logra con pocos pasos, sino poco a poco, de poquito en poquito, hasta que esas mínimas expresiones de ahorro comienzan a ganar buenas porciones de ingresos.

La palabra ahorro puede engañar. Gramaticalmente hablando mi amigo se ahorró el pasaje, pero al no convertirlo en capital no le sirvió de mucho.

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Conferencista, consultor, coach y escritor con 20 libros publicados. Dirigió por 10 años una de las empresas del Grupo Siemens en Argentina, Brasil y Alemania.