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¿Me roban cuando me obligan a pagar?

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¿Me roban cuando me obligan a pagar?

“No reclamar mis derechos me hace sentir parte del sistema”

Un servicio que no es servicio es un engaño y por lo tanto un robo.

Hace unos días fui víctima de un nuevo robo, autorizado o no es una amenaza; nos desnudan y nos arrancan lo que es nuestro.

No es la primera vez que voy al turístico lugar en mi isla, que cada vez es menos de nosotros los ciudadanos y más de los vivos que se la adueñan.

Siempre he sido muy crítico de pagar por servicios que no considero de utilidad, así como no cobro por servicios que no presto, ni presto servicios que no valen. Una persona que me acompañe en el juego de golf y no me cubra una necesidad prefiero no llevarla.

Fui a visitar una hermosa cascada que hace muchos años conozco y que no hace tanto visité por última vez. Al buscar la entrada más cercana, ya que hay varias, un señor en una motocicleta me persiguió, se alineó con mi vehículo y por más que le hice señas de no necesitarlo se plantó delante de mi vehículo y se hizo el que me guiaba hasta mi destino. Ya antes me había detenido una patrulla de la policía y preguntado si iba a algún lugar turístico para enviarme con un guía, los que estaban a su lado esperando a ser involucrados en el negocio.

Al parar no me dejó, tuve que abrir la ventana y tratar de explicarle que conocía el lugar y no necesitaba guía, mucho menos un buscón (aunque esto no se lo dije). Después de mucha insistencia, desagradable por demás, logré que me dejara. Al subir el cristal aparecieron otros tocándome, me rodearon el vehículo y tuve que bajar nuevamente la ventanilla.

El que dijo ser dueño de la parada que está en la entrada número 4 me dijo que no podía entrar sin un guía. Qué él era el responsable de mí si iba por el sendero y no me dejaría entrar sin pagarle.

–¿Es suya la propiedad? –le pregunté para cerciorarme de lo que ya sabía. La respuesta fue que mirara el letrero de la parada que llevaba su nombre. El sendero no le pertenecía.

Estamos siendo asaltados por todos lados, nos dicen que tenemos que pagar: el sistema va desde el buscón, el intermediario, el cuidador del vehículo en cualquier calle, el que da un servicio que no hace falta, la propina pedida con autoritarismo, etc.

Me amenazaron, me dijeron que en esos senderos asaltan y que sin un guía no estaba seguro. Un joven que me acompañaría sin estar armado ni mucho menos: ¿de quién me protegería?

Resulta que ahora tenemos que pagar protección como en los tiempos de la mafia de Al Capone. Un sendero por el que andan quizá cientos de personas no lo pude transitar porque un señor se hizo dueño del negocio para brindar protección disfrazada como un servicio de guía.

No es posible que nos impongan más impuestos, que la Secretaría de Turismo y la Politur no sepan lo que pasa y tomen las precauciones necesarias para que los visitantes no se encuentren con estas situaciones de atropello: que es un robo, un asalto a los que deseamos visitar el país.

El Salto del Limón no es el único lugar donde pasa esto, quizá este señor Franklin es el más avezado en su venta de protección. No pude entrar ni volveré nunca más.