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Como los beduinos

Desde hace varias semanas, una nube de polvo del Sahara ha venido a estacionarse sobre nuestro país, provocando que la sensación térmica se eleve diez grados a lo que marca el termómetro

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Como los beduinos
Uno tiene ganas de conseguirse un camello y transitar a toda velocidad por las ciclovías espantando motoristas y guagüeros con un látigo. (ILUSTRACIÓN: LUIGGY MORALES)

Los beduinos son tribus nómadas que habitan en los desiertos de oriente próximo, la península arábiga y el norte de África desde hace siglos, manteniendo sus tradiciones desde tiempos inmemoriales. Conviven con la arena y el calor sofocante gran parte del día, durante gran parte del año.

A diferencia de nosotros, que pretendemos bajarnos el calor con una fría, los beduinos toman té caliente y se visten, literalmente, de pies a cabeza. Hay tribus que se visten con telas de color negro y un manto por encima y no se derriten. Hay toda una ciencia detrás de todo eso y funciona. Escribiendo esto, debajo de un abanico a toda velocidad, siento que me da más calor solo de imaginármelo.

Desde hace varias semanas, una nube de polvo del Sahara ha venido a estacionarse sobre nuestro país, provocando que la sensación térmica se eleve diez grados a lo que marca el termómetro. El cielo brumoso, el calor insoportable, las alergias y el mal humor son la constante. El molesto polvillo se mete en lugares ignotos, causando toda clase de perjuicios. Por más que limpias, la casa luce cargada y tienes que vivir sacudiendo a riesgo de perder la nariz.

Los expertos dicen que el polvo del Sahara deja más beneficios que molestias, pero eso solo lo apreciamos cuando, a fuerza de rotación y vientos, la dichosa nube sigue su arenoso curso y da paso a un cielo azul y a un calor menos seco y sofocante. Hasta la próxima vuelta.

El problema con esta nube en particular es que ha coincidido con el inicio del año escolar y los tapones se recrudecieron. No hay espacio para circular en la mayoría de las ciudades de este país. Lo que uno tiene ganas es de conseguirse un camello y transitar a toda velocidad por las ciclovías espantando motoristas y guagüeros con un látigo.

Entre la pandemia que no acaba, el precio del pollo, la fiebre porcina, los polvos africanos, los gastos escolares, los tapones, los amets con sus estupideces y el calor que recuerda la caldera del infierno, estamos agotados. Dormimos y no descansamos, las cuentas no nos dan por más economía que inventemos y no dejamos de sudar. Es un milagro que algunos hayamos conservado la cordura.

Entre medias, la apertura de las clases presenciales. Los padres no saben si alegrarse porque finalmente los niños salen de la casa, o angustiarse porque en cualquier momento vuelven para atrás y bajo el riesgo constante del contagio. En un entorno lleno de incertidumbres, el COVID-19, como una espada de Damocles, pende sobre ellos.

Nos desgastamos entre tantos elementos sin definir, entre tantas variables que no podemos controlar. La angustia no nos va a ayudar a tomar buenas decisiones.

Quizás si asumiéramos algunas costumbres beduinas tendríamos menos problemas. Sin intentar romantizarlos, ellos se han adaptado a un entorno hostil, casi inhabitable y lo han convertido en su hogar por generaciones. Aprovechan todo lo que llega a sus manos y no lo desperdician, tampoco se quejan. Se organizan para sobrevivir porque saben que el desierto no perdona ni permite errores. La arena, el sol y las estrellas siguen siendo su única constante en un mundo que se transforma y que abandona su esencia para abrazar la banalidad.

Los beduinos se rigen por un sistema donde predomina el honor y la lealtad a su familia, a su clan y a su tribu. Han aprendido a no pelear con la arena que se mete por todas partes, ni a quejarse del calor del día o del frío de la noche. Simplemente han aprendido a convivir con el desierto.

Es importante que entendamos que, aunque nos provoquemos un infarto por un pique en el próximo tapón, eso no hará que la fila de vehículos se mueva un centímetro y la vida seguirá su agitado curso sin nosotros. Los beduinos lo aprendieron. Por eso avanzan, a paso de camello, en caravana, bajo un sol radiante.

TEMAS -

Comunicación corporativa y relaciones internacionales. Amo la vida, mi familia y contar historias.