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Pesimismo positivo en tiempo de COVID-19

El temor es una emoción útil en demasía. Sin ella estaríamos positivos todo el tiempo y los riesgos no existirían

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Pesimismo positivo en tiempo de COVID-19
Un pesimista al mando es posible que no permita el avance. (ILUSTRACIÓN: LUIGGY MORALES)

Unos meses atrás un cliente me solicitó evaluar a su personal, especialmente a la jefa del departamento de finanzas. Al finalizar me confesó que buscaba una cierta excusa para salir de ella. Le resultaba pesimista y sentía que lo frenaba en sus nuevos emprendimientos. Tengo que anexar que esa señora, además, era su madre.

El pesimismo llega cuando al evaluar una situación sentimos que lo que podemos ganar no vale la pena ante la posible pérdida. Muchas veces es por desconocimiento, otras por falta de información y en algunos casos es una actitud endógena de la persona. O sea, existen individuos que se concentran solo en lo que se puede perder.

Curiosamente mi cliente es un gran emprendedor y ha tenido mucho éxito en sus aventuras comerciales. Él decía que “a pesar de su madre”, yo le expliqué que “debido a su madre”.

El temor es una emoción útil en demasía. Sin ella estaríamos positivos todo el tiempo y los riesgos no existirían... bueno, no en nuestras mentes, sí en la realidad. No tomar en cuenta situaciones negativas con altas probabilidades de ocurrir puede llevarnos a un suicidio comercial.

Temer es de humanos y no se aprende, viene muy dentro de nosotros, como explico junto a las otras emociones y la forma de controlar nuestras reacciones en mi libro Migomismo – Su inteligencia emocional interna. Las alertas son magníficas si queremos prepararnos para convertir eventualidades en obstáculos saltables. Es solo hacerle caso al aviso.

Un pesimista al mando es posible que no permita el avance. El mismo al lado de un optimista hacen una combinación que, bien llevada, pocas veces fallará.

Un freno puede reducir nuestra marcha y hasta no dejarnos arrancar. Por otro lado, es indispensable para no chocar. Como vemos, no es andar con el freno activado, sino utilizarlo cuando es necesario.

Los optimistas tienden a minimizar los riesgos. Analizan la situación sin medir bien los peligros. Contrario a los pesimistas, que se centran más en lo desconocido que en las opciones de triunfo.

Cada vez que mi cliente le mostraba a su jefa de finanzas un negocio, ella le enseñaba las paredes con que se encontraría (dejando salir los miedos). Él tomaba las precauciones (buscando soluciones) y cuando emprendía se convertía en un éxito. Esa es la fórmula.

¿Se atreve a traducir los miedos para accionar, convirtiendo los riesgos en obstáculos salvables?

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Conferencista, consultor, coach y escritor con 20 libros publicados. Dirigió por 10 años una de las empresas del Grupo Siemens en Argentina, Brasil y Alemania.