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Cambios... esperando el 2019

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Cambios... esperando el 2019

Un nuevo año es la excusa perfecta para revisar de dentro hacia fuera; para limpiar el closet y el corazón de recuerdos y llenarlos con otros nuevos. Es el momento perfecto para replantear si ese trabajo “que adoras” realmente te aporta calidad de vida y si tu familia forma parte de alguno de tus esquemas. Si vas a sacar tiempo para ti, para preguntarte sin miedo cuáles son tus prioridades.

Tengo grandes expectativas para el 2019 y eso que todavía no es año electoral. Tengo la fe de que se hará “lo que nunca se hizo” y se cumplirán algunas leyes elementales y de que finalmente podremos salir a la calle sin estar pendientes de la cartera.

Tengo la esperanza de no escuchar de nuevo a la cúpula empresarial quejándose de que los empleados –esos mismos que han hecho multiplicar su capital de trabajo– salen muy caros y que deben irse a su casa sin un centavo.

Tengo la esperanza de escuchar de un proyecto de nación que se extienda más allá de un periodo electoral y donde se preocupen del ciudadano y su dignidad, no del voto.

Tengo la esperanza de escuchar a mis hijas soñando con un futuro aquí, sin ir más lejos. Es el tiempo de determinar quiénes somos y eso va mucho más allá de leyes sustantivas o migratorias y luchar por ello.

Somos más que playa y sancocho, más que pelota y política y, desde luego, más que merengue y denbow, pero por alguna razón nos encanta mantenerlo oculto. No lo disfrutamos nosotros, pero tampoco lo damos a conocer.

Espero el 2019, como todos los otros años, con mucha esperanza. Con renovadas fuerzas para echar adelante proyectos y sueños inconclusos; con el deseo de ver nuestra nación levantarse erguida y unida frente a los que nos adversan, dentro y fuera.

Tengo grandes sueños y mejores esperanzas para mi país. Aunque los impuestos adicionales quizás me muerdan los ingresos, no me quitarán las fuerzas para seguir luchando por mis hijas; ni me quitarán la ilusión de seguir trabajando, agradecida de tener razones para levantarme cada día.

Y razones tengo, porque hasta a protestar tengo derecho: con música, con pancartas, con poesías, a gritos en las plazas.

Y porque puedo bailar, hasta la madrugada si quiero, sabiendo que si me llueve encima lo peor que me puede pasar es una gripe, porque ni frío nos da y el calor con agua tiene.

¡Seguimos adelante! El 2019 tiene que venir cargado de esperanzas. No lo acepto de otra manera. Como yo lo veo, el carrito de Santa debe llegar full de víveres y algún antojo francés de esos que hace años no puedo darme.

Y si le queda un huequito, pediría para el próximo año un poco más de sensibilidad política y más respeto por el ciudadano común, ese “homo pendejus” que paga impuestos y no recibe nada a cambio.

Pero entre lo que se va este (y que buen viento se lo lleve) y llega el 2019, al que esperamos con ilusión, les deseo una feliz Navidad, una mesa llena de bendiciones y alimentos y trabajo para todos.

Te espero 2019 porque el futuro comienza contigo... y yo desde luego, no me quedo atrás.

Este país merece un 2019 memorable. ¿Estamos listos para recibirlo?

Ilustración: Ramón L. Sandoval